miércoles, 18 de noviembre de 2020

AÑO LITÚRGICO: ALGUNAS IDEAS PREVIAS AL ADVIENTO.

1.    EL CAMINO SAGRADO DE LA VIDA (Año de salud del Señor): Jesús es el guía de nuestra vida, y de la VIDA, y a través de su propia historia nos inicia en el arte de vivir, nos toma consigo, nos alcanza lo pleno. La vida de Jesús no es solamente un hecho histórico del pasado del que hacemos memoria, sino un arquetipo (un modelo interior), que nos muestra cómo se hace el camino que nos lleva a Dios y a descubrir nuestro auténtico yo (esa verdad que solo desde Dios nos es revelada).

2.    LA LITURGIA COMO RECONOCIMIENTO DE NUESTRO MUNDO INTERIOR: Cada una de las fiestas que celebramos en la liturgia de la Iglesia, rememorando un momento de la vida de Cristo, saca a relucir nuestra propia vida y la plantea de nuevo (la pone ante Jesús como ante un espejo). Descubrimos en ella el drama de nuestra vida, de nuestra psique, en el que lo que somos, todo nuestro mundo interior, aparece representado. Las imágenes y símbolos del año litúrgico nos permiten descubrir  abiertamente quiénes somos de verdad, y quienes somos llamados a ser.

3.    LA LITURGIA COMO JUEGO REVELADOR: Se llama juego a la liturgia en el sentido de que no está al servicio de un objetivo determinado o de una meta fuera de ella (utilitarismo), sino que es un mundo propio, animado y rebosante de vida, que se apoya y tiene su razón en sí mismo (gratuidad). No es un trabajo, y es más que una obligación, es un juego. Es jugar ante Dios; “no crear, sino ser uno mismo la obra de arte, he ahí la esencia de la liturgia” (Romano Guardini).

4.    LA LITURGIA COMO CAMINO PARA ACCEDER A LO NUEVO: Lo decisivo de la liturgia es que ella nos va transformando imperceptiblemente; hace que la redención sea actual y que se realice hoy en nosotros, en la misma medida en que celebramos. En ella todos juegan, no hay espectadores, todos tienen un papel y en todos produce un efecto. Somos renovados, y tomamos parte de un misterio que nos desborda. Pero además, Dios en este juego actúa en nosotros.  Dejamos espacio libre a Dios, y así Él nos revela lo nuevo y nos renueva.

5.    LA LITURGIA ES UNA FIESTA QUE CELEBRA LA VIDA: La celebración de una fiesta libera del cansancio de la vida cotidiana; quiere levantar al hombre de lo habitual,  y elevarlo sobre sí mismo.  Por eso el hombre, desde siempre, ha celebrado fiestas y con ellas renueva su alegría vital. En la fiesta bebemos de la fuente de la vida, rompemos la rutina, y repensamos el misterio de vivir.  La fiesta nos une con nuestras propias raíces, nos integra y nos hace partícipes de ese misterio.  Así, la celebración de fiestas es algo vitalmente necesario porque nos regala la energía que necesitamos para superar y dirigir nuestra vida. La liturgia es eso, una fiesta sagrada que celebra la vida como lugar del encuentro con Dios, en Cristo, y en nuestra propia historia. 

6.    LOS GESTOS COMO EXPRESIÓN DEL ALMA: Por supuesto, la celebración de la liturgia no es algo espontáneo; es un juego previsto, está ritualizado (organizado). En la Iglesia, la alegría del Espíritu busca una expresión en el gesto del cuerpo. Nos centramos en la celebración de la muerte y la resurrección de Jesús en la Eucaristía, y esos gestos, hechos conscientemente se viven de otro modo que si fuera algo meramente espontáneo. Cada gesto del cuerpo suscita algo en el alma, cada gesto exterior despierta algo dentro. Así, los gestos de la liturgia pueden ayudar a sanar nuestra alma y llevarnos internamente a la actitud adecuada ante Dios.

7.    El CICLO LITURGICO, RITMO PARA UNA VIDA SANA: Durante el año litúrgico celebramos acontecimientos de la vida histórica de Jesús y de la acción de Dios en la historia. En la medida en que celebramos la acción divina, esta se reitera en nosotros y nos salva. En el año litúrgico están insertos los cambios de la naturaleza, las estaciones del año, los tiempos de la cosecha, los diversos momentos que vivimos como comunidad o familia.  Más que un círculo que se repite una y otra vez, es una espiral que nos eleva, que nos pone cada vez más cerca de la meta.  No se trata de recibir simplemente los cambios, de forma pasiva, sino de cooperar para hacerlos nuestros; incorporando nuestros propios ritos y gestos a la vida familiar como parte de estas celebraciones, descubrimos el sentido festivo de la propia vida (Redescubrir el sentido del domingo, de las fiestas de los santos, o haciendo sagradas nuestras fiestas profanas). El domingo no ha de ser el día del Señor por simple mandato, o este tiempo no es Adviento solo porque la Iglesia lo dice: Tenemos que hacerlos nosotros lo que son, con voluntad y propósito de nuestra parte.

 

RESUMEN: En la liturgia, al hacer memoria de Cristo, a través de ritos, palabras y gestos, estoy también ante mí, ante mi propia historia y camino, como persona y como miembro de una comunidad. Y participar en estos ritos, con palabras y gestos, tiene un efecto sanador sobre mi persona y la comunidad con la que celebro.

En cada fiesta una parte distinta de mi persona y de mi alma se sentirá aludida, tocada, despertada, incorporándose más activamente a la vida de Cristo, es decir, a la Vida.  

No debemos conformarnos con ser parte de la liturgia oficial de la Iglesia, sino que a nivel personal, familiar, también podemos ser creativos, y vincular el tiempo litúrgico con nuestros ritos cotidianos.

En estos ritos de la Iglesia y en los nuestros nos entregamos a un juego sagrado que desde lo íntimo nos transforma y nos cura. En los rituales cotidianos puede desplegarse el misterio de Cristo y su efecto sanador en todos los sectores de nuestra vida.

 Así, cada tiempo del año litúrgico va a dejar una huella importante en nuestro corazón y en el corazón de la comunidad que celebra. Desde aquí también podemos actuar benéficamente a favor de la familia, de la Iglesia universal y de nuestro mundo.

Una comunidad eclesial que celebra consciente, activa y gozosamente el ciclo litúrgico (la obra de Dios) es una comunidad vida, que evangeliza e irradia a Dios.

(Escrito a partir de unas ideas básicas de Anselm Grün).

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