sábado, 30 de noviembre de 2019

PROFETAS DE SU TIEMPO

Los profetas son los que toman la vida como es y la expanden. Simplemente, se niegan a encoger una visión del mañana para que  encajara en los límites del ayer.

Los profetas –todos ellos–, cuando llegaron al cruce de caminos, cuando llegaron a una oportunidad de asentarse allí, de dejarlo, de aceptar lo que había, eligieron, en cambio, seguir adelante.

A pesar de todo, si no con una sensación de éxito total e inmediato, sí como sirenas en la noche, como sembradores de semillas arrojadas lejos, como agitadores eternos en el alma de la nación, como antorchas en la turbiedad de la confusión, eligieron seguir adelante, iluminando para los demás la eterna Palabra de Dios siglo tras siglo.

Eligieron seguir gritando el mensaje en el que se basaba el futuro y del que dependía la gente para encontrar el camino de salida de la oscuridad a la que la había condenado un liderazgo fracasado.

Esas personas proféticas –personas exactamente como nosotros: sencillas y sinceras, animosas e inspiradas–, esos cultivadores de fruta como Amós y pequeños negociantes como Oseas, esos sacerdotes y pastores, esos teólogos y escritores y soñadores como Isaías y Ezequiel, esos amantes atormentados y testigos sufrientes no hicieron, ciertamente, elecciones pequeñas.

Eligieron el coraje; eligieron la expansión del alma; eligieron jugarse la vida por lo que debía haber, en vez de apostar su comodidad a lo que había.

¿Y qué les pasó por el hecho de importarles más estas cosas que la preservación del pasado?

Fueron exiliados, condenados públicamente, perseguidos, ridiculizados e ignorados. Eso es lo que pasó.

¿Y qué hicieron al respeto? Continuaron.

¿Y cómo pudo ser así? Fácil: estaban más comprometidos con la Palabra de Dios que con la aprobación de aquellos que se decían guardianes de la Palabra de Dios pero traicionaban su sentido.

Estaban más comprometidos con el compromiso que con la aprobación social. Estaban más entregados a la fe en Dios que a la fidelidad al sistema. Estaban más llenos de esperanza en el futuro que de miedo al dolor del presente. Estaban más comprometidos con la Palabra de Dios que con el temor de los que hablaban por la institución pero decían hablar por Dios.

Estaban más comprometidos con las cuestiones nuevas que con las cuestiones viejas. Eran gente de su tiempo. Y preferían quedarse solos con Dios solo.

Su fe iba más allá de la teología institucional, hasta el Dios cuya voluntad para con la institución era que no solo preservara la palabra sino que la viviera.

Vivían muy en el presente por un futuro que sabían que no sería el suyo. Y nos llaman a hacer lo mismo.



JOAN CHITTISTER
–Call to Action, discurso de apertura, 7 de noviembre de 2010

lunes, 25 de noviembre de 2019

PARA VIVIR EL ADVIENTO...

"ADVIENTO es  el tiempo oportuno y privilegiado para escuchar el anuncio de la liberación de los pueblos y de las personas. En él se percibe una invitación a dirigir el ánimo hacia un porvenir que se aproxima y se hace cercano, pero que todavía está por llegar. Tiempo para descubrir que nuestra vida pende de unas promesas de libertad, de justicia, de fraternidad todavía sin cumplir; tiempo de vivir la fe como esperanza y como expectación, tiempo de sentir a Dios como futuro absoluto del hombre".

Este tiempo litúrgico tiene cuatro domingos, y en cada uno de ellos encendemos un cirio en nuestra celebración (y también si queremos en nuestras casas, con la familia), y comenzamos la Eucaristía con una oración, que llamamos "colecta", porque recoge el sentir de la asamblea y de toda la Iglesia. Las comparto a continuación:

Primer domingo: "Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno" (Siempre Cristo viene a nosotros; actualizar nuestro salir, que se hace concreto en compromisos de vida y justicia). 

Segundo domingo: "Señor todopoderoso, rico en misericordia,  cuando salimos animosos al encuentro de tu hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida" (Que nuestra búsqueda de lo trascendente no se vea entorpecida por lo  transitorio y temporal, sino que estas cosas nos ayuden a alcanzar la vida plena).

Tercer domingo: "Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante" (Actitudes fundamentales: esperanza y alegría). 

Cuarto domingo: "Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección" (La Encarnación y la Resurrección están conectadas; renacer para vivir, triunfando sobre la muerte y el pecado).


Como pueden notar en esas oraciones hay unas frases o palabras resaltadas en color rojo que recogen lo esencial de ellas, y a partir de las cuales podemos reflexionar de modo personal. Hablan de salir, de esperar con fe, de superar obstáculos, de alegría; hablan de encarnación y resurrección como dos realidades conectadas, y hablan de gracia, de regalo, de don, de fiesta. ¿Cómo insertar todo eso en nuestra propia vida?


En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.

A quien todos los profetas anunciaron, 
la Virgen esperó con inefable amor de madre;
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.

El mismo Señor nos concede ahora
prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en  oración
y cantando su alabanza.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles,
y con todos los coros celestiales
cantamos sin cesar el himno de tu gloria...


En cada Eucaristía dominical leemos tres lecturas y un salmo. La primera lectura en los cuatro domingos de este ciclo está tomada de ISAÍAS; la segunda lectura, de ROMANOS, salvo el tercer domingo que leemos a SANTIAGO; el Evangelio es el de MATEO los cuatro domingos. Los protagonistas de este tiempo: Isaías, Juan Bautista (que aparece en el Evangelio del segundo y tercer domingos), y María

Veamos las antífonas de los Salmos:
1. Que alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor (121).
2. En sus días florecerá la justicia y brillará la paz (71).
3. Ven, Señor, a salvarnos (145).
4. Que entre el Señor, el rey de la gloria (23).

 También podemos apreciar en ellas una gradualidad, es decir, un camino que comienza con el anhelo y termina con la llegada de Jesús. Pueden servirnos como jaculatorias durante la semana.

Cada domingo y cada semana trae su propio mensaje, que se integra al mensaje general de este tiempo, y a través de la rica imaginación de Isaías, de las fuertes palabras del Bautista, o las exhortaciones de Pablo y Santiago, llegamos a disponernos, como MARÍA, para que también en nosotros se encarne la Palabra.  Ella es la que hace que nuestra espera sea fecunda.

 La duda  que corroía al Bautista nos inquieta también a nosotros a menudo, pero son las obras de Dios, las que realizamos día a día, las que responden: ayudemos con una vida justa a que Dios no deje de nacer entre nosotros.

jueves, 21 de noviembre de 2019

DOMINGO DE CRISTO REY

El último domingo del tiempo ordinario la Iglesia celebra la solemnidad de Jesucristo, rey del universo. Esta fiesta, más conocida como Cristo Rey, fue instaurada por Pío XI el 11 de marzo de 1925. Apareció en el contexto histórico y social de una Iglesia sola e inerme frente al auge republicano y anticlerical de los países europeos. No olvidemos que las monarquías eran tradicionalmente cristianas y que los eclesiásticos se declaraban monárquicos. 

 Es fiesta de un título de Cristo correspondiente a una ideología, hostil a la secularización del mundo moderno y nostálgica de la cristiandad medieval.  Se revaloriza el título de Jesús como Rey de reyes, con la pretensión de que los Estados reconozcan pública y oficialmente a Jesucristo Rey, mediante consagraciones hechas por el primer mandatario de la nación. Ante los nuevos parlamentos, la Iglesia pretende defender sus derechos a través de partidos políticos cristianos y de centrales sindicales católicas. No se admitía la autonomía del mundo, se defendía el poder temporal de los papas y se exaltaba la autoridad de la Iglesia institucional hasta límites increíbles. 

 Como Jesús es Rey, se concluía que la Iglesia ha de ejercer la realeza con todas sus consecuencias relativas a derechos, privilegios e influencias.  Otros pretendían espiritualizar la realeza de Jesús considerado Rey de las almas, sin conexión alguna con lo social y lo político. Jesús era mero guía espiritual. 


Después del Concilio Ecuménico Vaticano II debemos situar la fiesta de Cristo Rey en un nuevo contexto social, dentro de las perspectivas litúrgicas del Viernes santo. El mundo posee su autonomía propia, no pertenece a la Iglesia.  Sólo desde la fe podemos afirmar que Jesucristo es Señor del mundo y de los hombres. 

 También debemos revisar nuestra concepción cristiana de la Iglesia y, en concreto, las relaciones de esta con el Estado. La Iglesia ha de ser libre e independiente de todo poder civil. Su misión incide en las realidades temporales, aunque desde el ángulo de lo específicamente evangélico, ya que el ejercicio del profetismo es tarea esencial cristiana. 

 La realeza de Cristo no se visibiliza en la Iglesia por sus poderes o su resplandor, sino por la justicia, el servicio y la caridad.

Oración

 Dios, Padre todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu hijo muy amado, Rey del Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu infinita misericordia y te glorifique sin fin.

Lecturas: Segundo Libro de Samuel 5, 1-3; Salmo 121; Colosenses 1, 12-20; San Lucas 23, 35-43.

"El triunfalismo eclesial es una renuncia al misterio de la cruz"

(Tomado del MISAL DE LA COMUNIDAD)

martes, 19 de noviembre de 2019

ACERCA DEL CULTO EUCARÍSTICO

Estas notas son un resumen del Diccionario de Liturgia. La Iglesia desde hace unos años ya ha tratado de renovar el culto eucarístico, pero creo esto es válido sólo si tenemos en cuenta ciertos aspectos, de lo contrario, simplemente repetiremos viejos esquemas,superados luego del Concilio Vaticano II, y sería un retroceso (13 de junio de 2007).


Presentación:
La expresión culto eucarístico puede entenderse en dos sentidos: culto al Padre por medio de la celebración eucarística, supremo acto del culto cristiano; y culto al santísimo sacramento del cuerpo y de la sangre de Cristo, es decir, reconocimiento y adoración de la presencia eucarística del Señor, presencia definida como verdadera, real y substancial por el concilio de Trento. Ahora bien, este segundo sentido de la expresión culto eucarístico se desglosa también en dos momentos: durante la celebración de la misa y fuera de ella. Esta distinción no supone ruptura ni distanciamiento entre uno y otro momento, pues es en la celebración de la misa donde tiene su origen toda expresión de culto eucarístico.

Misterio eucarístico quiere decir la eucaristía en toda su integridad y amplitud “tanto en la celebración de la misa como en el culto de las sagradas especies”. Pero no siempre se ha tenido en cuenta la unidad y continuidad entre la misa y el culto eucarístico fuera de ella.

Aspectos históricos:
Las manifestaciones del culto eucarístico fuera de la misa, como la exposición del santísimo, las procesiones, la bendición eucarística, los congresos eucarísticos y otras formas de piedad pública y privada, constituyen una práctica propia de la iglesia de occidente, más exactamente de la iglesia católica; y nacieron entre los siglos IX y XII, cuando se produce un tránsito del simbolismo que caracterizaba a la doctrina eucarística de los santos padres, a una nueva corriente más realista y cosificante. 

Qué significó esto? Pues que se pasó de la consideración de la celebración de la misa en relación directa con el acontecimiento de la muerte del Señor a una atención casi exclusiva de la presencia de Cristo, es decir se perdió de vista la conexión entre la acción litúrgica y el hecho histórico salvífico que la sustenta.

Lo importante pasa a ser la presencia, y el recuerdo de la pasión y muerte se queda en alegoría. La misa se convierte en un acto cada vez más privativo del sacerdote, al que el pueblo asiste para conseguir dones y gracias para vivos y difuntos. La comunión es cada vez más rara e infrecuente. El desconocimiento del latín aísla la liturgia del pueblo, y esta carencia se suple con el DESEO DE VER LA HOSTIA, reforzado por una creciente tendencia afectiva hacia la humanidad de Cristo, propia de este momento histórico. 

Aquí está el origen de las primeras formas de culto eucarístico: ostensión y elevación de las especies, exposición prolongada del santísimo. La mirada se convierte en un acto de fe y adoración e incluso en un acto de comunión espiritual, pues algunos místicos consideraban que se obtenía idéntico beneficio espiritual que con la comunión sacramental.

A partir de este momento comienza a desarrollarse la piedad eucarística en todas las manifestaciones que hemos conocido y que recuerdan los de más edad. El deseo de CONTEMPLAR LA SAGRADA HOSTIA alcanzó rápida difusión a nivel popular, y cuando un moribundo no podía comulgar le llevaban el sacramento para que pudiera contemplarlo. Empieza a cobrar relieve el rito de la elevación y lo acompañan de campanas, luces y cantos, y se pierde poco a poco el sentido originario de realizar el propio ofrecimiento y la comunión con Cristo en ese momento de la misa.

A partir del siglo XI empieza a hacerse sobre el altar principal la reserva eucarística: sagrarios en forma de paloma, suspendidos o en pequeñas torres, que reciben el nombre de TABERNÁCULO., y poco tiempo después el uso de la lámpara, cuyo cuidado y mantenimiento estaba a cargo de las cofradías.

En 1264 el papa Urbano IV instituye para toda la iglesia la fiesta del Corpus Christi, convirtiéndola en una de las principales solemnidades del año, sobre todo después del concilio de Trento, cuando pasó a ser un signo del catolicismo, frente a la doctrina protestante. Otras devociones posteriores fueron las CUARENTA HORAS, la Exposición durante la misa, la adoración nocturna o perpetua, que tuvieron una orientación manifiesta de reparación hacia el Señor presente en el sacramento, hecho prisionero por nosotros, humillado y escarnecido por los pecados.

Desde comienzos del siglo XX se apreciaron síntomas de una crisis en el culto eucarístico fuera de la misa (disposiciones y reformas de Pio X y Pio XII), que se consumará después del vaticano II, pero que llevó a la par una mayor comprensión y estimación de la liturgia eucarística.

Elementos negativos:
Sin afectar la legitimidad de este culto, padecía no obstante de insuficiencias y acentuaciones propias del tiempo en que nació:
1- Posibilidad de convertirse en una realidad desgajada de la celebración eucarística.
2- Justificación autónoma a causa de una teología esencialista y apologética
3- Escasa participación del pueblo en la misa y la comunión sacramental.
4- Devocionismo e individualismo en lugar de nutrirse de las fuentes objetivas de la Palabra de Dios y la Tradición de los Padres de la Iglesia.

El vaticano II...  impregnó una nueva orientación al culto eucarístico, y nos ofreció unas importantes líneas teológicas a tener en cuenta:
1- El misterio eucarístico es el centro de la liturgia, y por lo mismo, de toda la vida cristiana. Por misterio eucarístico se entiende la eucaristía en la totalidad de sus aspectos, comenzando por la celebración del memorial del Señor. Esta celebración es también el centro de la vida de la iglesia local y universal.
2- La celebración eucarística es el punto de referencia y la clave de comprensión del culto a la eucaristía, es decir, el origen y el fin de todo culto eucarístico. La eucaristía está siempre destinada a la comunión, aunque mientras tanto, pueda recibir la adoración y el culto de los fieles.
3- La conservación de la eucaristía tiene como objeto primario y primordial la administración del viático, y como objeto secundario la distribución de la comunión y la adoración de Cristo, presente en el sacramento. Por tanto, el culto eucarístico debe conducir a una participación más plena y profunda en el misterio pascual, es decir: PARTICIPAR MÁS FRECUENTEMENTE EN LA EUCARISTÍA Y CON MÁS DISPOSICIÓN; y Practicar LA UNIDAD ENTRE EUCARISTÍA Y CARIDAD. El culto eucarístico no puede ser ajeno a la vida; debe haber continuidad entre eucaristía y servicio al hermano.
4- Armonizar el culto eucarístico con la estructura pascual, trinitario y celebrativo del año cristiano.
5- Importantes los signos que acompañan al culto litúrgico, para no opacar la centralidad de la misa (exposición debe ser después de la misa, no estar la reserva en el altar mayor, que no sea más solemne la exposición que la misa)

domingo, 17 de noviembre de 2019

EL DÍA DEL SEÑOR... ¿cerca o lejos? (Domingo XXXIII, C)


Cuando Lucas escribía su Evangelio las cosas iban mal para los cristianos de su tiempo: el templo de Jerusalén había sido destruido y la ciudad arrasada (sería casi como si eso sucediera hoy con Roma y la ciudad del Vaticano). El impacto fue grande, pues aquellos primeros seguidores de Jesús eran judíos, y mantenían s vínculo con el templo y la sinagoga. Para colmo, los cristianos estaban siendo expulsados de esos lugares, donde escuchaban y comentaban las Escrituras,  y perseguidos por las autoridades religiosas judías, y también por las romanas, y hasta muriendo como mártires de su fe.  Las familias se habían dividido y ocurrían los eventos naturales de siempre... en fin, que aquello parecía el fin del mundo, la gente se asustaba, y creía que era la tan anunciada segunda venida de Cristo

Entonces Lucas, recurre a un género bíblico, el apocalíptico, para darle un mensaje a la comunidad creyente por boca de Jesús, que puede resumirse en pocas palabras: 

Todavía no es el final, confíen en las promesas de Jesús, que les dará sabiduría y valor para enfrentar todo eso, y además tendrán oportunidad de dar testimonio. Y perseveren...

Hoy también nos inquietan y preocupan muchas cosas, tanto del mundo del que somos parte como de la Iglesia: guerras, conflictos, tragedias, divisiones, perdida de valores, y un largo etcétera... Y el temor y la angustia nos hacen pensar también: es el fin del mundo; y no faltan los profetas de calamidades, que avivan con leña nueva el miedo de siempre.  Jesús lo dice claro: No les hagan caso, no soy yo, no hablan en mi nombre.

El mensaje de Jesús, también con respecto al llamado "día del Señor", es BUENA NUEVA, invitación a confiar y a esperar. No tengan miedo, dice Jesús a los suyos una y otra vez. También lo difícil del camino se vuelve oportunidad, y como dice Malaquías, si vamos de la mano de Jesús nos iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas...

De cualquier modo, el mismo Señor que vendrá al final de la Historia sale a nuestro encuentro cada día. Preparémonos para celebrar el final de este ciclo litúrgico, ya el domingo próximo será la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo... y caminemos con alegría y paz, sirviendo a nuestro Dios en nuestros prójimos, sobre todo en los más pobres. No hay por qué temer que llegue "el día del Señor", al contrario; recemos para que Cristo venga: Ven, Señor Jesús...

Fray Manuel de Jesús.

EL EVANGELIO; LA RELIGIÓN Y LOS POLÍTICOS.


Si algo hay claro en las palabras de Jesús (Lucas 21, 12-19) es que sus discípulos no van a encontrar siempre buena acogida ante los gobernantes políticos. Por tanto, cuando los que anuncian el Evangelio encuentran buena acogida en quienes manejan el poder y el dinero, es probable que no están anunciando el Evangelio, sino otras cosas que, disfrazadas de Evangelio, en realidad nada tienen que ver con la propuesta de Jesús.

El mejor disfraz del Evangelio suele ser la "religión". Los hombres de la religión suelen tener la fuerte inclinación a entenderse bien con los poderes públicos que respetan, costean y promueven las instituciones religiosas y los actos de la religión. Los gobernantes que hacen eso mantienen buenas relaciones con los dirigentes religiosos y, por supuesto, jamás los persiguen. Por otra parte, como a grandes sectores de la población le interesa más la religión que en Evangelio, los gobernantes se dedican a promover la religión, por más que el Evangelio no se tenga en cuenta para nada.

 El hecho es que las cosas se han puesto de tal manera que ya resulta complicado saber si lo que buscan los los religiosos y protegen los políticos es el Evangelio, es la religión o son los intereses y conveniencias de todos. ¿No ha llegado la hora de poner las cosas en claro?

José María Castillo
La religión de Jesús

sábado, 16 de noviembre de 2019

LA HABANA CUMPLE QUINIENTOS AÑOS...


Cuando cumple La Habana, esa ciudad asentada en medio del Caribe, sus 500 años, vuelvo la mirada a mi propia historia de muchos menos años y repaso mis vínculos con ella. No había vuelto a pensarla, mas que de pasada, y siempre como lugar de tránsito hacia un papel o unos amigos, pero hubo tiempos en los que significó muchas mas cosas, cosas esenciales, importantes. Una conversación ayer con una amiga me hizo repensar todo eso: no entiendo el modo en que hoy algunos se suman a este aniversario, y me alegra poder mirarlo todo desde lejos, desde otra ciudad caribeña, también bañada por las aguas y hablando el mismo idioma. 

Y ayer también me preguntaba: ¿Cuándo perdió la Habana ese halo de emoción y de misterio que alguna vez tuvo para mi? Creo que fue el día en que la abandonè para encontrar refugio en otra urbe cubana, mas cálida y cercana, y también cuando me percatè que la Habana de mi vida y mi memoria ya no estaba, que fue tragada por el torrente implacable del período especial, y que los lugares mas queridos desaparecieron o mostraban sus ruinas en franco desespero.  Si la Habana  es de algún modo una "ciudad maravilla" es solo porque nos maravilla que todavía permanezca en pie, a pesar de la desidia, la suciedad y el abandono al que ha sido sometida. 

La Habana cumple 500 años, y los que hoy le rinden homenaje pasaran como pasaron tantos, mientras sus piedras, edificios y rincones centenarios permanecen, a pesar de todo, para dar testimonio de nuestras pequeñas huellas en ella, a los que vendrán después, a recorrer sus calles y desentrañar sus misterios. 

Puede, lo reconozco, que también sean los años que he vivido los que hayan cambiado mi mirada, ya incapaz de volver a descubrirla en sus nuevos modos de ser ella la capital de los cubanos.  Solo pido que San Cristobal, su velador, la lleve sobre sus hombros para seguir cruzando los torrentes agitados de la historia, y sobrevivir, a pesar de los que la habitan, como el faro que alumbra su Morro, para los que en el futuro toquen a su puerta, con las mismas ansias con que yo lo hice una vez, cargado de ilusiones. 

sábado, 9 de noviembre de 2019

ESPERAR CON ALEGRÍA Y PAZ EL ABRAZO DE DIOS (Domingo XXXII, C)

 El Evangelio de Lucas presenta el viaje de Jesús con sus discípulos a Jerusalén como un itinerario de aprendizaje, un camino de iniciación, en el que les va instruyendo, para que sean parte activa del proyecto de Dios. Ahora ya Jesús llegó a Jerusalén, entra en ella triunfalmente, expulsa a los mercaderes del templo y llora por el destino de la ciudad; luego polemiza con los diferentes grupos de poder, y en el texto que se propone para este domingo XXXII (C) lo hace con los saduceos, acerca de la resurrección. Pero también estamos llegando al final del año litúrgico cristiano y aparecen en las lecturas propuestas para nuestras celebraciones las realidades escatológicas: resurrección, juicio, vida eterna. 

 En los textos que se proclaman vemos el valor y la confianza de los mártires macabeos, que asumen la muerte sin miedo, sabiéndose en las manos de Dios. Luego, el salmista describe la muerte como un despertar, en el que contemplaremos el rostro de Dios. Pablo, sigue exhortando siempre a vivir en el bien, sabiendo que la fe no es de todos, y por ello el acceso a la vida plena de muchos depende de nosotros. Finalmente Jesús contesta a la pregunta capciosa que le hacen, con una frase lapidaria: Dios es Dios de vivos, no de muertos

Un paréntesis: "Los saduceos conformaban la elite económica, social y religiosa de la sociedad judía en tiempos de Jesús. Colaboracionistas con los romanos y estrictamente conservadores en lo religioso, únicamente aceptaban, como libro sagrado, el Pentateuco. En los relatos evangélicos apenas se narran encuentros de los saduceos con Jesús, pues se movían en ámbitos radicalmente diferentes: el del poder y el de la marginalidad. Los saduceos no creían en la resurrección, quizá porque no concebían una vida mejor que la que ellos mismos llevaban" (E.P.L).

El ser humano conoce su condición frágil y limitada, su anhelo de plenitud y permanencia, y se pregunta: ¿Qué pasará? ¿Todo termina con el morir? La fe nos dice que podemos CONFIAR en el AMOR de DIOS, amigo de la VIDA. El amor es más fuerte que la muerte y que el pecado (es decir, el mal que hay en nosotros, como personas y como humanidad), y por ello podemos ESPERAR (esperanza) en las promesas de vida que nos trajo JESÚS

 Nuestra ansiedad y nuestro temor hacen que queramos saber más sobre el "después", pero debemos recordar siempre que no hay palabras ni imágenes para hablar de lo que no conocemos ni podemos imaginar. Todo eso que decimos, leemos, proyectamos, acerca de una vida más allá de la muerte sería solo un pálido reflejo de la Realidad.  Por ello, lo mejor es abandonarse confiadamente, trabajar por el presente y esperar, con alegría y paz, el abrazo de Dios.


Tres notas complementarias:

1. A muchos, desde nuestra mentalidad presente, les resultará absurdo dejarse matar solo por no comer carne de cerdo; las mentalidades colectivas, ya sean ideológicas o religiosas, convierten en absolutos realidades temporales. Lo importante aquí es la fidelidad y la confianza de los jóvenes a una opción vital. 

2. Dice Pablo que "la fe no es de todos". Esto implicaría que nuestro anuncio del Evangelio no debe hacerse de manera triunfalista o impositiva, ni pensar que podemos "someter" pueblos enteros a la misma fe. El camino de Jesús se ofrece, y el recibido como una opción a elegir por la persona.

3. Recordar que la cultura y religión judaica son básicamente patriarcales, y la mujer es siempre propiedad del padre, el marido o los hijos; es decir, de un varón. Jesús no acepta esto y  sus propuestas van en una línea diferente.  En el pasaje del Evangelio parece que incluso en el Cielo las mujeres deberían tener a un varón como dueño; la respuesta de Jesús va en otra dirección: allí todos seremos iguales ante Dios. 

jueves, 7 de noviembre de 2019

LA ALEGRÍA DE DIOS

El capítulo 15 del Evangelio de Lucas recoge tres parábolas, dedicadas a explicar cómo se comporta Dios con los pecadores, perdidos y extraviados; la oveja que se pierde, la moneda que se pierde y el hijo perdido, y en los tres casos se habla de salir a buscar, de esperar a la puerta, y siempre de encontrar o recibir con ALEGRÍA. La alegría es un tema muy querido por Lucas y aparece en su Evangelio muchas veces, de principio a fin. 

Sin embargo, no es exagerado decir que las religiones no se han llevado bien con la alegría ni con el buen humor.Aparecen demasiado cargadas de solemnidad, que en la práctica se traduce en severidad. Abundan los rostros serios, las palabras cortantes, los juicios y las condenas, propio todo ello de quien se encuentra en el poder

 El Dios de Jesús es un Padre bueno, justo, bondadoso, alegre, que va detrás del que se pierde, y no para de buscar hasta encontrarlo, cargarlo sobre sus hombros y devolverlo al Hogar. Dios es alegría sin límites, gratuidad sin vuelta y amor sin exclusiones.

Así es el Dios en el que creemos, fuente de una alegría que nada ni nadie nos puede quitar, y que no se rinde nunca con nosotros. ¿no valdría la pena que procurásemos parecernos un poco al menos a ese Dios? Ser fuente de alegría para los que están a nuestro alrededor, y no dar nunca a nadie por perdido. 

 (Ideas de José María Castillo y Enrique Martínez Lozano)

martes, 5 de noviembre de 2019

LA OTRA VIDA: NOCIONES DE ESCATOLOGÍA CRISTIANA

Entrando en el mes de noviembre, y por tanto al final del año litúrgico, creo que sería de interés compartir algunas ideas sobre la llamada "Escatología Cristiana", o también "Novísimos"; es decir, aquellas cosas que debemos creer como cristianos católicos acerca de la Resurrección, el juicio final, el cielo, el purgatorio y el infierno. He rescatado unos viejos apuntes de unas charlas, que tratan de acercar estos temas con lenguaje actual, sencillo y comprensible. Tengamos algo presente: se habla de realidades del más allá con un lenguaje y conocimiento de acá, es decir, limitado y figurado; encuentran su fundamento en textos bíblicos que ofrecen una visión concreta de lo que es nuestra fe, un camino de salvación, y por tanto su propósito no es asustar ni amenazar, sino animar y estimular el seguimiento de Cristo, comprometidos con su Reino en el mundo.

LA OTRA VIDA

Escatología” viene del griego, “éskhata”, que significa últimas cosas, definitivo. Aun cuando los valores definitivos empezamos a gustarlos ya en esta vida, la escatología se refiere, sobre todo, al destino del hombre y del mundo después de la muerte. La escatología cristiana devino en cierto momento en un reportaje ingenuo del “fin de los tiempos”. Los libros antiguos de teología y de piedad hacían descripciones exactas y precisas del cielo, el purgatorio y el juicio (particular y universal, para que la información fuera todavía más detallada), la resurrección de los muertos y la forma y el tiempo de esta, el limbo de los niños y hasta el seno de Abraham; todo ese mundo del más allá era descrito en exhaustivos reportajes, cargados de colorido e imaginación. 

Por eso es importante dejar claro algo desde el principio: es inútil especular sobre el “modo” de lo que ocurrirá al final de los tiempos. Dios no lo ha revelado, como no ha manifestado tampoco el “modo”de la creación, al principio de los tiempos. Ahora bien, podemos intentar, y así lo hace la teología, formular algunas ideas, con mucha prudencia, y tomando en cuenta las reflexiones de muchos cristianos a lo largo de los últimos años. 


1- Muerte, inmortalidad, resurrección, tienen que significar necesariamente cosas muy diversas para una antropología dualista, como la de Platón, o para una antropología unitaria, como la cristiana. En la antropología cristiana, la muerte es mucho más terrible porque es el final del hombre entero, y no sólo de una parte de él. Si al hombre se le promete un futuro después de la muerte, sólo podrá entenderse como resurrección. El credo que rezamos cada domingo no dice “creo en la inmortalidad del alma”, sino “espero la resurrección de los muertos”. 

2- Para los cristianos el alma ni es divina, ni preexiste al cuerpo. Ha sido creada precisamente para que informe una materia, y no hay razón para pensar que siga existiendo una vez que deje de informar esa materia. La certeza en la “incorruptibilidad” del alma se basa en la voluntad de Dios, y no en el alma como tal. 

3- Resurrección de los muertos e incorruptibilidad del alma son dos realidades que se implican mutuamente. La incorruptibilidad del “alma-forma del cuerpo”exige la resurrección del hombre. Y a la inversa, para que de verdad pueda haber resurrección es necesaria la incorruptibilidad del alma, porque si nada del sujeto sobreviviera a la muerte y sirviera de nexo entre una y otra vida, tendríamos que hablar, no de resurrección, sino de creación de otro ser a partir de la nada. 

4- Dado que el alma separada del cuerpo se encontraría en un estado contrario a su naturaleza muchos teólogos defienden hoy la tesis de que la resurrección tiene lugar en el momento mismo de la muerte. Así, la muerte sería la frontera entre dos formas de existencia, de las cuales sólo la actual conocemos bien. La existencia de una vida después de la muerte no puede probarse, y por suerte o desgracia, es objeto de fe.


El juicio, una fiesta casi segura. 

Nos hemos imaginado el juicio de Dios que sigue a la muerte como un acto forense del que brotarán para unos sentencias absolutorias y para otros condenatorias. Pero el verbo hebreo “safat” no significaba originalmente “juzgar”, sino “hacer justicia” en el sentido de liberar del enemigo, salvar. El juicio de Dios será, pues, la definitiva y aplastante victoria de Dios sobre el pecado y la muerte. Por eso los primeros cristianos deseaban ardientemente ese día. 

Después, con el concepto latino de justicia, se empezó a ver el juicio como una rendición de cuentas. Ya no evocaba la confianza en el triunfo, sino la angustia y la inseguridad ante la sentencia incierta. En el siglo XI se pensaba que la inmensa mayoría de los hombres estaba condenada. San Bernardo no dudaba en afirmar que eran pocos los que se salvaban. Así el antiguo Dies Domini (día del Señor) se fue transformando cada vez más en el Dies irae (día de la ira), cuya expresión plástica más espeluznante la ofreció Miguel Ángel en el Cristo Juez de la Capìlla Sixtina que separa con el puño cerrado a los buenos de los malos. 

Pongamos las cosas en su sitio: no hay que pensar que la salvación y la condenación son dos destinos igualmente probables para los hombres. Así ocurría en el Antiguo Testamento, pero Jesús anuncia salvación: “Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca”. Su prédica es buena nueva, "Evangelio", y por tanto la victoria final de Cristo y del conjunto de la humanidad es para el creyente una certeza absoluta. La condenación sería en el peor de los casos únicamente una posibilidad para personas individuales. Sin duda por eso no se menciona el infierno en los antiguos símbolos de la fe. Una concepción simétrica del juicio que concediera la misma probabilidad a la salvación eterna y a la muerte eterna traicionaría el espíritu de la escatología cristiana. Precisamente por esa “asimetría” la Iglesia se ha considerado siempre capacitada para canonizar a muchos fieles, pero nunca ha emitido un testimonio de condena definitiva, ni siquiera de Judas.


El cielo: patria de la identidad

El cielo de la fe no es, por supuesto, el de los astronautas. El “cielo” no es otra cosa que el Reino de Dios. Fue Mateo, sólo él, pues escribe su evangelio para judíos, quien empleó la expresión “Reino de los cielos” para evitar pronunciar el sacratísimo nombre de Dios. Esto tuvo importantes consecuencias porque, en los siglos posteriores, olvidado ya el origen de la expresión, se empezó a hablar de “Cielo” a secas, polarizándose el esfuerzo de los cristianos en llegar individualmente al “cielo” después de la muerte, amortiguándose la preocupación colectiva por la tierra. 

Grave equivocación. Los destinos del hombre y del mundo están ligados para siempre. Ambos deben perfeccionarse poco a poco hasta alcanzar su plenitud, que llegará tras esos momentos de discontinuidad que en el caso del hombre llamamos “muerte” y en el caso del cosmos “fin del mundo”. 

Así, pues, dejemos de hablar de “cielo” y digamos que la bienaventuranza eterna se llama Reino de Dios; la situación de reconciliación definitiva con nosotros mismos, con nuestros hermanos, con el mundo y con Dios. A esa situación accederán todos cuantos ya aquí intentaron vivir así, y se mantuvieron firmes en su propósito, aun con los altibajos de cualquier ser humano. Tras la muerte, sin posibilidad de retroceso, permanecerán para siempre en ese estado que eligieron. Esperamos vivir en unos “nuevos cielos y nueva tierra en los que habite la justicia” (2 Pe 3, 13). Esperamos que cuando llegue a su fin será transformado por Dios, y ese mundo nuevo nos servirá de patria.


La suerte de estar en el purgatorio. 

A menudo vemos en la Biblia cómo el encuentro con Dios provoca en el hombre una conciencia repentina de su indignidad, de su condición pecadora. Pues bien, esa es la experiencia del purgatorio. La mayoría de los hombres llegan al final de sus vidas no como hombres plenamente madurados, sino como aspirantes inacabados a la humanidad. Cuando esos hombres se encuentran cara a cara con el Dios santo, infinito y misericordioso se desencadena un proceso por el que se actualizan todas sus potencialidades no desarrolladas hasta entonces. Podría resultar un proceso doloroso; pensemos en los penosos ejercicios de rehabilitación o fisioterapia que son necesarios para recuperar la agilidad de miembros que se habían atrofiado como consecuencia de fuertes traumatismos. 

No debemos preguntar dónde está el purgatorio porque sería convertir la situación que acabamos de describir en sitio. La mirada llena de gracia y amor que dirige Cristo al hombre que va a su encuentro es el “lugar” teológico del purgatorio. Tampoco tiene sentido preguntar cuánto dura, pues al otro lado de la muerte quedan abolidas nuestras categorías temporales. 

A la luz de lo anterior, no podemos ver el purgatorio como un castigo por el pasado pecador del hombre (una especie de infierno temporal), sino más bien como una última gracia concedida por Dios al hombre para que se purifique con vistas a su futuro junto a Él. Por eso dice la liturgia que quienes están allá “duermen ya el sueño de la paz". Sin duda llevaba razón Santa Catalina de Génova cuando dijo: “No hay felicidad comparable a la de quienes están en el purgatorio, a no ser la de los santos del cielo”.


¿Y el infierno…..? 

El infierno parece una verdad de fe incómoda, que desde la Ilustración ha sido frecuentemente repudiada. Para Diderot admitir el infierno era tanto como admitir la imagen de un Dios sádico que inventa tormentos refinados para hacer sufrir a sus enemigos derrotados. No es así en absoluto. 

Ante todo debemos erradicar todas esas descripciones fantásticas y terribles de los calabozos y las uñas de hierro porque carecen del más mínimo fundamento. Es verdad que el Nuevo Testamento habla del infierno con la imagen del fuego, pero tomarla al pie de la letra es tan absurdo como tomar al pie de la letra la imagen del banquete nupcial que suele emplearse para referirse al Reino de Dios

En segundo lugar, aclaremos lo más importante: Dios no ha creado el infierno. Todo lo que tiene su origen en Él es bueno. Más aun, Dios no pudo crearlo porque el infierno es una situación humana, y, por tanto, no es algo que pueda existir con independencia de que alguien quiera colocarse en dicha situación. 

El infierno es la situación existencial que resulta del endurecimiento definitivo de una persona en el mal. Es una existencia absurda que se ha petrificado en el absurdo. Por lo tanto, el infierno lo han creado los propios condenados  Si el cielo fuera un lugar, sería inconcebible que Dios excluyese de él a nadie; pero si es un estado de amor, ni siquiera Dios puede introducir en él a quien se niega a amar. 

El infierno existe porque la amistad no se puede imponer. Es algo que se ofrece gratuitamente y libremente se acepta. La oferta divina es la salvación total. Rehusada se convierte en total perdiciónEl infierno sería por toda la eternidad un testimonio del respeto que tiene Dios a la libertad del hombre. 

¿Habrá algún hombre a la vez suficientemente maduro y perverso para rechazar lúcidamente la salvación? Es conocida la “boutade” del abate Mugnier: “Existe el infierno, pero está vacío. ¡Los hombres no son suficientemente malos para merecerlo!”. 

La Iglesia ha condenado la doctrina de Orígenes según la cual la salvación universal se producirá automática y necesariamente, pero ha preservado la esperanza de que pueda ocurrir tal cosa: “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1 Timoteo 2,4) 

(Lo anterior es un resumen de un capítulo del libro ESTA ES NUESTRA FE. Teología para universitarios, de Luis González-Carvajal, publicado por SAL TERRAE en múltiples ediciones)

sábado, 2 de noviembre de 2019

DIOS AMIGO DE LA VIDA

Este domingo, leemos como primera lectura en nuestras Eucaristías, un precioso texto que comparto a continuación, y que merece leerse muchas veces, rumiarse, incluso tomarse como fuente de nuestra oración personal, para AGRADECER Y CONFIAR:

"Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor" (Sabiduría 11, 22-12,2).

El ojo pesimista tropieza con un mundo todo opaco. El ojo del sabio lo ve todo con amor y lo encuentra transparente hacia el amor de Dios. El mismo mal lo remite a la misericordia.  El amor de Dios ofrece a lo malogrado la oportunidad de rehacerse; el impulso que toda criatura lleva dentro para realizarse apunta a la fuente de la vida y a la fuente del amor (Comentario del Misal de la Comunidad).