El Evangelio para este día está tomado de Lucas (3, 1-6), y luego de situar los
hechos en un momento concreto de la historia humana, nos cuenta cómo vino la
Palabra de Dios sobre Juan, hijo de
Zacarías, en el desierto. Para hablar de Dios siempre tenemos que hacerlo
mediante símbolos, porque Dios es inapresable de otra manera, y como es
indefinible, cualquier pretensión de conceptualizarlo acaba dejándole fuera.
También la Escritura es puro símbolo,
imágenes y relatos que nos acercan al misterio, y por ello debemos acercarnos a
ella con sencillez, apertura espiritual y libertad. Por eso desde que leo el
texto la imagen del desierto me lleva
a pensar en lo que esta imagen significa para mí. Curioso que a Juan, Dios le llame en el desierto para
llevarlo a la gente, mientras que a otros personajes bíblicos les llama en la
ciudad para llevarles al desierto. La voz de Dios se escucha allí donde estás,
e implica siempre una transformación o un cambio, al que nos resistimos, pero
al mismo tiempo somos atraídos por él. El Misterio es un abismo en el que nos
precipitamos y ello causa, está en los Profetas, terror y seducción al mismo
tiempo.
Todos los textos para la liturgia de este día,
invitan a la confianza; son textos hermosos que disipan el desánimo. Baruc 5, 1-9 habla de dejar luto y
aflicción para vestirse de gala y envolverse en justicia, porque Dios va a
mostrar tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo. Dios se acuerda de mí, Dios
no me olvida, y así como ayer me vi derrotado, Él me devolverá con gloria,
quitándome del camino todos los obstáculos, para que camine con seguridad, bajo
sombra y entre fiestas, hasta la luz de su Gloria.
El
texto de la segunda lectura es aun más hermoso porque lo interpreto como la voz
de la comunidad que recibe a quien se ha perdido, y manifiesta ese ideal de
comunidad que comentaba yo ayer. Pienso en lo que implicaría para mí y para
cualquiera recibir un mensaje con las palabras del apóstol a los Filipenses: “Testigo me es Dios de lo entrañablemente que
os echo de menos en Cristo Jesús”. Confianza en que:”el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, él mismo la
llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús”, y buenos deseos para seguir
creciendo: “que vuestro amor siga
creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores”,
los que permanecen y no pasan, sin despreciar lo cotidiano, caduco, pero
necesario mientras vivimos en este cuerpo.
En
fin, que con el salmo puedo decir: “El
Señor ha estado grande con nosotros”, y no dejará de estarlo, porque sus
promesas no dejan nunca de cumplirse. Grün
habla del sueño de Dios para con cada uno de nosotros, y el Adviento viene a decirme que Dios me
sigue soñando, y que “todos verán la
salvación de Dios”.
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