sábado, 6 de agosto de 2022

HISTORIA DE LA IGLESIA: LA CUESTIÓN DEL "FILIOQUE".

Para los que no han estudiado historia de la Iglesia o teología, este tema puede resultar desconocido, pero es importante para entender mejor uno de los momentos en que los cristianos se dividieron en una Iglesia de Oriente y otra Iglesia de Occidente, mucho antes de la Reforma protestante. Así lo narra Justo Luis González en el segundo tomo de su "Historia del pensamiento cristiano"; está escrito de manera sencilla, comprensible para cualquiera que se interese en el tema, por eso decidí compartirlo acá: 

"El símbolo Niceno-Constantinopolitano, al referirse al Espíritu Santo, dice «que procede del Padre». Esto no quiere decir en modo alguno que el Espíritu Santo proceda del Padre y no del Hijo, pues en el siglo IV esta cuestión no se debatía, y los obispos reunidos en Constantinopla no tenían interés alguno en definir la procedencia del Espíritu Santo en términos exactos. Aún más, tanto en el Oriente como en el Occidente se acostumbraba dar un lugar al Hijo en esa procedencia, si bien en el Occidente la mayoría de los teólogos decía que el Espíritu Santo procedía «del Padre y del Hijo», mientras que en el Oriente se acostumbraba decir que procedía «del Padre por el Hijo». 

En el Occidente, por razones que no son del todo claras, algunos comenzaron a interpolar en el símbolo Niceno-Constantinopolitano la fórmula «y del Hijo» -filioque- para significar la doble procedencia del Espíritu Santo, diciendo entonces «que procede del Padre y del Hijo». Si bien los orígenes de esta interpolación se pierden en la penumbra de la historia, todo parece indicar que surgió en España, y que de allí pasó a las Galias y al resto de occidente. 

En época de Carlomagno, cuando las relaciones entre el reino franco y el gobierno de Constantinopla eran tensas, la cuestión del filioque salió a la superficie como motivo -o quizá más bien como excusa- de largas controversias. En los Libros Carolinos, del año 794, se llega a afirmar la heterodoxia de la antiquísima fórmula oriental según la cual el Espíritu Santo procede «del Padre por el Hijo». En la capilla palatina de Aquisgrán se cantaba el símbolo con el filioque interpolado y allí lo recibieron algunos monjes latinos de Jerusalén quienes al regresar a la Santa Ciudad fueron objeto de virulentos ataques por parte de los orientales, que los acusaban de innovadores y de herejes. En un concilio celebrado en Aquisgrán en el año 809, los obispos francos confirmaron la opinión según la cual la fórmula griega era herética, y la procedencia del Espíritu Santo «del Padre y del Hijo» (filioque) era parte necesaria de la ortodoxia. 

Para esto se basaban en los escritos de los antiguos padres latinos, y más tarde recibieron el apoyo de varios teólogos carolingios. En ese momento la firmeza del Papa León III evitó un cisma entre Oriente y Occidente, pues el Papa se mostró inflexible ante toda interpolación en el símbolo Niceno-Constantinopolitano, y de este modo se evitó que la cuestión desembocara en una disputa entre las autoridades eclesiásticas de Roma y las de Constantinopla. Empero la oposición de León III no fue suficiente, y a la postre toda la rama latina de la Iglesia llegó a repetir el símbolo con el filioque. 


A partir de entonces (y ya en el año 867, cuando el cisma de Focio) la cuestión del filioque ha sido uno de los factores que más han contribuido al distanciamiento entre el cristianismo occidental y el oriental

 ¿ Qué consideraciones estaban envueltas en la cuestión del filioque?
Había consideraciones de dos órdenes, y desgraciadamente quienes intervinieron en la disputa rara vez supieron distinguir entre ambos. La excepción más notable en esto es el Papa León III. Por una parte se planteaba la ortodoxia de la interpolación misma. Por otra, estaba en juego el derecho de concilios posteriores, o de cualquiera otra autoridad eclesiástica, de cambiar o interpolar el antiguo símbolo Niceno-Constantinopolitano. Estas dos cuestiones se confundieron en la disputa de tal modo que buena parte de la labor teológica se dedicó, por parte de los occidentales, a mostrar la ortodoxia y la necesidad del filioque y, por parte de los orientales, a mostrar la heterodoxia de quienes interpolaban el credo. Así se llegó a caricaturizar posiciones y a subrayar diferencias que eran en realidad insignificantes. 

Había, empero, cierta justificación teológica, que prestó fuerza y contenido a los conflictos políticos y a la cuestión disciplinaria de la interpolación en el credo. Se trata de la vieja diferencia entre el modo en que los orientales, a partir de los Capadocios, concebían las relaciones entre las personas de la Trinidad y el modo en que la concebían los occidentales, siguiendo a Agustín. 

Para los orientales, era necesario afirmar el origen único de la Trinidad. Solo puede haber una fuente en el ser de Dios, y esa fuente es el Padre. ¿No procede entonces el Espíritu Santo también del Hijo? No en el mismo sentido en que procede del Padre, pues el Padre es la fuente de su ser, y el Hijo no lo es. De aquí la fórmula: «del Padre por el Hijo». 

Para los occidentales, por otra parte, el Espíritu Santo es el amor que une al Padre y al Hijo. Puesto que este amor es mutuo, debe decirse que el Espíritu procede «del Padre y del Hijo». Esto no quiere decir que haya dos fuentes últimas, pues el Hijo no es su propia fuente, sino que es engendrado por el Padre. 

En todo caso, la disputa nunca se resolvió, y a través de los siglos continuó estorbando todo esfuerzo de acercamiento entre las dos alas de la Iglesia Cristiana".

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