jueves, 30 de noviembre de 2023

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO: CAMINAR, PRÁCTICAR, ESTAR ALERTAS...

Caminar a la luz del Señor. Practicar gozosamente la justicia. Estar vigilantes. 

1. Adviento es tiempo de vigilia en espera de la venida de Dios a nuestra historia; por la conversión nos disponemos a acoger al Dios que nace entre nosotros. Estar en vela (actitud interior frente a la vida, a la historia y a Dios). La utopía de un mundo mejor.

2. Comenzamos la preparación a la venida del Señor, y Marcos nos llama a prestar atención a los signos de los tiempos, a la historia. Reconocer el Kairós de Dios, su momento para salir a nuestro encuentro. Ver más allá del consumismo, de lo banal, para promover la esperanza.

3. Estar vigilantes. La espera implica estar alertas. Parusía (Apocalipsis no significa catástrofe, sino revelación). Promover el amor y la justicia.

(Resumen de comentarios de Gustavo Gutiérrez)

miércoles, 22 de noviembre de 2023

LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL ANTES QUE LA MORAL

 

"A una espiritualidad mistagógica le interesa la experiencia de la vida que Dios nos ha obsequiado. Cuanto más moralicemos, tanto menos vitalidad tendremos dentro de nosotros... Por supuesto que no hay vida espiritual sin moral. Pero la moral es una consecuencia de la experiencia espiritual y no al revés

 Si proclamamos con autenticidad la vida que Cristo nos ha regalado en abundancia, Dios llegará a más corazones para que se conviertan y se renueven, y les entregará la esperanza de salvación y redención a más corazones que con mensajes moralizadores".

Anselm Grün

martes, 21 de noviembre de 2023

OTRA VEZ CRISTO REY

El último domingo del tiempo ordinario la Iglesia celebra la solemnidad de Jesucristo, rey del universo. Esta fiesta, más conocida como Cristo Rey, fue instaurada por Pío XI el 11 de marzo de 1925. Apareció en el contexto histórico y social de una Iglesia sola e inerme frente al auge republicano y anticlerical de los países europeos. No olvidemos que las monarquías eran tradicionalmente cristianas y que los eclesiásticos se declaraban monárquicos.

Es fiesta de un título de Cristo correspondiente a una ideología, hostil a la secularización del mundo moderno y nostálgica de la cristiandad medieval. Se revaloriza el título de Jesús como Rey de reyes, con la pretensión de que los Estados reconozcan pública y oficialmente a Jesucristo Rey, mediante consagraciones hechas por el primer mandatario de la nación. Ante los nuevos parlamentos, la Iglesia pretende defender sus derechos a través de partidos políticos cristianos y de centrales sindicales católicas. No se admitía la autonomía del mundo, se defendía el poder temporal de los papas y se exaltaba la autoridad de la Iglesia institucional hasta límites increíbles.

Como Jesús es Rey, se concluía que la Iglesia ha de ejercer la realeza con todas sus consecuencias relativas a derechos, privilegios e influencias. Otros pretendían espiritualizar la realeza de Jesús considerado Rey de las almas, sin conexión alguna con lo social y lo político. Jesús era mero guía espiritual.

Después del Concilio Ecuménico Vaticano II debemos situar la fiesta de Cristo Rey en un nuevo contexto social, dentro de las perspectivas litúrgicas del Viernes santo. El mundo posee su autonomía propia, no pertenece a la Iglesia. Sólo desde la fe podemos afirmar que Jesucristo es Señor del mundo y de los hombres.

También debemos revisar nuestra concepción cristiana de la Iglesia y, en concreto, las relaciones de esta con el Estado. La Iglesia ha de ser libre e independiente de todo poder civil. Su misión incide en las realidades temporales, aunque desde el ángulo de lo específicamente evangélico, ya que el ejercicio del profetismo es tarea esencial cristiana.

La realeza de Cristo no se visibiliza en la Iglesia por sus poderes o su resplandor, sino por la justicia, el servicio y la caridad.

lunes, 6 de noviembre de 2023

EUCARISTÍA: MISTERIO DE COMUNIÓN

"El punto de partida es el reino de Dios como banquete escatológico que se anticipa en las comidas de Jesús y en el convite eucarístico. Pero el reino es ya indisociable de la persona del Resucitado y de su cuerpo: de su humanidad nueva que tiende a recapitular en sí el universo. Así la eucaristía no sólo es la presencia de la carne y la sangre individual, terrena, de Jesús, sino también la del cuerpo del Resucitado que incluye al Señor como cabeza y a su cuerpo eclesial. Por lo que la eucaristía es sacramento de la comunión (o conjunción en un único cuerpo) entre Cristo y la Iglesia

Una comunión que es sacrificial: a través de la entrega sacrificial de Jesús —perennizada ya por su resurrección— y que genera la entrega sacrificial de la Iglesia (a la vez que la asume como cabeza en su propio sacrificio, ofreciéndola al Padre), es como acaece la transformación de la Iglesia y de sus dones (pan y vino) en cuerpo de Cristo

A esta transformación sacrificial llama la teología «transustanciación»: por ella se anticipa y realiza, en primicias, la recapitulación o transformación escatológica de la realidad en el cuerpo en plenitud de Cristo, en el reino de Dios. El sacrificio es, pues, transustanciador y la transustanciación es sacrificial: la presencia eucarística del sacrificio de Cristo es la que origina la transustanciación y no viceversa

En suma: comunión, sacrificio, transustanciación (y presencia) no son sino tres aspectos de un único misterio de cuya plenitud escatológica es signo sacramental en el tiempo el banquete eucarístico".

(Resumen que hace el autor del libro en el prólogo)
Manuel Gesteira Garza
La Eucaristía, misterio de comunión
Sígueme, 1999


domingo, 5 de noviembre de 2023

EUCARISTÍA: SÍMBOLO Y COMUNIDAD

 
Sigo compartiendo textos que ayudan a entender y vivir mejor la Eucaristía:

"En el cristianismo, toda reducción drástica del símbolo religioso (o del sacramento) al mero símbolo-cosa corre peligro de hacernos retornar a módulos propios del espíritu general de las religiones e implicaría un evidente retroceso frente a los avances logrados por la religiosidad judía al destacar la comunidad —la palabra y el gesto en cuanto vehículos de relación interhumana— como sacramento primordial y como nuevo símbolo de la presencia y la manifestación del Misterio. No es acertado, por tanto, el insistir exageradamente —en la teología sacramental— en la «materia», en los dones en sí mismos —el pan y el vino en el caso de la eucaristía—, aislados de todo un contexto humano; antes bien, los elementos materiales serán sacramentos cristianos en tanto en cuanto son asumidos por el gesto y la palabra de la comunidad, enmarcados en la esfera de unas relaciones interpersonales y situados en todo un proceso histórico. No es ya símbolo religioso para nosotros la mera cosa en sí, aislada, sino situada en el contexto de una comunidad y al servicio de la misma. Con razón afirmaba Tomás de Aquino que el sacramento no radica sólo en el agua o en el óleo, sino en la ablución o en la unción; es decir: no radica en las «cosas» pura y simplemente, sino en las cosas en cuanto asumidas y utilizadas por el hombre . Lo mismo cabe decir del pan y el vino en la eucaristía. 3 

(Conviene advertir que aquí la palabra «símbolo» ha de ser entendida como símbolo real que contiene la realidad simbolizada y no como mero «signo» intencional que remite a una realidad extrínseca, significada, pero no contenida).  

 Por esta razón, la palabra y el gesto son elementos esenciales del sacramento o del símbolo religioso cristiano, hasta el punto de que sin ellos el sacramento sería un mero signo mágico. Sólo la palabra y el gesto que asumen las cosas, humanizándolas, hacen posible que éstas se conviertan en sacramento

Todo esto no significa que excluyamos la realidad material como símbolo religioso y lugar de la presencia personal del misterio. Por supuesto, el símbolo sacramental comprende también las cosas de la naturaleza, la realidad cosmológica que nos envuelve, sin que pueda quedar reducido a la mera dimensión antropológica . Pero sí es preciso advertir que, en el cristianismo como antes ya en la religiosidad judía, este valor simbólico, sacramental, de las cosas materiales es indisociable de la inculturación o de la inserción de esas mismas cosas en la vida y en el dinamismo propio de un quehacer histórico y en el devenir de una comunidad en marcha hacia un futuro último

Desde esta perspectiva encierra un profundo sentido el hecho de que los símbolos-sacramentos cristianos estén constituidos por realidades artificiales y no simplemente naturales. Si exceptuamos el agua en el caso del bautismo (símbolo primordial, común a numerosas religiones), todos los demás elementos materiales que aparecen en los sacramentos cristianos —pan, vino, aceite— no son meros frutos de la naturaleza, sino elaboración de la técnica y el trabajo humanos; son productos manufacturados y de algún modo «transustanciados» por la mano del hombre que elabora y transfigura los dones de la naturaleza (la espiga y el racimo) humanizándolos y poniéndolos al servicio tanto del hombre concreto como de la humanidad en su devenir histórico. (Más claro es todavía lo que estamos diciendo en otros sacramentos, como en el de la penitencia o el matrimonio, donde la persona misma, su actitud de conversión o de reconciliación, o su donación personal al otro cónyuge forman parte esencial de la realidad sacramental, destacando así esa dimensión personalista y no meramente cosista del sacramento)".

Manuel Gesteira Garza
La Eucaristía, misterio de comunión
Sígueme, 1999