viernes, 19 de agosto de 2022

OTRA VEZ HABLANDO DE LA SALVACIÓN (Domingo XXI-C).

 

La salvación, según el Diccionario bíblico abreviado (Editorial Verbo Divino, San Pablo), es el acto divino de salvar. Los seres humanos no pueden salvarse a sí mismos por la situación de pecado (estructura del mal) en la que están atrapados. Tan sólo Dios puede traer la salvación. En el Nuevo Testamento, la salvación acontece en el pasado, el presente y el futuro. Dios envió a su Hijo al mundo "para salvar a su pueblo de los pecados". El pecado fue vencido por Jesús mediante su muerte y su resurrección. Por la fe en él podemos ser ahora "salvos" (salvados). Este don gratuito se ofrece a todos, cualesquiera sean sus antecedentes religiosos, raciales o sociales

 "Todo el que clama al Señor pidiendo ayuda será salvo", Los cristianos son ya "salvos" porque poseen ya el perdón y la vida nueva, pero no experimentamos el pleno sentido de la salvación sino progresivamente, y hasta el fin de los tiempos, con la segunda venida de Jesucristo. Entretanto, están "siendo salvados". 

 En el Antiguo Testamento, la salvación es más que una simple liberación espiritual. El acto principal de salvación tuvo lugar cuando Dios liberó a los israelitas de su esclavitud en Egipto. El Nuevo Testamento enseña también que la salvación de Dios afecta a mucho más que a la vida "espiritual" de una persona, sino que abarca la totalidad de esta. Casi una tercera parte de las referencias que en el Nuevo Testamento se hacen a la salvación aluden a la liberación de males específicos como el encarcelamiento, la enfermedad y la posesión diabólica. Cuando uno llega a ser cristiano, la salvación de Cristo afecta a la totalidad de la vida: tanto a la vida física como a la espiritual. Pero ninguna parte de la persona poseerá integridad total, hasta que haya sido "salvada" finalmente con motivo de la segunda venida de Cristo.


En otro diccionario, el Abreviado de Pastoral, también se habla de la SALVACIÓN en los sentidos bíblicos de sanar, ayudar, unir y liberar. Pero, me interesa destacar su llamada de atención sobre los modos reductivos de entender el término. Un peligro frecuente es reducir la salvación al ámbito puramente espiritual, como si se tratara sólo de superar los pecados, entendidos estos generalmente como faltas individuales. El otro peligro subraya excesivamente el aspecto corporal de la salvación, descuidando el aspecto moral que esta necesariamente implica. Es decir, que la salvación acontece siempre de modo personal y comunitario (nunca nos salvamos solos), y tiene que ver con convertirnos también nosotros en "salvación" (cauces de salvación) para los demás. 

Al hablar de SALVACIÓN también podemos usar la conocida frase del "Ya, pero todavía no"; es decir, ya participamos de la salvación que gratuitamente nos trajo Cristo, pero que esa salvación se haga vida en nosotros y se irradie desde nosotros, es la tarea de todo cristiano. Anunciar la salvación que trajo Cristo con el testimonio de la propia vida: una vida inquieta, triste, amargada, temerosa, no habla de experiencia de salvación. 

Enrique Martínez Lozano escribe a propósito del mismo texto bíblico para este domingo: "Frente a la pregunta característica del yo religioso, siempre preocupado, o incluso obsesionado, por "su" salvación, Jesús anima a "entrar por la puerta estrecha"... esta imagen evoca la necesidad de "soltar" todo como medio para experimentar la Vida que somos. Cuanto más soltamos, más fuertes somos. Al soltar todo, que es la muerte, se nos regala la Vida". 


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