TRES
IDEAS PARA EMPEZAR A DEJAR A DIOS SER DIOS…
1.
Actualmente hablamos demasiado de Dios y
lo que decimos es, con frecuencia, superficial.
2.
Tenemos tendencia a querer dominar y
domesticar la alteridad de Dios.
3.
A pesar de nuestra brillantez científica y
tecnológica, nuestro pensamiento
religioso es, a veces,
extraordinariamente subdesarrollado, incluso primitivo.
(Tomado de: “En
defensa de Dios”, de Karen Armstrong)
En la mayoría de las
culturas premodernas, había dos maneras reconocidas de pensar, hablar y
adquirir conocimientos. Los griegos las llamaban mythos y logos.
Ambas eran esenciales y no se consideraba que ninguna de ellas fuera superior a
la otra; no estaban en conflicto, sino que eran complementarias. Cada una tenía
su esfera propia de competencia, y se consideraba imprudente mezclarlas.
LOGOS
(razón): era el modo pragmático de
pensamiento que permitía a la gente funcionar de manera eficaz en el mundo.
Tenía que corresponderse de forma precisa con la realidad externa. Miraba
siempre hacia adelante, continuamente al acecho de nuevas formas de controlar
el entorno, mejorar las ideas antiguas o inventar algo nuevo. El logos fue
esencial para la supervivencia de nuestra especie, pero tenía sus limitaciones:
no podía aliviar el dolor humano ni descubrir el sentido último de las luchas
de la vida. Para eso, la gente se volvía al mythos
o mito.
MITO:
En la actualidad vivimos en una sociedad de logos científico, y el mito ha
quedado desprestigiado (aunque creo que eso ya está cambiando). En el habla común,
un mito es algo que no es cierto, pero en la antigüedad el mito era más que una
fantasía autocomplaciente; ayudaba a la gente a vivir de manera creativa en
nuestro desconcertante mundo, aunque de un modo diferente. A través de historias y relatos de dioses o
diosas, se centraban en los aspectos más esquivos, desconcertantes y trágicos
de la difícil situación humana que caen fuera del alcance del logos. Algunos
han dicho que el mito era una especie de psicología primitiva; estaban
concebidos para ayudar a las personas a moverse en las regiones oscuras de la
psique, que son de difícil acceso, pero que influyen profundamente en nuestro
pensamiento y nuestra conducta. Nunca se pensó en el mito como un relato
preciso de un acontecimiento histórico: era
algo que, en algún sentido, había sucedido alguna vez, pero que sucedía también
continuamente.
(Tomado de: “En
defensa de Dios”, de Karen Armstrong)
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