miércoles, 28 de junio de 2023

BUSCANDO LA FELICIDAD

"En nuestra sociedad moderna, a menudo estamos inmersos en un constante estado de prisa y estrés. Nos presionamos para alcanzar metas y objetivos, nos preocupamos por el futuro y nos dejamos llevar por las expectativas de los demás. En medio de este torbellino, es fácil perder de vista lo que realmente nos hace felices.

Tomarse el tiempo para reflexionar y evaluar nuestras vidas es crucial para encontrar la tranquilidad y la felicidad verdaderas. Necesitamos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Qué es lo que realmente valoro en la vida? ¿Qué me hace sentir en paz y pleno? Estas preguntas nos ayudan a descubrir nuestras prioridades y a centrarnos en lo que realmente importa.

La sociedad a menudo nos dicta un camino predefinido hacia la felicidad, pero la verdad es que cada persona tiene su propia definición de lo que significa ser feliz. Algunos encuentran la felicidad en el éxito profesional, otros en relaciones personales satisfactorias, mientras que otros la encuentran en la conexión con la naturaleza o el desarrollo personal. No hay una fórmula universal para la felicidad, y es importante reconocer y respetar nuestras propias necesidades y deseos.

Es importante recordar que el camino hacia la felicidad no siempre es lineal y puede requerir paciencia y perseverancia. No se trata solo de llegar a un destino, sino de disfrutar del viaje. A veces, necesitamos explorar diferentes caminos, experimentar con nuevas actividades y aprender de nuestros errores para descubrir lo que realmente nos hace felices".

Tomado de Facebook (barefoot.nomad)

martes, 27 de junio de 2023

EUCARISTÍA: DETALLES MENORES, PERO SIGNIFICATIVOS

 

La Eucaristia es el sacramento más importante, y participar en él cada domingo nos identifica como cristianos; sin embargo, cuantos hay que se dicen a sí mismos "católicos" y no van regularmente a celebrar su fe el domingo con la comunidad. 

La misa empieza con el templo medio vacío, y luego se va llenando poco a poco, mientras transcurre la celebración; es una vez a la semana, y sin embargo no nos esforzamos por llegar a tiempo, y salimos luego de prisa sin saludar a nadie.

Cuando faltamos un domingo a la eucaristía, el domingo siguiente queremos confesarnos antes de comulgar, pero no venimos antes para hacerlo, sino que estamos en la fila de la confesión o hablando largamente con el sacerdote mientras transcurre la misa. Y volvemos a estar ausentes de la celebración. Nos parece importante confesarnos para comulgar, pero al parecer no es tan importante escuchar la Palabra o la homilía, o incluso entramos al confesonario cuando empieza el momento de la consagración.

En el momento de la consagración, muchos que están presentes no están atentos al altar; lamentablemente permanecen entretenidos, mirando a otro lado, como si lo que sucede en frente de ellos no sea importante ni significativo. 

A veces la persona que se acerca a comulgar lo hace con poca o ninguna unción; la forma consagrada se recibe con la mano abierta o en la boca, pero no estira uno la mano para agarrarla. A veces la forma consagrada cae al suelo porque no hay el suficiente cuidado para recibirla. 

¿Sabe la persona que comulga lo que está haciendo y lo que esto significa, cuando luego de recibir a Cristo en la comunión va y se arrodilla delante del sagrario a rezar?

Algunas personas llegan al final de la celebración, y van a pedirle al sacerdote o a un ministro que les de la comunión, como si recibirla fuera algo independiente, sin nada que ver con lo que se ha celebrado. 

Fray Manuel de Jesús, ocd

jueves, 22 de junio de 2023

EUCARISTÍA: EL TODO ES MÁS QUE LA PARTE

En una página web que recibo vía e-mail, por razones que no voy a explicar ahora, leo el siguiente relato, relacionado con la eucaristía, un tema sobre el que reflexiono con frecuencia, como puede constatarse en este mismo blog:

"Ocurrió hace 15 años, un jueves Eucarístico. El tiempo ha pasado, pero el recuerdo sigue vivo en mi interior. Es el momento de la santa comunión. Los fieles se ponen en fila. Soy el quinto y estoy cerca del sacerdote.

Rezo. Agradezco.

«¿Cómo un Dios se rebaja a esto?» Me pregunto. El sacerdote le mueve a su voluntad y nosotros lo recibimos. Es algo demasiado grande para comprenderlo.

«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed.» (Juan 6, 35)

Incapaz de comprender la grandeza del momento que se avecina, le doy gracias por permitirme a mí, un pecador, tocarlo, estar con Él, comer el pan de la vida.

Avanzo lentamente. Escucho al sacerdote decir:

“El cuerpo de Cristo”.

Y yo pienso:

“Qué maravilla Señor… Eres tú, verdaderamente”.

Una hostia resbala de la mano del sacerdote. Ocurre súbitamente. La veo caer en cámara lenta y me duele hondo el alma.

¡Es Jesús!

No lo pensé siquiera, me lancé para atraparla, que no tocara el piso, que nadie sin querer la mancillara.

No llegué a tiempo. Me arrodillé frente a Jesús que yacía en suelo. Le pedí perdón e imploré su amor.

¡Mi dulce y buen Jesús!

La recogí con gran devoción y la deposité nuevamente en las manos del sacerdote quien sonrió amablemente y me dijo en voz baja: “Gracias”.

Volví a mi puesto en la fila y esperé mi turno para comulgar.

A partir de ese día empecé a fijarme cuando en alguna parroquia usan la bandeja de comunión. Me intrigaba saber si caen partículas de hostia consagrada. Efectivamente. He visto algunas bandejas llenas de partículas de todos los tamaños. Allí está Jesús.

Es casi inevitable… si no se usa la bandeja de comunión o la patena, para prevenirlo, Jesús caerá al suelo".
 
Seguramente a muchos les dará devoción este relato y encenderá su piedad, pero en realidad este modo de entender la Presencia de Jesús en la Eucaristía no expresa plenamente la fe de la Iglesia. El papa Francisco suele usar una frase que viene ahora a mi mente: El todo es más que la parte. Jesús está presente en la Eucaristía, es decir, cuando nos reunimos en su nombre, convocados por él, para compartir su palabra y su mesa. La comunidad de fe es el lugar donde está presente Jesús en primer lugar (Es el "Cuerpo de Cristo"). No es el sacerdote el que hace la eucaristía: la preside, pero también el sacerdote es convocado por Jesús y forma parte de su comunidad, en la que Jesús está presente, y dentro de la cual ejerce su ministerio 

Las formas consagradas en la misa, pan y vino, son el signo sacramental de esa presencia; son la parte que refiere al todo.Jesús no está encerrado en la Hostia, ni el sacerdote "lo mueve a su voluntad", ni se rebaja Jesús para dejarse comer por nosotros. Al contrario, comulgar expresa nuestra "comunión" con Jesús, nuestro ser parte de él, en su Iglesia, formada por pecadores amados y perdonados.
 
La Iglesia es sabia y es sobria, y el mismo autor de este relato lo reconoce así en otro artículo que escribe sobre el mismo tema: cuando una forma consagrada cae al suelo, en el momento de dar la comunión "el sacerdote se inclina, la toma con devoción y la consume. Luego sigue distribuyendo la Sagrada Comunión"Es lo que debe hacerse, y no formar aspavientos exagerados, como he visto hacer alguna vez, hasta pasar la lengua por el sitio donde la forma consagrada estuvo en el suelo, o correr a pasar un paño húmedo, evitando que nadie vaya a pasar por el lugar. Eso es tomar la parte por el todo

Veo con tristeza que, mientras crece este tipo de piedad, acompañada por una atención cada vez mayor a la adoración a Cristo en las formas sacramentales conservadas en el sagrario, la Misa o Eucaristía dominical sigue siendo una mera rutina de cumplimiento para muchos católicos. Y aun peor, mientras nuestra piedad eucarística crece de esa manera, nuestra ceguera ante Jesús en el prójimo, en el pobre, en el extraño, es cada vez mayor. Todas esas exageraciones piadosas resultan por ello más difíciles de entender.

Hablar de "mancillar a Jesús"...de "pedirle perdón" por algo que humanamente puede suceder, y sucede, es a mi parecer una exgeración, pero además no refleja el verdadero sentido del "estar en comunión" y saber Presente a Cristo en ese espacio comunitario. No es necesario estar vigilando al sacerdote cuando da la comunión, por si puede caer una partícula del pan consagrado al suelo; es más importante estar atentos a los muchos cristos que a nuestro alrededor, sufren y padecen, caen y son pisoteados. 

Jesús está en su Iglesia, y cada comunidad que celebra es la Iglesia toda, el Cuerpo de Cristo. Ahí está presente, y en su Palabra, y en la Mesa del banquete pascual, donde se nos recuerda una y otra vez que somos hijas e hijos amados de Dios, en los que Dios se complace. El Pan y el Vino, convertidos para nosotros en Cuerpo y Sangre de Cristo, son el signo sacramental de esa Presencia viva, y como hizo Jesús por nosotros, se parten, comparten y se comen, para transformarnos a nosotros también en comunión, hostia, pan, para ser comidos en el servicio del Reino. 

No comparto esta reflexión para incomodar o molestar a nadie, pero me provoca como cristiano, cada vez que el Misterio hermoso de la Eucaristía no se entiende y vive en toda su plenitud. Repito: El todo es más que la parte. Sacramento es la celebración toda, y dentro de ella están los signos sacramentales. Jesús está realmente Presente en esos signos, también en la Palabra que se proclama, porque está presente en la comunidad de fe reunida en su nombre. A Jesús no podemos encerrarlo ni limitarlo a ningún lugar. Jesús está vivo, en medio de la Vida, y nos sigue salvando y redimiendo. Más que piedad, necesitamos espiritualidad.

Fray Manuel de Jesús, ocd.