viernes, 2 de julio de 2021

¿DERECHOS DE DIOS Vs DERECHOS DEL HOMBRE?

"En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: “¡Ánimo, hijo, tus pecados están perdonados!”. Algunos de los letrados se dijeron: “Este blasfema”. Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: “¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: «tus pecados están perdonados» o, decir «levántate y anda»? Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -dijo dirigiéndose al paralítico-: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”. Se puso en pie y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad". (Mt 9, 1-8).

Una vez más, Mateo resume el relato de Marcos (2,1-12), reduciéndolo a lo esencial: mostrar a Jesús como perdón y sanación. Sin embargo, esa reducción suprime elementos valiosos que, en el original de Marcos, permiten comprenderlo y leerlo en clave simbólica, porque hace ver, en el paralítico, a la humanidad postrada

Es muy probable que, tras la polémica acerca del perdón, se busque dar respuesta a la pregunta (reproche) que se hacía a las primeras comunidades: “¿con qué autoridad perdonáis los pecados?”. En cualquier caso, el relato muestra, de entrada, dos formas de situarse ante Dios –y ante las personas– que resultan antagónicas, si no irreconciliables: Jesús manifiesta preocupación por el bien del ser humano; los letrados se siguen escudando en los supuestos “derechos de Dios”

La religión teísta, como consecuencia del dualismo y de la proyección antropomórfica, ha caído con mucha frecuencia en un esquema que daba por supuesta la separación e incluso la rivalidad entre Dios y los seres humanos. Tal esquema desembocaba inevitablemente en una confrontación entre los “derechos de Dios” y los “derechos del hombre”. A partir de ahí, la autoridad religiosa, erigida en guardiana de los primeros, solía adoptar una actitud de condena en cuanto creía que estaban siendo vulnerados. En resumen: la ley o la norma –que se creía expresión literal del deseo divino– se absolutizaba aun a costa de atropellar a los seres humanos

Cuando la religión se ha entendido de este modo, ha terminado siendo indigesta y peligrosa. Y ha generado un movimiento de desafección o incluso de rechazo abierto y militante. Antes o después, el sometimiento tiene que desembocar en rebeldía o resentimiento. Y esto no se soluciona maquillando las apariencias, sino modificando radicalmente aquel esquema erróneo que presenta a Dios como separado y rival del ser humano, y a los detentadores de la autoridad religiosa como sus “mediadores”. 


Enrique Martínez Lozano
Otro modo de leer el Evangelio

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