“La muerte de Jesús no es comprensible aislándola de su
actividad histórica. Al encontrarnos con un juicio, una condena a muerte y una
ejecución, no tenemos más remedio que acudir a los datos sobre la actividad del
personaje, para encontrar las causas reales (oficiales o no) que le llevaron a
la muerte. La pasión y muerte es el término de un proceso, el resultado al que
le llevó la proclamación de su doctrina (su teoría) y la praxis subsiguiente.
Al final de la vida de Jesús, todos los grupos,
instituciones e intereses de la sociedad,se han aliado contra él, a pesar de sus intereses
contrapuestos. No hacia falta que Jesús fuera el hijo de Dios para que
pudiera tener conciencia de la inevitabilidad de su muerte. En realidad, si Cristo
era un hombre medianamente inteligente y sensible, podía prever con bastante seguridad la
posibilidad de su muerte. Todos los datos coincidían en la predicción: por un lado el
testimonio de los profetas del Antiguo Testamento, la misma muerte de Juan el
Bautista, la creciente violencia de las autoridades con las que se enfrenta y
que en repetidas ocasiones quieren agredirle o capturarle, la reflexión veterotestamentaria sobre el justo oprimido y el siervo
sufriente, que tan viva está en el pueblo... Los evangelios
ofrecen una gran abundancia de testimonios y predicciones en los que se indica
la conciencia que tenia Jesús de su futura muerte violenta.
Jesús es consciente de la tragedia. No cambia su actitud,
ni altera el sentido de su misión. No se trata de una actitud estoica,
indiferente al dolor, ni de una dinámica necrofílica. Cristo ama la vida, no la
muerte, y no busca la pasión, ni quería
el sufrimiento... Cristo, como
cualquier hombre, siente miedo y rechazo ante el dolor y le asusta
el sufrimiento y se vuelve a Dios en Getsemaní pidiendo que, si es posible, se
le evite esa prueba. Es la reacción normal de un hombre sano ante el sufrimiento.
Jamás se nos dice en los evangelios que Jesús buscara la cruz, y en diversas ocasiones se indica que quieren
apresarlo y que él procura esquivarles y no darles ocasión de que lo capturen.
No busca la muerte, ni la desea, pero está dispuesto a asumirla como pago por su
conducta.
Jesús es libre ante la muerte, en el sentido de que la asume y la acepta
como precio que tiene que pagar por mantener su fidelidad a si mismo, a Dios, y
a los hombres, a los que se dirige. Con
la misma consecuencia con que ha hablado de las persecuciones y de la necesidad de afrontar la muerte, sabe encararse con ella, no con
una impavidez estoica, sino con la decisión que surge de un compromiso libremente
asumido. Hasta el final permanece fiel a su proyecto histórico, y asume el miedo
que le produce sin apartarse de su camino.
Esa fidelidad la mantiene hasta la prueba final, que es
la que se expresa en el calvario. El
grito de Jesús, recogido de diversa forma por los evangelistas,.. y que la
multitud interpreta como una llamada a Elías…, es el sufrimiento del hombre
inocente, víctima de la opresión e injusticia humana. Vive el sinsentido del
dolor inexplicable, ¿por qué Dios permite esto?, y se queja ante un Dios al que interpela, porque lo sabe
presente en su mismo silencio y en su aparente ausencia. El quejido de Jesús
expresa la complejidad de sentimientos que le embargan: soledad ante el
abandono de los suyos, impotencia ante las burlas y el menosprecio de los que le rodean ,.. conciencia del fracaso en su
intento de convertir a su pueblo, y también, la angustia y la perplejidad ante un Dios
silencioso y que no actúa. Los
evangelistas oscilan al marcar su angustia y su confianza en Dios, y es que su
grito probablemente ininteligible y balbuciente es explicitado por cada uno de
ellos teológicamente. Se nos dice que
muere abandonando en Dios su causa y poniendo en él su último aliento.
Los teólogos
indican las diversas citas de salmos del Antiguo Testamento, a las que pueden
aludir esas expresiones que nos cuentan los evangelistas. En último extremo, nunca sabremos con
segundad la mezcolanza de afectos, sentimientos, interrogantes y aspiraciones
de los últimos momentos de Cristo. En todo caso, no hay la menor alusión a que
el sufrimiento le haya endurecido, y muere como ha vivido: perdonando a los
otros y abandonándose en Dios. Su muerte, una vez más, remite al significado que él
mismo ha anunciado en vida.
En cualquier
caso, no cabe duda del sentido consciente de donación y de entrega a los
hombres que el mismo dio a su muerte en la alianza de la cena, y en el
ofrecimiento de su vida como rescate por muchos. Hasta el final, persevera en actitud de servicio a los
demás, y de fidelidad profética a la misión de Dios.
La cena es el
último signo del hombre consciente, que libremente asume la fidelidad a Dios y
a su propia obra, y que se entrega en un gesto de amor y de donación. "
JOSÉ M. CASTILLO Y JUAN A. ESTRADA. El Proyecto de Jesús.
BUEN CAMINO HACIA LA PASCUA, AMIGAS Y AMIGOS DEL BLOG.
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