jueves, 12 de marzo de 2015

PAUSA

“La velocidad con que vivimos, la rapidez de los cambios que experimentamos, nos obliga a movernos con agilidad… Necesitamos introducir en nuestra vida pausas para no ser diluídos en  la velocidad que nunca se detiene. En la pausa se sedimenta lo que vale y se evapora la espuma La inercia de nuestro movimiento, el ritmo de los que viven a nuestro lado y los estímulos que llegan desde fuera nos seducen y se sitúan un metro delante de nosotros, creando un vacío que nos succiona y nos arrastra, haciendo que nos resulte difícil detenernos.  Nuestros sentimientos, pensamientos, entrañas y relaciones, se vuelven impacientes. Pasamos por la superficie de las personas y de las situaciones como aguacero que se precipita y erosiona sin empapar la tierra. Nuestros abrazos se quedan a medias, y nuestras respuestas se comen las palabras. Cuando ya no tenemos tiempo para nada, ni siquiera para comer (Mc.6,31) es cuando más necesitamos salir al borde del camino, y detenernos.

En algunas ocasiones, nuestro organismo enferma para obligarnos a parar y asentar la vida. Después de una pausa grande, salimos con otra visión de la realidad mucho más sabia y respetuosa de nosotros mismos y de los demás. Grandes aportaciones humanas han salido de vidas detenidas en cárceles, hospitales y destierros.

La cultura nos propone vivir la urgencia y la pausa como dos momentos separados. Primero nos llenamos de estrés y después nos derrumbamos en una playa. A veces vivimos en una alternancia la prisa y el descanso…Pero lo ideal es que las dos dimensiones se vayan integrando en la vida cotidiana… La pausa debe viajar en la entraña de la urgencia. "

Benjamín González Buelta. Caminar sobre las aguas.


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