sábado, 18 de enero de 2025

SEGUIR A JESÚS ES VIVIR COMO EL VIVIÓ

 

Todos conocemos la variada y pintoresca gama de figuras que de Jesús se han dado y se dan, desde el dulce niño hasta el guerrillero de la ultraderecha, pasando por el nazareno, el cromo del Corazón de Jesús o el revolucionario de las izquierdas. El abanico no puede ser más indiscriminadamente amplio. 

Pero, sin descubrir a Jesús de Nazaret en la historia concreta humana, a partir de lo que practicó y manifestó en el plano público de lo social, con las consecuencias que se derivan de su muerte o de su cruz, no es posible enraizar la fe en la conciencia crítica humana. Jesús murió porque lo mataron. Y lo mataron los piadosos al considerarlo blasfemo y los dominantes al juzgarlo sedicioso. Conoció el exilio, estuvo en la cárcel, padeció torturas y fue ajusticiado impunemente. Su comportamiento fue el de un hombre extraordinariamente libre y liberador. Se ha repetido, con razón, que es el hombre para los demás. 

 La fe en Jesús supone o entraña creer como creyó Jesús, afiliado enteramente al Padre, a quien lo descubre y con quien se identifica desde su entrega a la realización del Reino de Dios. Consecuencia de esa praxis es el hecho del seguimiento. Creer en Jesucristo es, nada más ni nada menos, seguirle. Dicho de otro modo: tiene fe quien cree consecuentemente en el Dios de Jesús o en el Jesús de Dios.

(Tomado de: Misal de la Comunidad)