jueves, 28 de diciembre de 2017

MEDITACIÓN DE NAVIDAD

Esta es mi lectura personal (resumen e interpretación) de un texto de Anselm Grün: Esta fiesta (NAVIDAD) no es meramente el recuerdo de un acontecimiento pasado, sino que nos acerca a una dimensión fundamental de nuestra propia vida. Celebramos nuestro propio comienzo, que es al mismo tiempo una posibilidad abierta siempre, el comenzar de nuevo. Es una invitación a la alegría por el regalo de la vida: que es el nacer, el crecer, el vivir, y también el morir para renacer en el Cristo Total. Es celebrar nuestra dignidad de hijos de Dios, a la que debemos aferrarnos en tiempos de pesadumbre y oscuridad; porque el nacimiento de Cristo tiene un efecto sobre nosotros, nos alcanza y nos diviniza. Y es el recuerdo permanente de que hay un amor tal que no conoce frontera alguna, un paraíso en el que podemos vivir para siempre, que es el corazón de Dios, y una luz que ahuyentará cualquier tiniebla y frialdad que nos aceche en el camino. Los símbolos de este tiempo (los más religiosos y también los más paganos) son una invitación a la alegría y a la esperanza, y sobre todo a seguir asombrándonos y emocionándonos, a ser espontáneos, veraces, vitales, auténticos, y a cantar, cantar siempre la canción de la vida en medio de la noche.  Me gusta la idea de un místico cristiano que afirmó que todos los dolores de esta vida no son más que la puja del amor que quiere nacer en nosotros, y también la del psicólogo místico que afirmó que el nacimiento de Dios en el ser humano es la meta definitiva, porque cuando Dios nace en el hombre este se libera de su pequeño yo y alcanza el verdadero ser. Finalmente nos recuerda Grün que somos solamente el establo en el que Dios elige nacer; no somos un palacio preparado para recibirle, y faltamos siempre que pretendamos serlo. En Dios somos dignificados, colmados de belleza, a pesar de las pajas secas y el estiércol, y eso es lo que la NAVIDAD nos recuerda, y es la invitación, a esas partes menos delicadas y distinguidas de nosotros, a venir a adorar al que ha nacido. Ayer estuve buena parte del día tarareando una melodía que me vino a la mente, y cuyo estribillo decía algo así como esto: Sólo en Belén quiere nacer el hijo, hazte pesebre para recibirlo, no te extrañe si es un lugar oscuro, dónde si no podría nacer la luz.

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