viernes, 9 de abril de 2021

RESURRECCIÓN EN MARCOS (1)

 
Marcos es el evangelio más estudiado y el más difícil, y también con el que, por mucho tiempo, estuvimos menos familiarizados los cristianos. Su estilo, parco y sobrio, deja muchas cosas sin explicar, y ha sido una constante invitación a trabajar con la imaginación. Un ejemplo de lo anterior es su capítulo 16, centrado en la resurrección; sus ocho primeros versículos están atestiguados con seguridad como parte del texto originario, no así los que siguen, que se añadieron más tarde (final largo). Esto no quita, por supuesto, que ambos textos sean parte del evangelio, e inspirados, pero saberlo facilita su comprensión.

Veamos primero Marcos 16, 1-8: en esta escena son las mujeres las protagonistas; María Magdalena, María de Santiago, y Salomé (que habían sido presentadas antes en 15,40-41). Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea, y observaron desde lejos su crucifixión. No parecen formar parte del grupo de los discípulos, los que han estado con él en sus últimas horas y luego le abandonaron, pero su lejanía del calvario, hacen patente el propósito de Marcos de mostrarnos a Jesús abandonado por todos. En una segunda referencia a estas mujeres (15,47), ellas también ven desde lejos como José de Arimatea sepulta el cuerpo de Jesús (“un insigne miembro del tribunal supremo, que esperaba también el Reino de Dios”). No se nos dice el por qué estas mujeres no participaron de la sepultura.

Pasado el sábado (aproximadamente después de las 6 de la tarde de ese día), las mujeres actúan a favor de Jesús, porque compran aromas para ungirlo. Lo anterior permite que se revele a ellas, y a nosotros, la resurrección de Jesús. Luego vuelve a fijar el tiempo: “El primer día de la semana, muy de madrugada, al salir el sol”; típico de este evangelio es fijar el tiempo en intervalos de tres horas, así fue con el relato de la Pasión. Los exégetas sugieren que lo anterior puede ser expresión de tiempos establecidos de oraciones conmemorativas de la primera comunidad cristiana. También la referencia al amanecer (sol) puede ser una referencia simbólica a la resurrección, pues antes Marcos ha manifestado interés por los símbolos de la vista y la ceguera, la luz y las tinieblas.

En Marcos 16,3-4, las mujeres hacen una pregunta retórica sobre la piedra del sepulcro, que era muy grande, reforzando el contraste entre la incapacidad humana y el poder de Dios. La piedra ha sido removida, y roto el sello del sepulcro. Al entrar en él sepulcro, las mujeres ven un joven sentado a la derecha (puesto de honor), vestido de blanco. Es evidentemente un portavoz divino y ellas se asombran o asustan, como es típico en estas apariciones; el mensajero celeste les habla: “No se asusten. Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado. Ha resucitado. No está aquí. Vean el sitio donde lo pusieron”.

El mensaje habla de diversas cosas: de continuidad entre el crucificado y el resucitado; habla de Jesús Nazareno, que es como había antes llamado a Jesús un demonio (1,24). El que antes mostró poder sobre el mal, ahora aparece venciendo a la muerte. También se hace referencia al significado del sepulcro vacío, y su sentido. Luego en el versículo 7 se hace patente que la tarea de Jesús no termina con su resurrección, que quedan cosas por hacer. “Vayan y digan a sus discípulos y a Pedro que Él ira delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, como Él les dijo”. Jesús había dejado una esperanza para los que le abandonaron en 14,28: “Cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea”; el joven del sepulcro retoma aquí aquella promesa. Jesús no va abandonar a los suyos, siempre va delante de ellos, y en Galilea los volverá a reunir. Los que fueron dispersados en la pasión se convertirán de nuevo en comunidad cuando regresen al lugar donde fueron llamados por primera vez como discípulos (1,14-20). Dios les hará ver a Jesús el Nazareno resucitado de entre los muertos, vencedor sobre la crucifixión, a quien ellos prometieron seguir.

Pero, aunque el mensaje del ángel concierne a los discípulos y a Pedro, Marcos sigue centrando su atención en las mujeres, pues es a ellas a quienes se da este mensaje. Y la reacción de ellas es de absoluta sorpresa para el lector (16,8): “Ellas salieron huyendo del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo”. En lugar de ir a comunicar a los discípulos esta buena nueva, ellas huyen llenas de miedo, y nada dicen. Qué significa esto? Marcos ha mostrado en su evangelio que los seguidores de Jesús fracasaron porque no habían comprendido que Jesús tenía que sufrir o no estaban dispuestos a acompañarlos en su pasión. Las mujeres también, lo vimos, son presentadas un poco al margen de la pasión, y ahora tienen miedo; esto parece en armonía con la insistencia de Marcos en el hecho de que nadie puede huir de la cruz en el seguimiento de Jesús.

Esto es posiblemente un mensaje para los destinatarios primeros de este Evangelio, que seguro habían sido probados por la persecución, e incluso caído, o también eludieron algunos la prueba, quedándose lejos como las mujeres. Los discípulos de Jesús habían fallado todos, y fueron reconciliados con su vocación primera. Para Marcos, ni siquiera la resurrección garantiza la verdadera fe de los seguidores de Jesús; nadie puede hacer suya la victoria de Jesús si no ha pasado por la prueba, por la cruz. No deja de haber algo de pesimismo en este primer “final” de Marcos (Continúa...).

(Resumen hecho a partir de un texto de Raymond Brown).

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