sábado, 12 de febrero de 2022

BIENAVENTURADOS...

 

Este domingo leemos en nuestras celebraciones eucarísticas el pasaje de las BIENAVENTURANZAS, tal y como lo narra el Evangelio de Lucas; tiene algunas diferencias en relación a la versión de Mateo, como por ejemplo el hecho de que Jesús habla, no en un monte, sino en una llanura, y que que además junto a esas bienaventuranzas, aparecen unas "malaventuranzas"que les hacen contrapeso. 

 Toda explicación racional de las Bienaventuranzas acaba en fracaso, porque no son lógicas; tienen su origen, a mi parecer, en la experiencia profundamente humana de Jesús, y son una invitación a dejarnos sorprender por el Espíritu, para aceptar un cambio de paradigma, de valores, de prioridades. Es decir, para entrar de verdad en una Vida nueva

 Veamos lo que dice al respecto Fray Marcos, uno de los comentadores que sigo semana tras semana: 

"Bienaventurado el pobre, si no permite que su “pobreza” le atenace. Bienaventurado el rico, si no se deja dominar por su “riqueza”. No sabría decir qué es más difícil. En ningún momento debemos olvidar los dos aspectos. Ser dichoso es ser libre de toda atadura que te impida desplegar tu humanidad. Se proclama dichoso al pobre, no la pobreza. Se declara nefasta la riqueza, no al rico. Tanto la pobreza como la riqueza son malas si nos impiden ser. Tampoco quiere decir el evangelio que tengamos que renunciar a la riqueza para asegurarnos un puesto en el cielo. Debemos renunciar a ser la causa del sufrimiento de los demás. Las bienaventuranzas no son un sí de Dios a la pobreza ni al sufrimiento, sino un rotundo no de Dios a las situaciones de injusticia

Las bienaventuranzas invierten radicalmente nuestra escala de valores. ¿Puede ser feliz el pobre, el que llora, el que pasa hambre, el oprimido? La misma formulación nos despista porque está hecha desde la perspectiva mítica. Solo desde la perspectiva de un Dios que actúa desde fuera se puede entender “Dichosos los que ahora pasáis hambre porque quedaréis saciados”. Si para mantener la esperanza tenemos que acudir a un más allá, podemos caer en la trampa de dar por buena la injusticia que está sucediendo hoy aquí, esperando que un día Dios cambie las tornas.

Las bienaventuranzas quieren decir, que, aún en las peores circunstancias que podamos imaginar, las posibilidades de ser humanos en plenitud, no nos las puede arrebatar nadie. Recordad lo que decíamos el domingo pasado: “Rema mar adentro”, busca en lo hondo de ti lo que vale de veras". .

Para mí, las Bienaventuranzas, en cualquiera de sus dos versiones, invitan a una escucha constante, como una especie de koan zen, que nos toca descifrar a lo largo de toda la vida. Comprenderemos su sentido verdadero cuando las leamos y escuchemos, no con la carne, no con la mente, sino con el corazón; es decir, con aquella parte nuestra que compartimos con Dios. 

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