viernes, 12 de febrero de 2016

DICHOSO EL HOMBRE QUE CONFÍA EN LA VIDA

"Dice el libro del Deuteronomio: "Te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y vivirás tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra...". El texto nos invita pues, a elegir la vida siempre como el camino para ser plenamente humanos. Solemos decir que elegir a Dios es elegir la vida, pero también es cierto que elegir la vida es elegir a Dios. Uno de los grandes obstáculos para alcanzar la sabiduría espiritual es la dualidad, separar en nuestra mente y comprensión de la realidad lo que está unido; Dios es vida, es la vida, por tanto elegir la vida es elegir a Dios, y vivir es manifestar y alabar a Dios.

Cuando oramos diciendo: "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor", estamos diciendo al mismo tiempo, no tengo dudas, dichoso el hombre que ha puesto su confianza en la vida, y no otra cosa es la fe. Es creer en Dios, y en consecuencia, creer, confiar, en la vida.

En esta misma dirección interpretamos una frase de Jesús en los Evangelios: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?".

Jesús nos invita a que, sin temor, abracemos la vida, la de cada día, porque al hacerlo, confiadamente, abrazamos a Dios. Al decidir seguir a Cristo y buscar a Dios no renegamos de la vida. El cristiano no puede ser anti vital, todo lo contrario. Pero a veces, con palabras y gestos, con actitudes concretas, parecemos negadores de la vida.

Cuando en el texto anterior se vincula la vida con la cruz no asumimos la existencia como algo negativo, sino como algo imprevisible, sobre lo que no tenemos control; tanto la alegría como la tristeza, el éxito como el fracaso, la ganancia y la pérdida, forman parte de la vida. Aceptarlo todo con confianza es abrazar la cruz, creyendo que a fin de cuentas, para quien vive en comunión con Dios amor, todo será bien. No controlamos tampoco las acciones de los demás, no podemos prever cataclismos naturales o movimientos sociales violentos, o sistemas políticos no respetuosos de nuestros derechos, pero, en cuanto somos hombres y mujeres de fe, seguimos creyendo en el amor como valor supremo, y abrazando la vida como máxima expresión del amor.

A veces cuando intentamos expresar nuestra fe no medimos adecuadamente nuestras palabras, y el sentido o alcance que tendrán en otras personas. Por ejemplo, leyendo un comentario a las lecturas de este jueves después de Ceniza, encuentro estas afirmaciones:
"Ir en pos de Cristo significa seguirlo e imitarlo", y luego dice: "El cristiano ante todo ha de seguir a Cristo. Y para seguir a Cristo ha de imitarlo, ha de copiar sus virtudes". El uso del término clásico de "imitación de Cristo" implica hoy saber que no se trata de copiar a Jesús, sino de imitar sus actitudes ante la vida, cultivar los valores evangélicos. Cada persona humana es única, no es copia de otra, ni siquiera de Jesús llamado el Cristo. Yo diría más bien que es Cristo quien va despertando en nosotros, en la misma medida en que despierta la vida.

"Negarse a sí mismo", ¿Qué significa? Por supuesto que no es negarse a vivir, tampoco negar la vida, despreciarla; el texto al que aludimos antes dice que es: "reprimir las pasiones, posponer los propios intereses, la propia comodidad, renunciar a todas las cosas" para conservar así la amistad de Dios. También habla de que es imposible seguir a Cristo haciendo el propio capricho o la propia voluntad, incluso afirma: "Es imposible seguir a Cristo sin renunciar al propio juicio". En fin, que uno acaba entendiendo que es imposible ser un ser humano normal y seguir a Cristo; porque si es necesario rechazar las pasiones, no tener intereses personales, renunciar a toda comodidad, a las cosas, al juicio propio... entonces estamos rechazando esta vida humana que compartimos, y en la que además buscamos y encontramos a Dios.

Se trata definitivamente de esa dualidad de la que antes hablamos; ¿Acaso en nuestras pasiones no está Dios? ¿No está tampoco en nuestros esfuerzos, anhelos, búsquedas personales?  ¿He de rechazarme siempre, rechazar lo propio, no pensar... para seguir a Cristo y estar en comunión con Dios?

Dios aparece con frecuencia en nuestro modo de hablar como el oponente, el rival, de lo que es humano en nosotros. Y así, entonces, Dios y la vida serían contrarios. Y ante los ojos de los no creyentes, el cristiano sería enemigo de lo más humano, lo más natural, de esta existencia humana nuestra. No digo que lo sea, sino que nuestro modo de hablar parece expresar eso. Es difícil cambiar mentalidades arraigadas durante mucho tiempo, sembradas además con mucho empeño, pero no hay que cansarse de trabajar para que eso que llamamos Dios sea mejor conocido y amado, más allá de cualquier frontera.

En cada momento de nuestra vida espiritual debemos aprovechar los recursos que se ponen a nuestro alcance para afianzar nuestro compromiso con la vida, que es definitivamente nuestro compromiso con Dios. Estos cuarenta días de camino que tenemos por delante son días de desierto y también de montañas, marcados con agua y fuego, para al final recuperar la vida que por nuestras faltas de fe, esperanza y amor, hemos perdido." 

MANUEL VALLS, OCD, (5-marzo-14)

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