“ Me santiguo con la señal de la cruz. En cierto modo, es
como si grabara tu divino amor en mi cuerpo para cerciorarme de que todo cuanto
hay en mí, y en torno a mí, es amado.
Toco mi frente con mi mano derecha y pienso que fuiste tú
quien me pensó y me creó.
Hago que la cruz de tu amor descienda hasta mi vientre,
hasta mi vitalidad y sexualidad, y te doy gracias por haber querido asumir mi
condición humana.
Llevo a continuación mi mano desde el hombro izquierdo
hasta el derecho y te pido
que transformes mi torpeza en acierto,
que unifiques en mí lo consciente con lo inconsciente,
los deseos con los hechos,
lo femenino con lo masculino
y que en todas las partes de mi cuerpo y de mi alma tu
amor sanante y transformador se difunda hasta el último resquicio.
‘Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre,
desde el seno pasé a tus manos.
Desde el vientre materno, tú eres mi Dios’
Salmo 22,10-11 “
ANSELM GRÜN. La oración de cada día
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