lunes, 12 de abril de 2021

RESURRECCIÓN EN MARCOS (2)

Veamos ahora Marcos 16,9-20, o el final largo del Evangelio de Marcos; desde el punto de vista gramatical es evidente que este texto ha sido añadido al pasaje anterior, y con algo de torpeza. Comienza así: “Resucitado el primer día de la semana por la mañana, se apareció a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios” (16,9); algunos detalles dejan ver la falta de continuidad con el texto original, aunque luego no se vea así en las diversas traducciones. 

Luego que María Magdalena apareciera huyendo temblorosa y atemorizada, desobediente del mandato del ángel, ahora parece Marcos darle otra oportunidad, y la aparición de Jesús le da nuevas fuerzas para cumplir el mandato del ángel. No se dan detalles en este caso de esa aparición, pero se nos dice que ella lleva la buena nueva a los discípulos que estaban “llenos de tristeza y llorando”, pero en la línea pesimista de Marcos, ellos tampoco le creen. Este pasaje parece decir que solamente el encuentro con el mismo Jesús resucitado vence la anterior falta de fe.

Jesús se aparece a los Once, reunidos en la mesa, y les reprocha por su incredulidad y dureza de corazón, y por no haber creído a los que le vieron resucitado; en los otros Evangelios, la aparición de Jesús vinculada a las comidas tiene un valor eucarístico, pero Mc16,14 no hace nada para subrayar esa dimensión, al menos no de manera explícita. Tal vez quiso llamar la atención a los que, participando de la Eucaristía, no eran capaces de reconocer al Resucitado (en la línea de 1Cor11,20-34).

Luego, también acá esta aparición de Jesús está vinculada la misión de los apóstoles; es alentador que a los mismos a los que reprocha antes por su falta de fe y dureza de corazón, les confía ahora la predicación del evangelio al mundo entero. No hay mejor manera para mostrar que, la gracia de Dios y no el mérito humano, es el elemento principal de la buena nueva proclamada por Jesús. Al predicar a los otros, los apóstoles serán fortalecidos en su fe; el mandato en Marcos es algo más global que en Mateo: “Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad” (Mc), Vs “Id y hacer discípulos entre todos los pueblos” (Mt). Es por la predicación que el Señor Resucitado establece la autoridad que ha conquistado sobre todas las cosas.

El efecto de la predicación está descrito en 16,16: “Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará”; la predicación del evangelio estará acompañada de señales persuasivas, de modo que, para Marcos, quien la rechaza manifiesta su obstinación. No obstante, debemos ser cautos al proponer hoy esta afirmación que identifica de manera dualista la fe en Jesús con la salvación y la incredulidad con la condenación; sabemos hoy que la incredulidad deriva de muchos factores, incluyendo el pésimo testimonio de los cristianos, y la proclamación de Cristo por parte de algunos que se parecen poco a él.

En algunos puntos de este texto, Marcos se aproxima a la teología joánica, y también aparecen algunos ecos, como en las señales que acompañarán a los discípulos en su ministerio, que hacen pensar en Hechos. En los discípulos, y en esas señales que menciona 16, 17-18, se manifiesta el poder que Jesús tenía sobre toda creación.

Cierra el “final largo” con la elevación de Jesús al cielo, donde está sentado a la derecha de Dios (16,19); evoca este texto a la formulación de Lucas (24,36-52). Ya las dudas que los discípulos tuvieron han quedado atrás, y ellos obedecen yendo a predicar por todas partes. Y el Señor, fiel a su promesa, aunque ha sido entronizado, “obra con ellos”, confirmando “la palabra” a través de las señales que acompañan a los discípulos.

Esa era la experiencia de los primeros cristianos, que anunciaron el Evangelio, y hasta entregaron la vida, en medio de persecuciones, porque confiaban en esa promesa y palabra poderosas.

(Lo anterior es un resumen de un texto de Raymond Brown)

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