lunes, 30 de enero de 2012

BUSCANDO A DIOS 3


Kart Rahner (1904-1984), que dominó el pensamiento católico a mediados del siglo XX, insistía en que la teología no era un conjunto de dogmas, trasmitido mecánicamente como si fuera una verdad evidente por sí misma. Estas enseñanzas deben estar arraigadas en las condiciones reales en las que viven hombres y mujeres, reflejando la manera en que conocen, perciben y experimentan la realidad. La gente no llegará a conocer lo que Dios es resolviendo adivinanzas doctrinales, demostrando la existencia de Dios o emprendiendo una abstrusa búsqueda metafísica, sino haciéndose consciente del mecanismo de la propia naturaleza.  Rahner abogaba por una versión de lo que el Buda había llamado “conciencia”. Cuando nos esforzamos por entender el mundo, vamos constantemente más allá de nosotros mismos en nuestra búsqueda de comprensión. Así, cada acto de conocimiento y cada acto de amor es una experiencia trascendente, porque nos compele a ir más allá del prisma de la individualidad.  Constantemente, en nuestra experiencia cotidiana, tropezamos con algo que nos lleva más allá de nosotros mismos, por eso la trascendencia está incorporada a la condición humana.
 Rahner subrayaba la importancia del misterio, que es simplemente un aspecto de la humanidad. Lo trascendente no es un complemento, algo separado de la existencia normal, pues significa “ir más allá”. Cuando conocemos, escogemos y amamos a otros seres de este mundo, tenemos que salir de nosotros mismos; cuando tratamos de ir más allá de todos los seres particulares, nos movemos hacia lo que está más allá de las palabras, los conceptos y las categorías. Ese misterio, que desafía toda descripción, es Dios. Las doctrinas religiosas no están destinadas a explicar o definir el misterio; son simplemente simbólicas. Una doctrina articula nuestro sentido de lo inefable y nos hace conscientes de ello. Una afirmación dogmática, por lo tanto, es “meramente el medio de expresar un ser remitiéndose más allá de sí mismo y de cualquier cosa imaginable”.

 (Tomado de: “En defensa de Dios”, de Karen  Armstrong, Paidós, 2009)