viernes, 6 de agosto de 2021

MEDITACIÓN Y DIÁLOGO CON JESÚS TRANSFIGURADO

Varias veces en el año litúrgico leemos el pasaje bíblico que narra  el acontecimiento que conocemos como la Transfiguración de Jesús; lo narran los tres evangelios sinópticos, cada uno con algún detalle particular. Al leerlo una vez más, y preparar la reflexión para la Eucaristía, me vino la imagen que ahora comparto: tres momentos del CAMINO DE LA TRANSFIGURACIÓN. Un antes, un durante y un después; es decir, preparar la subida al monte de la transfiguración, estar en el monte, y luego bajar del monte. Cada momento es importante y necesario. 


El primero, SUBIR AL MONTE, evoca el ascenso, el esfuerzo, la confianza del que emprende este camino. Implica ser capaz de pasar del entusiasmo inicial a la constancia y perseverancia que se construyen con disciplina. Los maestros espirituales hablan siempre de una etapa ascética, en la que nuestro esfuerzo es importante, sin dejarnos vencer por el desánimo, el cansancio o la rutina. Fijémonos en el siguiente pasaje bíblico (1Reyes 19, 4-8): 

"Elías continuó por el desierto una jornada de camino y al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte diciendo: Basta ya Señor, quítame la vida, pues no valgo más que mis padres. Se echó bajo la retama y se quedó dormido. De pronto, un ángel lo tocó y le dijo:
- Levántate, come. Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Comió y bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor le tocó por segunda vez diciendo:
 - Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas. Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios".
El profeta ha perdido el entusiasmo, quiere rendirse, porque ha tenido que sufrir persecución e incomprensión a causa de su ministerio, tal vez de su forma de defender el mensaje que ha recibido de Dios. Llega la prueba, y se echa debajo de una retama para morir. El ángel le despierta y le invita a comer de modo reiterado; esta es una parte del camino, que es largo y arduo, para llegar al monte de Dios. El pan de Dios es su Palabra y la Eucaristía para nosotros, que andamos el camino del desierto, en el que Dios se manifiesta. 

Al final el profeta llega al Monte Horeb, y allí Dios le va a manifestar algo importante. Elías viene con todo su celo, creyendo que Dios se impone con violencia, con el milagro, y recibe otra importante lección. Ahora estamos ya en el segundo momento: LLEGAMOS AL MONTE. No hemos venido por nuestra cuenta: Jesús nos ha traído, para manifestarnos su Gloria. Es la experiencia profunda que nos regala Dios en algunos momentos del camino, y nosotros, como los discípulos, escuchamos una voz y tenemos una tentación: Este es mi hijo al que hay que escuchar... Qué bien estamos ahora, quedémonos aquí. La luz que ilumina, el frescor del Espíritu, la paz interior. La centralidad de Cristo, a quien abrazamos como Maestro, como Amigo y como Señor. 

Si hemos recibido este don, si hemos visto la Luz de Cristo y escuchado las Palabras del Padre, no es para quedarnos regocijándonos en ellos, sino para recibir la fuerza necesaria y ahora BAJAR DEL MONTE para acompañar a Cristo en los hermanos y en la historia. Recordemos al Buen Samaritano, y también lo de "tuve hambre y me diste de comer".

La TRANSFIGURACIÓN que acontece en el discípulo, manifestada en Cristo, no es simplemente un momento de gozo sobrenatural: es también un ascenso y un descenso, un comprometerse con un proyecto de vida, que tiene siempre de fondo el misterio de la cruz, o lo que es lo mismo, el misterio de la vida humana, de la vida frágil, mortal, atada al mal también, de toda hija o hijo de Dios. Necesitamos encontrar esa luz que nos permita vivir con alegría y confianza, trabajar con paciencia en la viña del Señor, sin imposiciones ni atropellos, con mucha compasión y mucha paz. Todo eso tiene que ver con eso que llamamos RESURRECCÍONVIDA ETERNA

Lo anterior quiere sustentar la siguiente oración, lo primero que surgió, al Cristo de la Transfiguración:
 
Enséñanos, Jesús, a preparar el camino que conduce al monte, en el que te muestras a nosotros transfigurado, luminoso, resucitado; es un camino arduo, difícil, que nos exige  elegirte y seguirte, y necesita también constancia, confianza y disciplina espiritual de nuestra parte. 

Enséñanos a vivir esos momentos de luz en los que te muestras a nosotros en toda Tu verdad y plenitud. Esos momentos en los que vemos y compartimos con otros el esplendor de Tu Palabra y condición divina. Momentos de intimidad, de soledad compartida y de silencio arrullador. 

Pero, enséñanos también a bajar de lo alto, y andar los caminos cotidianos, en los que la luz que hemos experimentado antes nos ilumine por dentro, y se refleje fuera, en cada persona que encontramos, y en cada situación que vivamos. Que seamos compasivos y estemos dispuestos a servir a quien lo necesite

Que así como compartimos Tu  Vida, compartamos Tu muerte, porque la Vida que Tú das se alcanza únicamente viviendo como Tú viviste, convirtiendo la propia vida en entrega a los demás hasta la cruz, en ofrenda perenne

Fray Manuel de Jesús, ocd.

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