"Considerar la Cuaresma como algo deprimente,
inhibidor o sombrío significa no comprender que una parte de la decepción que
supone la vida proviene de exigirle que sea siempre un éxtasis, continuamente
fácil, cada vez más emocionante.
La idea de que la vida espiritual es una especie de constante
que puede alcanzarse con facilidad y mantenerse fielmente, es un signo de
inmadurez espiritual. O cambiamos nuestro modo de ver la vida y a Dios, a
medida que maduramos, o acabaremos siendo una especie de residuo religioso de
una era anterior a la nuestra.
«Ya no soy / lo que he sido», decía el poeta Byron.
La verdad es que cambiamos de de un año para otro, de una época de la vida para
otra. La vida nos exige estar en contacto con nosotros mismos para no
perdernos. La Cuaresma pretende ser el momento del redescubrimiento personal, un momento en que descendemos al centro de nuestro ser para ver lo que queda,
lo que falta, lo que está en germen.
La Cuaresma es siempre una llamada a la conversión. La conversión no es una llamada a ser
algo distinto de lo que somos, sino una llamada a ser más plenamente lo que hemos de
ser."
JOAN CHITTISTER. Escuchar con el
corazón
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