Reproducimos la crítica de uno de los mejores dramaturgos cubanos, Norge Espinosa, acerca de la reciente puesta en escena en La Habana de una obra sobre Teresa de Jesús. Es un hecho nada frecuente en Cuba en los últimos decenios. Tanto el crítico como la directora y actriz que interpretó a Teresa, Flora Lauten, ambos sin vínculo con instituciones religiosas, son de lo más destacado y serio en la cultura cubana contemporánea.
Teresa de Ávila, obsesionada con la idea de fundar
monasterios, templos, sitios de oración, es el eje de toda la puesta, concebida
a través de textos de Raquel Carrió, Eduardo Manet y la propia Flora Lauten.
Ella y Manet son los directores de Éxtasis, un espectáculo que borra cualquier
idea de una biografía al uso de la santa para encontrar en ella delirios,
temores, anhelos y batallas que la descubren como una mujer a la que solo arma
su fe.
La metáfora es visible en toda la puesta, que cubre el
escenario del Buendía con la armazón de una iglesia a medio construir: una
iglesia en la otra, y en ese rejuego teatral que apela a tonos ocres, que
reniega del colorido de otros espectáculos de esta compañía esencial, apela a
la música (temas de Jomary Hechavarría y Martha Valdés), y a las luces de
Javier Rodríguez para imaginar este retrato íntimo de ese personaje tan
polémico, en una galería de imágenes que mezcla penumbra y resplandor de
velas, sonidos de campanas y el eco de una canción tan hermosa como Pero no te
vi llegar. Y en el centro de todo, está Flora Lauten, la mujer, la actriz, la
madre de Buendía, que ha regresado para refundar a su grupo en un acto de tan
hermosa tozudez como aquellos que impulsaban a Teresa por la árida tierra
española que la vio en sus muchos trasiegos.
Éxtasis, como bien apunta Raquel Carrió, es un sobrio
espectáculo que subraya la idea del legado y el acto de fundar. De abrir un terreno
para un lenguaje nuevo, y cuidarlo como si de un árbol también nuevo se
tratase. Tras varios años de incertidumbre, el Buendía busca en Teresa de Ávila
un símbolo para esa refundación que nos hace recordar las muchas veces en que
llenamos esta pequeña iglesia para ver espectáculos deslumbrantes. Se trata de
alimentar nuevamente la fe, en tiempos donde no abunda demasiado ese gesto. De
encontrar en el punto de origen, en el teatro y en su misterio, un camino de
invocación que nos explique y nos defina con limpieza. Flora Lauten encarna a
una Teresa que luce sus ojos verdes, que tiene su voz y ha vivido lo mismo que
ella. Y que habla de las visiones, serafines o demonios, que la acosan pero no
han logrado derrotarla.
No dejé de mirarla a lo largo de la función, porque como
Teresa misma, llega a hacernos creer que acabará levitando, en una entrega
magistral que arropan los jóvenes actores que la secundan (Daniel Lana,
Leandro Sen y Elba Pérez), y que gana los más sinceros aplausos. Se sale del
teatro con los ojos, con el pecho, llenos de todo lo que nos ofrece Flora
Lauten. A ella se debe el éxtasis que vive el espectador, y en ella encuentran
razón todos los elementos de este montaje tan digno de elogios.
Un solo detalle señalaría aquí al espectáculo: creo que los
dos parlamentos finales sobran. Ya a la altura de ese momento, sabemos quién es
Teresa de Jesús, cuán controvertida e imborrable es su figura. Y la imagen que
los precede, con una muerte que gira hacia el infinito, dice eso y muchísimo más,
haciendo innecesarias más explicaciones. El espectáculo, como lo ha hecho el
Buendía en sus mejores tiempos, confía en la visualidad como médula
narrativa. Ello puede ahorrarle esas descripciones, y dejarlo vibrar en la
pupila, como un acto de renacimiento."...
NORGE ESPINOSA MENDOZA. El éxtasis de refundar. (fragmento)
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