"Dice el libro del Deuteronomio: "Te pongo delante vida
y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y vivirás tú y tu descendencia,
amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida
y tus muchos años en la tierra...". El texto nos invita pues, a elegir la
vida siempre como el camino para ser plenamente humanos. Solemos decir que
elegir a Dios es elegir la vida, pero también es cierto que elegir la vida es
elegir a Dios. Uno de los grandes obstáculos para alcanzar la sabiduría
espiritual es la dualidad, separar en nuestra mente y comprensión de la
realidad lo que está unido; Dios es vida, es la vida, por tanto elegir la vida
es elegir a Dios, y vivir es manifestar y alabar a Dios.
Cuando oramos diciendo: "Dichoso el hombre que ha
puesto su confianza en el Señor", estamos diciendo al mismo tiempo, no
tengo dudas, dichoso el hombre que ha puesto su confianza en la vida, y no otra
cosa es la fe. Es creer en Dios, y en consecuencia, creer, confiar, en la vida.
En esta misma dirección interpretamos una frase de Jesús en
los Evangelios: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue
con su cruz de cada día y venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá;
pero el que pierda su vida por mí causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno
ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?".
Jesús nos invita a que, sin temor, abracemos la vida, la de
cada día, porque al hacerlo, confiadamente, abrazamos a Dios. Al decidir seguir
a Cristo y buscar a Dios no renegamos de la vida. El cristiano no puede ser
anti vital, todo lo contrario. Pero a veces, con palabras y gestos, con
actitudes concretas, parecemos negadores de la vida.
Cuando en el texto anterior se vincula la vida con la cruz
no asumimos la existencia como algo negativo, sino como algo imprevisible,
sobre lo que no tenemos control; tanto la alegría como la tristeza, el éxito
como el fracaso, la ganancia y la pérdida, forman parte de la vida. Aceptarlo
todo con confianza es abrazar la cruz, creyendo que a fin de cuentas, para
quien vive en comunión con Dios amor, todo será bien. No controlamos tampoco
las acciones de los demás, no podemos prever cataclismos naturales o
movimientos sociales violentos, o sistemas políticos no respetuosos de nuestros
derechos, pero, en cuanto somos hombres y mujeres de fe, seguimos creyendo en
el amor como valor supremo, y abrazando la vida como máxima expresión del amor.
A veces cuando intentamos expresar nuestra fe no medimos
adecuadamente nuestras palabras, y el sentido o alcance que tendrán en otras
personas. Por ejemplo, leyendo un comentario a las lecturas de este jueves
después de Ceniza, encuentro estas afirmaciones:
"Ir en pos de Cristo significa seguirlo e imitarlo",
y luego dice: "El cristiano ante todo ha de seguir a Cristo. Y para seguir
a Cristo ha de imitarlo, ha de copiar sus virtudes". El uso del término
clásico de "imitación de Cristo" implica hoy saber que no se trata de
copiar a Jesús, sino de imitar sus actitudes ante la vida, cultivar los valores
evangélicos. Cada persona humana es única, no es copia de otra, ni siquiera de
Jesús llamado el Cristo. Yo diría más bien que es Cristo quien va despertando
en nosotros, en la misma medida en que despierta la vida.
"Negarse a sí mismo", ¿Qué significa? Por supuesto
que no es negarse a vivir, tampoco negar la vida, despreciarla; el texto al que
aludimos antes dice que es: "reprimir las pasiones, posponer los propios
intereses, la propia comodidad, renunciar a todas las cosas" para
conservar así la amistad de Dios. También habla de que es imposible seguir a
Cristo haciendo el propio capricho o la propia voluntad, incluso afirma:
"Es imposible seguir a Cristo sin renunciar al propio juicio". En
fin, que uno acaba entendiendo que es imposible ser un ser humano normal y
seguir a Cristo; porque si es necesario rechazar las pasiones, no tener
intereses personales, renunciar a toda comodidad, a las cosas, al juicio
propio... entonces estamos rechazando esta vida humana que compartimos, y en la
que además buscamos y encontramos a Dios.
Se trata definitivamente de esa dualidad de la que antes
hablamos; ¿Acaso en nuestras pasiones no está Dios? ¿No está tampoco en
nuestros esfuerzos, anhelos, búsquedas personales? ¿He de rechazarme siempre, rechazar lo
propio, no pensar... para seguir a Cristo y estar en comunión con Dios?
Dios aparece con frecuencia en nuestro modo de hablar como
el oponente, el rival, de lo que es humano en nosotros. Y así, entonces, Dios y
la vida serían contrarios. Y ante los ojos de los no creyentes, el cristiano
sería enemigo de lo más humano, lo más natural, de esta existencia humana
nuestra. No digo que lo sea, sino que nuestro modo de hablar parece expresar
eso. Es difícil cambiar mentalidades arraigadas durante mucho tiempo, sembradas
además con mucho empeño, pero no hay que cansarse de trabajar para que eso que
llamamos Dios sea mejor conocido y amado, más allá de cualquier frontera.
En cada momento de nuestra vida espiritual debemos aprovechar
los recursos que se ponen a nuestro alcance para afianzar nuestro compromiso
con la vida, que es definitivamente nuestro compromiso con Dios. Estos cuarenta
días de camino que tenemos por delante son días de desierto y también de
montañas, marcados con agua y fuego, para al final recuperar la vida que por
nuestras faltas de fe, esperanza y amor, hemos perdido."
MANUEL VALLS, OCD, (5-marzo-14)
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