"La bondad es siempre una forma de relacionarse alguien con los
demás. Hay una prueba muy sencilla para ver hasta dónde llega la bondad
de una persona. Lo dije ya, hace tiempo: “el espejo del comportamiento ético no es la propia conciencia, sino el rostro de quienes viven conmigo.
Cuando este rostro expresa paz, esperanza, alegría y felicidad, porque
mi comportamiento genera todo eso, entonces es evidente que mi conducta
es éticamente correcta”.
La bondad no se predica, ni se enseña, ni se impone. La bondad se contagia.
El que es bondadoso, crean un clima de bondad. Y eso cambia la vida. La
de uno. Y la de los demás. Ser siempre bondadoso, reconocer los propios
límites y la las propias contradicciones. Sólo así podremos hacer que,
pase o no pase la crisis, viviremos mejor. Y nos sentiremos mejor.
Ya sé que esto no es la panacea universal. Sería ingenuo pensar que
sólo con el “buenismo” se arregla el mundo. No. Entre otras razones
porque la bondad lleva consigo no quedarse callados y pasivos cuando uno ve sufrir, y sufrir tanto, a los más débiles.
El que se calla, en tales condiciones, no se distingue por su bondad,
sino por su cobardía, por su miedo, por intereses inconfesables. Eso no
es bondad. Eso da vergüenza verlo, sufrirlo y hasta pensarlo.
En todo caso y pase lo que pase, no nos cansemos jamás de ser buenos,
siempre orientados y guiados por la más desconcertante bondad. Porque,
es un hecho, la bondad es lo que más nos asusta y hasta nos desconcierta".
José María CASTILLO.
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