"Pentecostés es, para los cristianos, la fiesta del Espíritu.
Y, como es sabido, la palabra “espíritu” es la traducción del griego “pneuma”
(de ahí, “neumático”), que significa, a la vez, “espíritu” y “viento” (R. E.
Brown).
Por eso, sin duda, Jesús le dijo a Nicodemo: “El que no nace
del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). ¿Qué
significa “nacer del agua y del Espíritu”? Jesús lo explica enseguida: “El
viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a
donde va. Así es todo el que nace del Espíritu” (Jn 3, 8).
El viento es libre. Y tiene tanta libertad, que nadie puede
encadenarlo. Por eso dice Jesús que no se sabe ni de dónde viene, ni a dónde
va. Es el símbolo perfecto de la libertad indomable. Una libertad que está allí
donde está el Espíritu, el “pneuma”, o sea: el “espíritu”. Teniendo en cuenta
que Jesús no destaca la “fuerza” del viento, que puede llegar a ser un huracán.
Lo que Jesús destaca es la “libertad” del viento, que no se deja esclavizar,
someter o dominar.
En esta sociedad en que vivimos, cuando nos imaginamos que
somos más libres que nunca, ahora –precisamente ahora– es cuando estamos más
controlados, más sumisos y además encantados con esta atractiva esclavitud que
nos han impuesto.
La particular eficacia de este sistema consiste en que “no
actúa a través de la prohibición y la sustracción, sino de complacer y colmar.
En lugar de hacer a los hombres sumisos, intenta hacerlos dependientes”
(Byung-Chul Han). Porque la fuerza, que nos somete, no es el “poder opresor”,
sino el “poder seductor”. No le faltaba razón a El Roto cuando, no hace mucho,
puso en una de sus mordaces viñetas la figura de un gran mandatario, que le
estaba diciendo a la gente: Las dictaduras son innecesarias: ya nadie
desobedece.
Por más que nos quejemos de los corruptos y los violentos,
cuando veo en el autobús, por la calle o en la sala de espera, a la mayoría de
la gente, sobre todo si es gente joven, enganchada al móvil, un móvil que está
perfectamente controlado, no se sabe dónde, ni por quién, ni para qué, entonces
pienso, con pena y rabia, que “el poder adquiere cada vez más una forma
permisiva. Y su permisividad, incluso en su amabilidad, esconde su negatividad
y se ofrece como libertad”.
El día que la fiesta de Pentecostés sea, de verdad, la
fiesta de los hombres y mujeres libres como el viento, ese día habremos nacido
de nuevo. Y en este mundo empezará a ser posible superar la contradicción que
hoy nos parece insuperable: armonizar la libertad con la igualdad. ¿Una utopía?
Sí. Por la fuerza del Espíritu."
JOSÉ MARÍA CASTILLO
(de su blog Teología sin censura)
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