sábado, 9 de marzo de 2019

EL CRISTO TENTADO DE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS


1-  Marcos: “Christus Victor”. (Marcos 1, 12s): Comparado con Mateo y Lucas el relato de Marcos resulta oscuro y enigmático. Su forma arcaica y de apariencia simple expone pocos detalles y estos incomprensibles, por lo que hacen dudar de su intención de exponer la tentación de Cristo. Los diversos personajes que con Jesús conforman la escena (tentador, Ángeles, fieras) no forman un cuadro convincente, y el núcleo del episodio, la tentación, se esfuma totalmente en la oscuridad. Es un drama sin final, pues no se aclara el resultado de la justa entre ambos contendientes. De ahí que para entenderlo lo mejor sea vincularlo con otros episodios del relato de Mc; la clave estaría en Marcos 3, 27, que narra una situación crítica en la vida de Jesús. En ambos episodios hay un enfrentamiento con los poderes perversos y en los que el Espíritu interviene activamente en la vida de Jesús. El segundo texto sería la conclusión que le falta al primero: en la tentación se ha producido un encuentro decisivo entre el fuerte y el más fuerte, y allí Jesús despojó definitivamente a Satanás. En Marcos 3, 27 lo único que hace Jesús es proclamar públicamente la victoria entonces conseguida. Por tanto, para Marcos la tentación no es una preparación de la misión del Señor, sino que nos conduce al núcleo de su vocación, a su acción primera, decisiva y estable: la derrota de Satanás para siempre. Así, cuando Jesús expulsa demonios, no hace más que extender, verificar y ratificar su victoria. Así, Marcos relaciona la derrota de Satanás con la tentación más estrechamente que con la pasión. Esta mirada de Marcos tiene consecuencias teológicas, una de ellas la sana desgravación de la teología de la pasión y de la cruz, pues por muy legítimo que sea interpretar que el encuentro decisivo entre Jesús y Satanás tiene lugar en el momento de la muerte, existe el peligro de menguar y paliar con ello la dimensión histórica de  nuestra fe y el sentido de nuestra redención. Por tanto, volviendo a la reflexión del texto, fijémonos en lo notable que resulta el hecho de que Marcos no haga referencia al contenido o al curso de la tentación. Este silencio no es ignorancia, sino que parece consciente e intencional: para Marcos en el desierto tuvo lugar el enfrentamiento definitivo entre Jesús y Satanás, encuentro que finalizó con una clara victoria del primero. Teniendo en cuenta el vínculo de este pasaje con el bautismo del Señor, podemos pensar con todo derecho que en el centro del desenlace está la misión que Cristo recibió ene. Jordán. Aquí el Hijo de Dios y su antagonista están frente a frente, y entre ellos se juega lo más esencial del misterio de Dios, su plan de amor. Esto es lo que se juega Jesús con Satanás, y nada es en el fondo más vulnerable que ese amor, pero tampoco hay nada más fuerte, más soberano, más victorioso. Es un amor pobre y rico al mismo tiempo: es esa pobreza la que conduce a la tentación, es su riqueza la que le alcanza la victoria. Es un amor que se “vacía”, que se atreve a meterse libremente en el peligro de la extrema tentación para mostrar su limpieza, su desinterés y su santidad. Como antes a Job, Dios pone a su Hijo en manos de Satanás para que lo tiente. Una lucha así sólo podía tener lugar en el “desierto”, sin espectadores, más allá del tiempo y del espacio, pero repercutiendo en todo el universo. Esa es la razón de la parquedad de Marcos al narrarnos este episodio; aquí el silencio es más elocuente que las palabras, y todo otro enfrentamiento se relativiza. Finalmente otro rasgo de la versión de Marcos: el papel de Cristo. Desde el principio este aparece más como vencedor que como tentado; tiene la iniciativa Él y no el tentador.
2-  El Cristo Tentado de Mateo: “Cristo, verdadero Israel”.  El relato aquí parece un verdadero duelo de escribas, por la frecuencia de citas del Antiguo Testamento que jalonan el curso de la narración, y que utilizan los dos oponentes como instrumento de lucha. Así tenían lugar los duelos rabínicos de entonces. Y aquí Jesús aparece como un mejor conocedor de la Escritura que el diablo. Observando los textos comprendemos que Mateo quiere enlazar la tentación de Jesús con las tentaciones de Israel en el desierto, acorde con todo el plan de Mateo en su evangelio. Hay una evidente continuidad entre bautismo de Jesús y tentaciones: “Tú eres mí Hijo” por parte de Dios, y luego “Si en verdad eres hijo”, de parte del diablo. La idea de la filiación divina de Jesús es central en este evangelio. Los Padres de la Iglesia comprendieron la importancia espiritual de este vínculo mateano entre Israel y Jesús (NT: vuelta de Egipto, bautismo y tentación,  vs. AT: Salida de Egipto, paso del mar rojo, estancia en el desierto).  Cristo tentado asume y cumple la “figura israelis”, y Justino ve en la lucha entre Jacob-Israel y el Angel un anuncio de las tentaciones de Cristo.  Mateo pretende mostrarnos que las enseñanzas que Israel ha sacado de sus tentaciones se han hecho fructíferas en Jesús, y de ahí Jesús es aquel en quien la historia de Israel confluye, es el la plenitud de Israel, el nuevo y verdadero Israel.  Según esta tipología de Mateo Jesús ha de ser tentado, y la ocasión inmediata es la misma que tuvo el pueblo de Dios: el hambre. El diablo aprovecha la ocasión para incitar a Jesús a cambiar en pan las piedras. Pero es Jesús quien a de clarificarse a sí mismo en que consiste su filiación divina. Al responder Jesús se identifica con Israel en el desierto, y en lugar de la queja, ofrece la confianza ( Escribió Orígenes: “Por la respuesta del Señor parece que se sometió a lo penoso del maná, manjar del cielo, y sufrió hambre para llenarse del todo de la fuerza de ese alimento”) El maná es la Palabra que Dios ha dirigido a su pueblo, o a su Hijo en el bautismo, y Jesús vive de esa palabra que le viene del cielo, y que le ha establecido como Hijo; el diablo quería demostrarle que andaba por su cuenta, que Dios no se ocupaba de él. La respuesta de Jesús dice: yo me fío totalmente de esa palabra, y por eso es que entonces se “transforman las piedras”: multiplicación de los panes. La segunda ronda de la lucha entre Jesús y el diablo lleva también la marca de la Escritura: el oponente vencido por la Escritura, se vale de ella para la segunda tentación. Si Jesús hubiera secundado la propuesta del tentador habría sido blasfemo, pues se le propone demostrar su cualidad de Hijo; pero así como el pueblo en el desierto provocó a Dios (Dt 6, 16 y Ex 17, 1-7) Jesús como el Israel verdadero se atiene con obediencia incondicional a la voluntad de Dios. Aquí Jesús se muestra como alguien que, en pleno conflicto, se atiene inconmovible a la voluntad de Dios, que le llega en la palabra. Importante este texto para los Padres, pues revela el vínculo de Cristo con la Escritura, el AT, y el recto uso de la Palabra de Dios. Finalmente la tercera ronda de duelo entre Cristo y Satanás tuvo lugar en un monte muy alto. El diablo cambia de táctica, y trueca el ataque por un ofrecimiento Descubrimos aquí el paralelo con Dt 6, 13-15, y Ex 32, 8, cuando el pueblo abjuró de Dios para irse tras los ídolos. Aquí se habla del dominio del mundo: Satanás domina matando, Cristo salvando, dando vida. Satanás le ofrece un camino corto, Jesús elige uno largo: la cruz, la pasión. Dirá San Pablo: 1 Corintios 6, 20.
3-  El Cristo tentado de Lucas: “Cristo, el segundo Adán”.  En Lucas destacan dos elementos del relato: orden distinto de las tentaciones (Que concluyen en Jerusalén) y la observación conclusiva de su relato, que hace que el episodio narrado no sea sino un momento de la lucha continuada entre Jesús y el diablo. Recordemos que el tema que  determina el relato lucano es la marcha a Jerusalén, y que este asunto va conformando también este episodio que tratamos. Los padres de la Iglesia se percataron de que en la versión de Lucas de la tentación de Jesús se cruzaban dos caminos: uno lleva al huerto de Getsemaní y el otro al Edén, al Paraíso. Hay un vínculo básico entre tentación y pasión: en el desierto se trabó el primer combate, en la cruz tuvo lugar la gran batalla, primero lucha encubierta y luego lucha abierta, patente; la pasión es la tentación explicitada. En el conjunto del relato de la pasión se percibe el eco de la voz del tentador. La tentación y la pasión se tocan, y mutuamente se comentan. Ahora bien, así como el primer Adán fue expulsado del paraíso al desierto, el segundo Adán volvió del desierto al Paraíso. Esta idea o paralelismo entre el primer y el segundo adán responde plenamente a la idea de Lucas, como se ve por el hecho de insertar entre bautismo y tentaciones una genealogía de Jesús que se remonta hasta Adán y la tentación. Jesús aparece como el Adán de una nueva humanidad cuyo origen se sitúa en el bautismo del Señor. Tanto el bautismo como la tentación tienen en Lucas un carácter esencialmente mesiánico, pero pensando en la comunidad, Cristo es presentado aquí como el modelo, el prototipo  de cada creyente. El es el Hijo de Dios, pero no aislado de sus hermanos, sino para ellos. Cristo es tentado como un hombre más; aquí se resalta, más que la originalidad de Cristo, su solidaridad con los hombres. Una exégesis minuciosa nos permitiría encontrar sutiles vínculos entre la táctica usada por el tentador en el paraíso y la usada en el desierto; al final, según Lucas, el diablo agota todas las formas de tentación, y así este episodio queda como síntesis ejemplarizante para todos los cristianos, y debe leerse en el  marco de la historia de salvación.


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