"No basta con llegar a la oficina o al surco, o al taller, cuando apenas comienza el día, y laborar como lo indica la costumbre.
Lo que importa es poner en el trabajo, diariamente, amor y buena voluntad, para que el pan salga dorado de los hornos,
bien hecho y bien cocido, y los dibujos de las telas nuevas, al recibir el agua de la lluvia, no pierdan sus colores.
Es un deber del sacristán tocar con entusiasmo la campana y sentir que la música que cae de la torre, sobre la plaza de los pueblos es buena para el alma de los hombres.
El carpintero que hace mesas, o alcancías o armarios, no puede contentarse con serruchar en forma ciega. Tiene la obligación ante si mismo y ante los demás de hacer bien su trabajo y dejar en las tablas un poco de su espíritu…
Haga bien su trabajo, barrendero; deje la calle limpia y dibuje en el suelo, con la escoba, grandes mapas de música. Haga bien su trabajo, soldador; trate de que la mano no le tiemble cuando el fuego comience a cocer los metales. Haga bien su trabajo, Capitán: Lleve los buques hasta el puerto, con mano firme y ojos vigilantes.
Haga bien su trabajo, todo el mundo: El vendedor de helados inclusive, para que un grito suyo - uno solo -, refresque los caminos del verano.
Carlos Castro Saavedra
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