viernes, 30 de noviembre de 2018

RETIRO ADVIENTO 2018 #2

El Jesús que va a nacer es la ESPERANZA cumplida, es la VIDA que renace, es el CAMINO para adentrarse en el futuro, y es el AMOR de Dios manifestado una y otra vez, como memoria de lo que somos y lo que es Él. El ser humano ha de vivir siempre en actitud de ADVIENTO: de apertura confiada en la historia, en la que Dios ha nacido en Jesús, y por lo que entonces ya nada malo tiene la última palabra, ni nada bueno se pierde totalmente. La imágenes que encontramos al final del Adviento, en la Navidad: la del nuevo nacimiento (Belén), la luz que se enciende (la estrella), la acogida y la entrega (Los magos), la realidad del mal presente (Herodes), todas son imágenes prototípicas, simbólicas, de la propia realidad humana que estamos viviendo, de su misterio y de su valor, de un sentido y razón que nos vienen de Dios. 

Nosotros participamos activamente de este Adviento, y de la ESPERANZA, de nuestro tiempo y nuestro mundo, cuando: 

-Soñamos, como Isaías y los demás profetas. 

-Preparamos los caminos, como el Bautista. 

- Acogemos con alegría y disponibilidad la voluntad de Dios, como María. 

Y así, entre todos construimos el Reino. 

PERO, y esta es la otra cara de esta moneda, este tiempo es también un aviso de ALERTA, porque dice Juan: "Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron", y todavía seguimos sin recibirle. No solo los que no creen aun en Jesús, sino muchos que decimos creer, pero no al modo de Dios. De ahí que el Adviento tenga también una dimensión penitencial; no como la Cuaresma, pero exige cierto recogimiento, cierto silencio interior, cierta austeridad, que luego culminaría con el desborde de la alegría navideña (que también es Pascua, paso del Señor por nuestra vida). 


"Nuestra tarea es buscar y encontrar a Cristo en nuestro mundo tal y como es y no como podría ser. El hecho de que el mundo sea diferente de lo que podría ser no altera la verdad de que Cristo está presente en él, y que Su plan no ha fracasado ni cambiado: en efecto, todo se hará conforme a Su voluntad. Nuestro adviento es la celebración de esa esperanza. Lo que es incierto no es la "venida" de Cristo sino nuestra acogida a Él, nuestra docilidad y capacidad de salir a Su encuentro"

Thomas Merton, en "Tiempos de celebración", 95. 


DIOS ESTÁ SIEMPRE AHÍ, pero no le vemos; estamos ciegos, sordos, mudos; “derramados”, diría Teresa.Estamos dispersos, dormidos. 

Jesús, que sigue viniendo, nos llama a la vida, que brota de nuestra “carne” bendecida por Él. Por eso: NECESITAMOS LA FE, que mueve montañas.NECESITAMOS LA ESPERANZA, que abre caminos.NECESITAMOS EL AMOR, que, dice el poeta, "convierte en milagro el barro". 

CADA ADVIENTO, lo mismo que cada momento del ciclo litúrgico, es una nueva oportunidad que no debemos dejar pasar. Vivamos este Adviento, alegres y disponibles para Dios.

Este poema también marca alguna de las claves de la espera.

Esperaré a que crezca el árbol
y me dé sombra.
Pero abonaré la espera
con mis hojas secas.
Esperaré a que brote
el manantial
y me dé agua.
Pero despejaré mi cauce
de memorias enlodadas.
Esperaré a que apunte
la aurora
y me ilumine.
Pero sacudiré mi noche
de postraciones y sudarios.
Esperaré que llegue
lo que no sé
y me sorprenda.
Pero vaciaré mi casa
de todo lo conquistado.
Y al abonar el árbol,
despejar el cauce,
sacudir la noche
y vaciar la casa,
mi tierra y mi lamento
se abrirán a la esperanza

(Continua...)

jueves, 29 de noviembre de 2018

RETIRO ADVIENTO 2018 #1

Como todo tiempo litúrgico, el Adviento también nos recuerda que el tiempo humano es de Dios, y por tanto en él siempre hay gracia, hay bendición; cada momento de nuestra vida, cada acontecimiento, cada encuentro, podemos vivirlo como manifestación de Dios, epifanía, si estamos preparados, dispuestos, abiertos, para recibir y acoger lo que llega, o mejor aún, al que llega, al que viene siempre a nuestra vida. Cuando hacemos un “retiro” (una pausa en el camino), queremos recuperar esa capacidad de apertura, de escucha, de acogida, para que la gracia que recibimos no pase de largo, “no caiga en saco roto”. 
Según dice la introducción al Misal de la comunidad, “Adviento es el tiempo oportuno y privilegiado para escuchar el anuncio de la liberación de los pueblos y de las personas. En él se percibe una invitación a dirigir el ánimo hacia un porvenir que se aproxima y se hace cercano, pero que todavía está por llegar”. 

En este tiempo litúrgico solemos centramos más en la ESPERANZA, pero el párrafo anterior nos recuerda que en ella está siempre el germen, el estímulo, el caldo propicio, para la LIBERTAD humana. Ambas realidades tienen su fundamento en Dios, que nos quiere hijos y no siervos, pues si el hombre no tuviera libertad para vivir, su esperanza estaría truncada. Toda la liturgia de este tiempo litúrgico anuncia la liberación del hombre y de su mundo como promesa de Dios.

ORACIÓN: Abre, Jesús, maestro, señor y amigo, nuestros corazones, para que nos dispongamos a recibir la gracia que derramas sobre nosotros cada vez que celebramos los misterios de nuestra fe, de tu vida sanadora, liberadora y salvadora, y que al estar abiertos y disponibles para Ti en los hermanos, fructifiquemos y testimoniemos la santidad de nuestra vida en comunión contigo. AMÉN.

Suele decirse que este tiempo litúrgico tiene tres protagonistas, personajes bíblicos: Un profeta, que casi siempre es Isaías, Juan Bautista y María; ellos preparan el camino para que aparezca el verdadero protagonista de la historia, que es JESÚS. Y ese protagonista nos descubre a Dios, pero también al hombre, porque es el hombre en el cual Dios se nos revela; manifiesta la verdad de ambos al ser humano.

La palabra clave de este tiempo litúrgico es ESPERA, y por tanto ESPERANZA; la actitud interior para prepararlo: VIGILANCIA(despertar, estar alertas, otear el horizonte, volver a escuchar las promesas de Dios); el resultado de una buena preparación espiritual (esperando, despiertos), es una nueva manifestación del AMOR pleno de Dios en nuestra vida (La certeza de que somos amados). Un amor que se nos regala; un amor precioso, pero frágil, que debemos cuidar y ayudar a crecer; una certeza de que no importa cuánto hagamos en contra, siempre está tocando a nuestra puerta, siempre regresa (Siempre viene).

Isaías es el profeta, el sabio, que desde el pasado nos prepara el camino para poder discernir el presente; en él están todos aquellos que nos han precedido en la fe, los santos, los maestros, los mayores…podemos entender mejor el presente y vislumbrar/preparar el futuro porque estamos subidos sobre sus hombros. Sin embargo, advertimos que, en este ciclo C no se lee los domingos a Isaías como primera lectura, sino a otros profetas: Jeremías, Sofonías, Baruc y Miqueas, pero sí durante los días de semana. Lo que decimos de Isaías puede decirse de cualquier otro profeta, y de los textos que vamos a compartir: todos hablan de una promesa, de un tiempo nuevo, de una esperanza, sobre todo en medio de un tiempo de crisis, de prueba o de calamidad, en el que el pueblo experimenta de alguna manera la ausencia de Dios. 

Juan Bautista es el profeta del presente, el que obra en el nombre del Señor, el que sabe que cruzados de brazos no podemos alcanzar lo que anhelamos, el que nos recuerda el compromiso que tenemos como bautizados. Dios sale siempre a nuestro encuentro (Viene, viene, viene siempre), pero necesitamos preparar la senda por la que Él sale al encuentro del hombre. Como la Marta del Evangelio, que representa una dimensión importante de nuestra vida y nuestra fe; como tantos profetas del presente que ahora mismo están abriendo caminos para Dios en nuestro mundo.

Y luego, María, que es la otra parte, cercana a su tocaya en el Evangelio, y que ejerce también el profetismo, pero de otra manera: ESPERANDO, aguardando interiormente, CONFIANDO. Disponerse para acoger la promesa, abrirse al misterio, y decir en el momento preciso: Aquí estoy… mándame a mí… Habla, que tu hijo escucha…Que se haga en mí tu palabra… En María está el futuro aguardando para desplegarse misteriosamente. No lo conocemos pero está latiendo, como un corazón que se entrena para darlo todo… Como el niño que aguarda en el seno de su madre, sin apuros, el momento de nacer.

En estos tres tipos bíblicos podemos vernos reflejados, porque describen diferentes momentos y actitudes en el camino de la vida y del Evangelio. También describen tres tipos de ESPERANZA: la del que escudriñando el pasado, espera confiadamente en lo que está por venir; la del que trabaja arduamente por una esperanza viva y actuante, y la del que se dispone, plena y totalmente, para que esa esperanza se haga concreta, se haga VIDA, y llegue al mundo. Son tres maneras de “ejercer” como cristianos en el mundo.

(Continua...)

miércoles, 28 de noviembre de 2018

TRES PALABRAS PARA DECIR AMOR


Los griegos tenían tres palabras para referirse al amor: eros (deseo), philía (afecto), ágape (amor de autodonación)…

EROS no se reduce simplemente a al deseo sexual, aunque lo incluye. Se refiere al aspecto inquieto del amor, al fuego interior que provoca, al desasosiego, la nostalgia de tiempos mejores, pasión y el dolor que van juntos. Puede implicar frustración e insatisfacción, y también ser energía que estimula e impulsa hacia la belleza y la creatividad. Pero, dejemos claro, que todo deseo, adopte la forma que adopte, es deseo de amor.
Luego PHILÍA es el afecto que sentimos por personas cercanas; queremos que sean parte de nuestra vida, deseamos lo bueno para ellas. Aquí entrarían también todos los sentimientos del amor romántico, y la ternura de la verdadera amistad.
Finalmente el ÁGAPE es el amor que sale hacia los demás sin buscar nada para sí mismo. Es el amor genuino que se puede sentir por personas desconocidas que están sufriendo algún mal, que es sensible a lo que le rodea, que es capaz de sacrificarse por otros o por causas justas.

Todo amor verdadero comienza como deseo, lleva al afecto y culmina en este amor de autodonación.  Podemos verlo en el amor de pareja, que pasa por los tres estados, y es importante destacar que la autodonación no debe dejar atrás el deseo ni el afecto, sino que estos e ven fortalecidos y renovados. Toda nuestra vida es respuesta a este anhelo creciente y multifacético e amor que hay en lo más profundo de nuestro ser.
 Los objetos de nuestro amor pueden ser: una persona (familia o amigo), un objeto (una flor, un cuadro, un libro), una actividad (estudiar, pintar oír música, ver el mar), una idea (la justicia, la belleza). La sensación de sentido vendría dada por la suma total de los amores de nuestra vida. Cuanto más amor hay, más sentido hay, y nunca hay demasiado amor ni demasiado sentido.

domingo, 25 de noviembre de 2018

ABRIENDO LAS PUERTAS AL REY QUE VIENE SIEMPRE...

 

Con la celebración de este domingo, CRISTO REY, cerramos el ciclo litúrgico, y nos preparamos como comunidad de fe para iniciar otro, el domingo próximo, primero de Adviento. 
Esta fiesta litúrgica fue instituida por el papa Pío XI, en 1925, como respuesta a la nueva situación política de Europa tras la Primera Guerra Mundial; habían caído varias monarquías absolutas, garantes de la primacía del catolicismo, dando paso a repúblicas parlamentarias. El papa quería reclamar la primacía de Cristo, de la Iglesia y de su propio ministerio en el mundo, pero ya las coas empezaban a cambiar, y la Iglesia cambiaba también o perdía protagonismo. 
No fue esta fiesta, sino el Concilio Vaticano II, quien volvió a colocar a la Iglesia Católica en la atención del mundo, así como la figura de Juan XXIII. Los cambios litúrgicos llevaron la fiesta de Cristo Rey para el lugar que hoy ocupa, y también su sentido cambió, pues Cristo en REY en la misma medida en que es SACERDOTE; es decir, de manera figurada, entendiendo ambas figuras de manera nueva. 
Cristo no perteneció a la clase sacerdotal, ni tampoco detentó ningún poder real, entendidos como solemos hacerlo en el lenguaje humano. Su sacerdocio y su realeza rompen con nuestros moldes, para descubrirnos un camino nuevo por el cual su centralidad en la historia humana tiene lugar, no desde lo sacro ni desde lo real, sino desde el amor. Pero además, nosotros compartimos con Él ambos poderes: todos somos sacerdotes (mediadores) y todos somos reyes (con una dignidad inapelable). Cristo nos revela con su palabra y con su vida que en la NUEVA HUMANIDAD nos movemos con valores diferentes: justicia, paz, libertad, amor, preeminencia de lo sencillo, de los pobres, de los buenos. Él puso todo eso en el centro de la historia humana, en su consumación, y hacia ese fin caminamos como Iglesia, y como Humanidad.
 Sí, aunque parezca a menudo lo contrario cuando miramos las noticias, o nuestro propio entorno. Tal vez nosotros nos cansemos o traicionemos el proyecto, pero CRISTO ES FIEL, y no se cansa nunca de salir a nuestro encuentro con su verdadero sacerdocio y su verdadera realeza, desafiando nuestra pobre comprensión de sus caminos de libertad y amor.

Al celebrar hoy a CRISTO REY, abramos las puertas de nuestra vida y preparemos los caminos para que Aquel que viene siempre pueda entrar una vez más a nuestra vida....

!FELIZ ADVIENTO!

miércoles, 21 de noviembre de 2018

ENTRE EL DIOS AIRADO Y EL DIOS AMOROSO


Todos los seres humanos tenemos profundos temores e infinitos anhelos, y así durante milenios los temores nos han hecho pensar en un Dios distante y airado, mientras que los anhelos nos han hecho pensar en un Dios cercano y amoroso. Nunca estaremos libres de imponer al Dios de nuestra fe esos temores y esos anhelos, y en consecuencia siempre tenemos el problema de conjugar en Dios las ideas de justicia y misericordia, encontrando un sano equilibrio entre ambas. Tenemos esas ideas encontradas en nosotros y también las proyectamos en nuestras discusiones sobre Dios. Si revisamos el Antiguo Testamento, o evocamos algunos de sus pasajes, veremos que ambas imágenes, la de un Dios airado y la de un Dios amoroso, se superponen una y otra vez de manera contradictoria. 

En los siglos pasados la Iglesia Católica proyectaba de manera excesiva al dios airado. Se imponía a la gente la contradicción de amar a un dios que era casi imposible de amar, bajo la amenaza de la condenación eterna. Millones de personas se vieron afectadas por esas ideas, y el efecto que produjo en sus vidas. Muchas de las páginas oscuras de la Iglesia proceden de la creencia en ese dios airado, violento, celoso.

En las décadas más recientes hubo una reacción fuerte de rechazo a esa imagen de Dios; reacción positiva en la medida en que ha rechazado la falsa idea de un dios celoso, enormemente interesado por el poder y la majestad, y fácilmente propenso a sentirse ofendido. También ha sido positivo el rechazo de la idea de la vida como un campo minado de pecados mortales que pueden explotarnos en cualquier momento. 

Sin embargo, como suele suceder siempre con las reacciones ante un hecho determinado, se ha acabado tendiendo hacia el extremo contrario, y hemos terminado creando la idea de un dios blando, indulgente, tan “amoroso” que no pide ni exige nada, y no estimula nada. De este modo las personas acabarán actuando como un hijo malcriado al que sus padres no han sabido educar, no madurarán, no crecerán. Puede llegarse incluso por este camino a negar la existencia del bien y del mal, de la responsabilidad personal o de ciertas normas de conducta. 

Las ideas sanas acerca de Dios deben situarse en medio de estos dos extremos, y podemos tomar como modelo el modo de actuar de los mejores padres y maestros. Ellos aman a los niños con un amor inteligente que sabe cuándo premiar y cuándo exigir un esfuerzo mayor; su interés primordial es ayudar al niño a crecer, a madurar, a desarrollar sus capacidades. Aquí es importante la obediencia, pero no como un fin en sí misma, sino como medio que ayuda al crecimiento y desarrollo del individuo. Cada momento de la vida exige determinados desafíos, y superándolos es como crecemos. 

Así, en nuestra relación con Dios, la obediencia también tiene un lugar, pero como un medio para alcanzar un fin, y la gloria de Dios no ha de situarse en nuestra obediencia sino en nuestro crecimiento. Bajo un dios airado no podremos crecer, como tampoco lo hacemos bajo un dios indulgente y blando. Únicamente tendremos la libertad necesaria para crecer bajo un dios que nos ame, y por ello estimule nuestro crecimiento y desarrollo, y lo impulse de muchas maneras diferentes, sin ningún miedo de su parte. 

Esta es la idea de Dios que Jesús nos presentó sistemáticamente en los Evangelios. Que Dios ejerce su poder sobre nosotros, no mediante el control y la exigencia de obediencia, sino mediante el amor constante y el impulso amoroso, buscando siempre nuestro crecimiento y nuestra colaboración con el mismo. Así también debería ser el actuar de las autoridades en la Iglesia. Pero claro, no es fácil liberarse de los temores profundos, y por tanto el dios airado tiene profundas raíces en nosotros; por eso es importante alimentar constantemente la experiencia del Dios amor.

(Resumen de lectura de un capítulo de un libro de Elizabeth Johnson)

lunes, 19 de noviembre de 2018

SI ME OBLIGAN, ME ROBARÉ LA HABANA...

Si me obligan, me robaré La Habana.
La romperé, verás, con un martillo.
Traeré de contrabando, en el bolsillo,
la noche, nuestro mar y tu ventana.
Si me obligan, me robaré el pasado.
Me llevaré mi calle y sus portales,
tu juventud, un verso, las postales
de esa islita que el odio me ha negado.
Si me obligan, me robaré La Habana
piedra por piedra, amor, pena por pena.
Mi vida rompo, guardo los pedazos.
Escapo antes que sea de mañana.
Me verás dando tumbos por la arena
como quien lleva a su mujer en brazos.


Eliseo Alberto Diego.

sábado, 17 de noviembre de 2018

UN PADRENUESTRO......

"Padre Nuestro, que estás en las flores, en el canto de los pájaros, en el corazón latiendo; que estás en: el amor, la compasión, la paciencia, y en el gesto del perdón.

Padre Nuestro, que estás en mí, en mi familia, en mis amig@s, que estás en ese que yo amo, en ese que me hiere, en aquel que busca la verdad...

Santificado sea tu Nombre adorado y glorificado, por: todo lo que es bello, bueno, justo, honesto, de buen nombre y misericordioso.


Venga a nosotros tu reino de paz y justicia, fe, luz, amor. Se el centro de mi vida, mi hogar, mi familia, de mi trabajo, de mi estudio....

Hágase tu voluntad, aunque mis ruegos reproducen a veces más mi orgullo, mi ego, que mis necesidades reales.

Perdóname todas mis ofensas, mis errores, mis faltas.mis pecados y ofensas contra ti, contra mi mismo y contra los que me rodean, Perdona cuando se vuelve frío mi corazón;

Perdóname, así como yo con tu ayuda, perdono a aquellos que me ofenden, incluso cuando mi corazón está herido.

No me dejes caer en las tentaciones de los errores, de los vicios, de la crítica, el juicio, el chisme, la envidia, la soberbia, la destrucción, el egoísmo....

Y líbrame de todo mal, de toda violencia, de todo infortunio, de toda enfermedad. 
Líbrame de todo dolor, de toda tristeza, angustia y de toda desilusión.

Pero, aún si tales dificultades ves que son necesarias en mi vida, que yo tenga la fuerza y el coraje de decir: ¡Gracias, Padre, Señor Rey del Universo por esta lección! 
¡¡¡Que así sea!!!"

LA RELIGIÓN EN LAS REDES

"Fundamentalismo es el nombre que recibe la corriente religiosa o ideológica que promueve la interpretación literal de sus textos sagrados o fundacionales (por encima de una interpretación contextual), o bien la aplicación intransigente y estricta de una doctrina o práctica establecida".

Hoy encontré en facebook dos noticias compartidas sobe el mismo tema. En una se presentaba un supuesto descubrimiento: que nadie nace homosexual, porque no se ha encontrado en el mapa genético humano, un gen gay. La segunda, que padres franceses están protestando contra la enseñanza de la teoría de genero, dejando de enviar a sus hijos a la escuela una vez al mes. Dicen que quieren volver a los niños homosexuales. 

Este tipo de noticias encuentra eco en alguna personas religiosas, que las reproducen con cierto gozo, como si vinieran a confirmar sus propias posturas fundamentalistas. A veces pongo algo en los comentarios, pero otras paso, porque me resulta absurdo tener que dar argumentos que me parecen evidentes, y están avalados por la experiencia de una buena parte de la humanidad.

 Creí siempre, y así lo constataba en el entorno en que vivía la fe, que lo católico era más plural y dialogante que otras denominaciones cristianas; pero en el contexto actual en que vivo no es así. Escucho algunos predicadores en las redes que no tienen nada que envidiar a los más exaltados y fundamentalistas pastores evangélicos, y que además carecen de la cultura necesaria para que su prédica se sostenga sobre argumentos serios y defendibles ante cualquier persona medianamente instruida.



Ante esas ideas,  cómo puede uno defender la religión ante sus críticos? Cómo decirles que es bueno tener fe y que la Iglesia es necesaria en el mundo para conducirlo a un tiempo mejor, de mayor justicia y paz? Otros, con una postura religiosa definida, defienden las peores causas políticas, se apuntan a la burla cruel del diferente, satanizan todo intento de renovación social, o de superación de prejuicios.  Claro que, del lado contrario, es decir del laicismo militante, llegan ideas y opiniones tan extremistas y absurdas como las anteriores, y entonces me acuerdo del tiempo en que creía que el mundo iría siempre a mejor.


Tengo claro que la religión puede ayudar a promover las mejores y las peores causas, de ahí la importancia de un buen discernimiento, de la necesaria cultura y formación humana para no vivir la fe al margen de la realidad. Es lo que intento cada día, y lo que busco promover, pero a veces me resulta muy difícil defender mi condición de ministro católico ante personas no creyentes cuando me muestran lo que algunos dicen o hacen en nombre de esta misma fe. 

miércoles, 14 de noviembre de 2018

SANTOS Y AMIGOS

"Si nos volvemos adictos a lo exterior, nuestra inte­rioridad vendrá a acosarnos. Nos dominará la sed y nin­guna imagen, persona o acto podrá saciarla. Para estar completos, debemos ser fíeles a nuestra compleja vulnera­bilidad. Para conservar el equilibrio, debemos mantener unido lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, lo co­nocido y lo desconocido, lo temporal y lo eterno, lo anti­guo y lo nuevo. Nadie puede afrontar esta misión por noso­tros. Cada cual es umbral, único e irrepetible, de un mundo interior. Esta integridad es santidad. Ser santo es ser natu­ral, acoger los mundos que encuentran equilibrio en ti. De­trás de la fachada de la imagen y la distracción, cada uno es un artista en este sentido primigenio e inexorable. Cada uno está condenado y tiene el privilegio de ser un artista interior que lleva consigo y da forma a un mundo único.
La presencia humana es un sacramento creativo y tur­bulento, un signo visible de la gracia invisible. No existe otro acceso a misterio tan íntimo y aterrador. 

La amistad es la gracia dulce que nos libera para afrontar esta aventura, reconocerla y habitarla .La amistad es una fuerza creadora y subversiva. El viaje humano es un acto continuo de transfiguración. Afrontados con amistad, lo desconocido, lo anónimo, lo negativo y lo amenazante nos revelan poco a poco su secreta afinidad. El ser humano, en tanto que ar­tista, está siempre activo en esta revelación. La imagina­ción es la gran amiga de lo desconocido. Invoca y libera constantemente el poder de la posibilidad. Por consi­guiente, no se ha de reducir la amistad a una relación excluyente o sentimental; es una fuerza mucho más ex­tensa e intensa".


EL LIBRO  DE LA  SABIDURÍA  CELTA 

JOHN O´DONOHUE

sábado, 10 de noviembre de 2018

PARA ESTE DOMINGO (XXXII, ciclo B): Historias de dos viudas...

Tres ideas para confrontar las tres lecturas de este domingo XXXII en la liturgia católica, en la que aparecen dos historias protagonizadas por mujeres viudas, representantes de un estamento social pobre y dependiente. 

1. 1 Reyes 17, 10/16: Elías y la viuda de Sarepta. El pobre no se aferra ni se reduce a lo que tiene. Vive más en la esperanza de lo que enriquece a la larga que en lo que remedia la falta del instante. Quien no hace de lo poseído el bien último, sino de lo esperado, tiene ya lo que espera, sin perder lo primero.

2. Hebreos 9, 24/28.  Cristo se ha ofrecido por nuestros pecados. Entre la primera y la segunda venida de Cristo hay todo un proceso de salvación: la segunda vez aparecerá para salvar definitivamente. por consiguiente la salvación no es una cosa hecha, que baja del cielo, sino todo un camino que hay que recorrer a través de los avatares de la historia humana.

3. Marcos 12, 38/44. Los escribas Vs. la viuda en el templo. La escala de valores que ofrece el Evangelio va en razón inversa a la escala con la que suele vivir el mundo. Y a veces la misma Iglesia e mundaniza y admite en su seno el protocolo mundano. De ahí que una auténtica conversión, a nivel eclesial, implica la restitución de la primacía y del protagonismo de los pobres, los oprimidos, los últimos de la sociedad en la que vivimos. 

Cristo se entregó totalmente, una sola vez, para beneficio de todos, mujeres y hombres. Nosotros siempre nos entregamos a medias, a pedacitos, regateando nuestra entrega.  En la Eucaristía celebramos y actualizamos la entrega de Cristo, mientras pedimos fuerzas para ejercer la nuestra

ORACIÓN: Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

(Ideas tomadas del MISAL DE LA COMUNIDAD I).

viernes, 9 de noviembre de 2018

LA MÍSTICA COTIDIANA

"Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre todas las demás esperanzas particulares, 
que abarca con su suavidad y con su silenciosa promesa todos los crecimientos y todas las caídas.

Cuando se acepta y se lleva libremente una responsabilidad donde no se tienen claras perspectivas de éxito y de utilidad.

Cuando un hombre conoce y acepta su libertad última, que ninguna fuerza terrena le puede arrebatar, 
cuando se acepta con serenidad la caída 
en las tinieblas de la muerte 
como el comienzo de una promesa que no entendemos.

Cuando se da como buena la suma de todas las cuentas de la vida que uno mismo no puede calcular 
pero que Otro ha dado por buenas, 
aunque no se puedan probar.

Cuando la experiencia fragmentada del amor, 
la belleza y la alegría 
se viven sencillamente y se aceptan como promesa del amor, la belleza y la alegría, 
sin dar lugar a un escepticismo cínico como consuelo barato del último desconsuelo.

Cuando el vivir diario, amargo, decepcionante y aniquilador se vive con serenidad y perseverancia 
hasta el final, aceptado por una fuerza cuyo origen no podemos abarcar ni dominar.

Cuando se corre el riesgo de orar en medio de tinieblas silenciosas sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibimos una respuesta 
que se pueda razonar o disputar.

Cuando uno se entrega sin condiciones y esta capitulación se vive como una victoria.
Cuando el caer se convierte en un verdadero estar de pie.
Cuando se experimenta la desesperación y misteriosamente se siente uno consolado 
sin consuelo fácil.

Cuando el hombre confía sus conocimientos y preguntas al misterio silencioso y salvador, 
más amado que todos nuestros conocimientos particulares 
convertidos en señores demasiado pequeños para nosotros.

Cuando ensayamos diariamente nuestra muerte e intentamos vivir como desearíamos morir: 
tranquilos y en paz. 

Cuando… podríamos continuar durante largo tiempo.
Allí está Dios y su gracia liberadora. Allí conocemos a quien nosotros, cristianos, llamamos Espíritu Santo de Dios. Allí se hace una experiencia que no se puede ignorar en la vida, aunque a veces esté reprimida, porque se ofrece a nuestra libertad con el dilema de si queremos aceptarla o si, por el contrario, queremos defendernos de ella en un infierno de libertad al que nos condenamos nosotros mismos.

Esta es la mística de cada día, el buscar a Dios en todas las cosas. Aquí está la sobria embriaguez del Espíritu de la que hablan los Padres de la Iglesia y la liturgia antigua y a la que nos está permitido rehusar o despreciar por su sobriedad".

(Karl Rahnehr, Experiencia del espíritu)
Tomado de : Pastoral SJ (FB).

sábado, 3 de noviembre de 2018

EN EL SENCILLO JARDÍN DE DIOS.

La pregunta que el Evangelio de este domingo me sugiere es esta: Qué es lo esencial en nuestra fe, y por supuesto, en nuestra vida? Partimos siempre de que la fe habla y apunta a la vida, y que la vida cobra un sentido más pleno desde la fe. Con la práctica religiosa no podemos escapar de la vida, aunque a veces es una tentación, sino abrazarnos a ella y trabajar en ella por el Reino. 

Pero sucede que a veces la práctica religiosa se llena de tantos preceptos, mandatos, ritos, sugerencias, ordenanzas, que al final estamos metidos en una complicada red, en un bosque intrincado y oscuro, en el que acabamos completamente perdidos. Le pasaba a los judíos en tiempos de Jesús, y todo era con la mejor de las intenciones, por supuesto: para que el cumplimiento del decálogo fuera más perfecto, para alabar mejor a Dios en la vida diaria. 

Jesús quiere devolvernos a ese momento fundacional, a lo claro y diáfano del acto religioso: Qué es lo más importante? Dios y el prójimo. Así, sin largas explicaciones, acudiendo a ejemplos sencillos de la vida cotidiana, a historias de todos los días. Pero importante, y mejor todavía: Jesús vincula estos dos elementos esenciales de forma muy estrecha; no puede haber amor a Dios sin amor al prójimo, y amar al prójimo sin reconocer su filiación divina acaba siempre quitándole dignidad, manipulándole

Nosotros, en nuestra práctica cristiana, padecemos también de estos mismos problemas, que siguen siendo muy actuales: nos preocupamos en demasía por detalles litúrgicos, ponemos el acento en aspectos secundarios de la fe, o los mal interpretamos, y así perdemos de vista lo esencial, lo que es realmente importante para que no nos perdamos en el bosque intrincado de las prácticas religiosas, y disfrutemos con espíritu libre y amoroso del sencillo jardín de Dios.

Un ejemplo de esto, solo un ejemplo, es lo ampuloso del lenguaje litúrgico que utilizamos en las oraciones, rituales y mandatos eclesiales, y ahora es mucho peor con las nuevas oraciones del recién publicado Misal Romano, en su nueva versión. Terminamos creyéndonos en el antiguo templo de Jerusalén, ya desaparecido, y no en ese templo nuevo que es la comunidad fraterna, que da gracias a un Padre en el cielo que nos ha llamado hijos y hecho hermanos en el Hijo, nuestro Señor  y Maestro, Jesucristo.

viernes, 2 de noviembre de 2018

EN EL AMOR NADA SE PIERDE.

Nosotros somos hijos de razón, y queremos explicarlo todo, también a Dios. Por eso a menudo nos complicamos con racionalizaciones acerca de su ser y de su obrar, y al final terminamos más confundidos que antes, y sobre todo más distantes de una experiencia real de lo divino. No niego que a Dios podamos acceder de algún modo a través de la razón, del conocimiento, y de hecho siempre digo que este es necesario para que la religión no se vuelva fanática o violenta. Pero es en el amor donde mejor podemos entender el misterio de Dios, y entenderlo con el corazón. Y es el amor el que puede explicar, sin explicar, ese misterio. Un amor que une, que sana, que salva, que resucita. Amor que es vida, y vida verdadera, plena, compartida. Ahí es donde puedo abrazar la realidad de la muerte, del final de la vida que nos es dada y que perdemos luego día a día. La vida hermosa que a menudo se nos arrebata; la nuestra para dolor de otros, y la de otros, muy queridos, para dolor nuestro. La fe nos dice que el amor venció a la muerte, que la muerte no tiene la última palabra, que hay una puerta, estrecha sí, pero abierta siempre, para regresar al mismo sitio de donde vinimos. Regresar al amor, donde nada se pierde, donde nada es inútil, donde todo encuentra sentido. 
 Hoy quiero ponerlo todo en manos del amor que es Dios, y de Dios que es amor. Creo que en Él, lo que parece pérdida, se vuelve ganancia; lo que parece oscuridad, se vuelve luz; lo que parece dolor, se vuelve vida.
 Y eso que llamamos muerte, no es sino el descanso para empezar de verdad la carrera interminable de una vida nueva, que solo puede ser entendida desde un amor abundante, pleno, y por supuesto, siempre compartido.

jueves, 1 de noviembre de 2018

UN CORAZÓN ILUMINADO

“Ser iluminado es ver detrás de todas las formas que la vida adopta al Dios que las mantiene en la existencia. La iluminación ve también, detrás de las formas, imágenes y lenguajes que intentan personalizar a Dios, al Dios que es demasiado personal, demasiado grande, para ser una única forma o un único nombre.
La iluminación nos lleva, más allá de nuestra mentalidad provinciana, a la presencia de Dios en todas partes, en todo el mundo, en el universo. La iluminación prescinde del color, desdeña el género, libera los talentos y escucha otras voces, no la suya, precisamente por no ser suya.
Ser iluminado es estar en contacto con el Dios en nosotros y a nuestro alrededor, en nuestra persona y en los demás, más que estar integrado en un camino concreto, en una manifestación determinada, en una construcción denominacional o nacionalista o en una identidad sexual, por buena y bienintencionada que sea esa forma benigna de irreligiosidad.
Dios es luz radiante, fuego resplandeciente, espíritu asexual, viento incoloro. Dios es el imán de nuestra alma, el aliento de nuestro corazón, la materia de nuestra vida. Dios no es el pigmento ni la bandera ni el género de nadie. Y quienes otorgan identidad a su Dios según algún de estas credenciales hacen un nuevo ídolo en el desierto. Para ser iluminados debemos dejar que Dios nos hable a través de todas las cosas, y de todas las personas, mediante las cuales Dios resplandece en la vida”.

“La persona con el corazón iluminado es consciente de que las preguntas de nuestro tiempo no pueden responderse con la limitada visión del pasado”.

Joan Chittister, OSB
Odres nuevos. Antología de una visión espiritual
Sal Terrae, 2003