lunes, 27 de octubre de 2014

DIOS NO ES UN GENERAL

Dios no es un general, y su Reino no es un cuartel. El lenguaje de algunos comentaristas de la Escritura le hace parecer tal, porque utilizan palabras o imágenes no apropiadas, sacadas de nuestra imperfecta comprensión de Dios y de la realidad. Por ejemplo, se dice que María “toda su vida obedeció perfectamente”, o que ya desde el Antiguo Testamento Dios se preocupó por “indicarnos el camino correcto, para evitar las consecuencias que implica apartarse de lo establecido por él”. Se habla de un Dios Padre, que quiere nuestra felicidad, pero se ignora luego nuestra capacidad y libertad para elegir. No hay “obediencia perfecta”, porque el ser humano está siempre en camino, buscando como realizar el proyecto que lleva en su corazón, y para ello debe acertar y errar, una y otra vez. Suele vincularse voluntad de Dios con nuestras normas humanas de convivencia, lo aceptado socialmente, lo que impone la Tradición, olvidando que a menudo es necesario saltarse todo eso para seguir a Dios y su proyecto. Así la religión se convierte con frecuencia en el control social, exacerbando los sentimientos de culpa, manteniendo a raya nuestra impulsiva naturaleza. Nuestro discurso religioso discrimina, hace diferencias, crea privilegios, y entiendo que todo eso es ajeno a Dios. Cuando hablamos de lo excepcionales que pueden ser ciertas personas, los que la Iglesia ha canonizado u otros, no estamos estimulando la experiencia de Dios, sino frenándola: ellos eran especiales, nosotros no. Pero en realidad, todos somos especiales para Dios, todos somos únicos: María era especial para Dios y tuvo un lugar especial en su proyecto amoroso para la Humanidad, pero yo también soy así para Dios, y cada hombre y mujer de este mundo. También en mí Dios pone su semilla, también yo debo “dar a luz” a Dios en mi existencia. Cuando Jesús dice que su madre y sus hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen no está ni rechazando ni confirmando su vínculo con María, sino poniendo los fundamentos de una “nueva comunidad”, no fundada en lazos familiares o consanguíneos, sino en el amor mutuo, en un Dios que une, que derriba fronteras, que no es un patriarca, sino el “Abba”. Finalmente, creo que no es que Dios se revele a los seres humanos formalmente, dando un discurso o promulgando una ley inapelable, sino que se manifiesta en la Vida, y allí ellos le descubren, para luego plasmar esa experiencia en los libros que recoge la Escritura, y que trasmiten una sabiduría perenne a la que se accede únicamente desde el corazón.

Fray Manuel de Jesús, ocd.


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