sábado, 2 de marzo de 2024

EL VERDADERO CULTO (TERCER DOMINGO DE CUARESMA.B)

EL TEXTO EVANGÉLICO PARA ESTE TERCER DOMINGO DE CUARESMA: "Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “El celo de tu casa me devora”. Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: “¿Qué signos nos muestras para obrar así?”. Jesús contestó: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Los judíos replicaron: “Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús" (Jn 2, 13-22).


Comparto el comentario de Enrique Martínez Lozano sobre el pasaje anterior del Evangelio de Juan, según aparece en dos de sus libros; 

"La historicidad del relato –que se narra en los cuatro evangelios que han llegado hasta nosotros– parece innegable. Sin embargo, los tres sinópticos lo sitúan al final de la vida de Jesús, mientras que Juan lo coloca prácticamente al inicio mismo de su actividad

Parece claro que esta actuación de Jesús tuvo mucho que ver con su muerte. De hecho, en el juicio ante el Sumo Sacerdote Caifás, constituirá una de las acusaciones más graves contra él: “Nosotros le hemos oído decir: «Yo derribaré este templo hecho por hombres y en tres días construiré otro no edificado por hombres»” (Mc 14,58). Incluso será un tema que aparezca como insulto dirigido al crucificado: “Tú, que destruías el templo y lo reedificabas en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz” (Mt 27,40). 

Decía que, a diferencia de los sinópticos, el cuarto evangelio coloca este episodio al inicio mismo de la actividad de Jesús. El motivo parece ser el siguiente: Juan muestra una particular insistencia por subrayar la novedad de Jesús. Por eso, empieza por mostrarlo como el que realiza la nueva alianza (bodas de Caná) y el nuevo culto (episodio del templo y diálogo con la samaritana), asentando con rotundidad la necesidad de “nacer de nuevo” (diálogo con Nicodemo) para poder comprender y vivir su propuesta. 

Y eso es, exactamente, lo que se necesita para dar el paso de la “religión” a la “espiritualidad”: nacer de nuevo, pasar de una consciencia egoica, con la que nos habíamos familiarizado porque venimos de ella, a otra consciencia transpersonal, que quiere nacer en nosotros. Es difícil y costoso –Nicodemo dirá que es como pedirle entrar en el vientre de su madre para nacer otra vez–, pero es posible; más aún, es el camino de la sabiduría y de la bondad, que tanto nos impresiona en Jesús

Para la religión, el “templo” es un espacio sagrado separado; para la espiritualidad, el “templo” es todo lo real, porque todo es presencia y manifestación de Dios". 

(Otro modo de leer el Evangelio)

"Indudablemente, no se trató de una mera “purificación” del templo, sino de un “gesto profético” –en la línea de los realizados por los grandes profetas de su pueblo– que significaba proclamar el final del templo, tal como el propio evangelio expresará nítidamente un poco más adelante: “Créeme, mujer, está llegando la hora, mejor dicho, ha llegado ya, en que para dar culto al Padre, no tendréis que subir a este monte ni ir a Jerusalén… Ha llegado la hora en que los que rinden verdadero culto al Padre, lo adoran en espíritu y en verdad. El Padre quiere ser adorado así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21-24). 

El mayor riesgo de la religión es su absolutización. Es entonces cuando se hace indigesta e incluso peligrosa. Y constituye una tentación en la que es fácil caer: por un lado, porque se articula en torno a la experiencia de lo Absoluto; por otro, porque sus mediadores encuentran en ello el modo más eficaz de sostener y alimentar su propio poder. 

Se trata de un riesgo en el que han caído todas las religiones, provocando confusión y sufrimiento, a la vez que alentando posturas ateas y anticlericales. El propio Jesús denunció con fuerza ese engaño, lo cual, por cierto, provocó su ejecución. 

Frente a esa trampa, la religión solo es constructiva cuando se vive al servicio de la espiritualidad –en cuanto dimensión profunda y constitutiva del ser humano– y de la vida. La religión es una construcción humana; la espiritualidad, una dimensión básica y universal del ser humano. Religión es lo que tenemos; espiritualidad es lo que somos.

(Guía para volver a casa)

Enrique Martínez Lozano


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