"La primera palabra de la liturgia de este domingo, la
antífona de entrada tomada de la segunda lectura, es una invitación a la
alegría. Claro que esa alegría no se debe a que llega el turrón y los regalos,
sino a que Dios es Emmanuel. Esa alegría, en el AT, está basada siempre en la
salvación que va a llegar. Hoy estamos en condiciones de dar un paso más y
descubrir que la salvación ha llegado ya porque Dios no tiene que venir de
ninguna parte. Y con su presencia en cada uno de nosotros, nos ha comunicado todo
lo que Él mismo es. No tenemos que estar alegres porque Dios está cerca, sino
porque Dios está ya en nosotros…
.
La seguridad de tener a Dios en mí, no depende de mi
perfección. Es anterior a mi propia existencia y depende solo de Él. El no
tener esto claro nos hunde en la angustia y terminamos creyendo que solo pueden
ser felices los perfectos, porque solo ellos tienen asegurado el amor de Dios.
Con esta actitud estamos haciendo un dios a nuestra imagen y semejanza; estamos
proyectando sobre Dios nuestra manera de proceder y nos alejamos de las
enseñanzas del evangelio que nos dice exactamente lo contrario.
Dios no forma parte de mi ser para ponerse al servicio de mi
contingencia, sino para arrastrar todo lo que soy a la trascendencia. La vida
espiritual no puede consistir en poner el poder de Dios a favor de nuestro
falso ser, sino en dejarnos invadir por el ser de Dios y que él nos arrastre
hacia lo absoluto…
Lo que nos dice la
encarnación es que no hay nada que cambiar, Dios está ya en mí y esa realidad
es lo más grande que puedo esperar. Ésta tenía que ser la causa de nuestra
alegría. Lo tengo ya todo. No tengo que alcanzar nada. No tengo que cambiar
nada de mi verdadero ser. Tengo que descubrirlo y vivirlo…
El conocimiento de Dios, del que hablamos, no es racional ni
discursivo, sino vivencial y de experiencia. Es la mayor dificultad que
encontramos en nuestro camino hacia la plenitud. Nuestra estructura mental
cartesiana, nos impide valorar otro modo de conocer. Estamos aprisionados en la
racionalidad que se ha alzado con el santo y la limosna, y nos impide llegar al
verdadero conocimiento de nosotros mismos. Permanecemos engañados creyendo que
somos lo que no somos. Pidiendo a Dios, que potencie nuestro falso ser.
La alegría de la que habla la liturgia de hoy, no tiene nada
que ver con la ausencia de problemas o con el placer que me puede dar la
satisfacción de los sentidos. La alegría no es lo contrario al dolor o al
sufrimiento. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro. Si fundamento mi alegría
en que todo me salga a pedir de boca, estoy entrando en un callejón sin salida.
Mi parte caduca y contingente termina fallando siempre. Si me empeño en
apoyarme en esa parte de mi ser, el fracaso está asegurado.
La salvación, hoy como ayer, consiste en un convencimiento
vivencial de lo que significa ser humano. No alcanzaré mayor grado de humanidad
por ponerme nuevos capisayos (obras buenas, oraciones…), sino por dejar que
fluya, desde dentro, mi verdadero ser. No tengo que entrar en la dinámica de
una programación para llegar a ser. Tengo que descubrir lo que soy para actuar
como lo que realmente soy. Solo sacando fuera lo falso que tengo dentro iré
alcanzando paso a paso, mayores cotas de humanidad.
Meditación-contemplación
No preguntes a nadie lo que tienes que hacer,
inmediatamente caerás en una programación.
Descubre tu verdadero ser y encontrarás sus exigencias.
Tu meta tiene que ser alcanzar tu plenitud.
…………………
Solo podrás crecer como ser humano
si tus relaciones con los demás son cada día más humanas.
No hay otro camino para alcanzar la meta.
Necesitas al otro para ser tú en plenitud.
………………
Todos los esfuerzos en el ámbito religioso
tienen que terminar en los demás.
Ninguna otra práctica puede tener sentido
si no desemboca en la preocupación por el hermano."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.