viernes, 24 de mayo de 2019

GUARDAR Y CUMPLIR SU PALABRA (Sexto domingo de Pascua)

El hombre justo vive en tensión con la estructura del mundo en el que se tiene que mover.  El conflicto lo provoca la injusticia, la incomprensión, las coacciones del medio ambiente, los sistemas económicos y sociales que rigen la convivencia. Hay quienes se conforman con estar en desacuerdo, mientras que otros se dedican a realizar su transformación individual, y esperan que, por el proceso imprevisible del tiempo, todo cambie y evolucione. 

Pero no basta con eso; no es suficiente pensar lo recto y desear el cambio. Debemos esforzarnos por "cumplirlo con la ayuda de Dios". La estructura de este mundo está poseída por un espíritu de injusticia, y el hombre justo, con su acción, ha de trabajar para expulsar este espíritu del mal. En el proceso de esta lucha hay que tener confianza: "Que no tiemblen sus corazones ni se acobarden". El Espíritu de Dios está presente en el mundo para transformarlo, convenciéndolo de su injusticia y liberándolo de las estructuras de pecado. 

 En esta lucha para condseguir la justicia y la liberación no hay espacios acotados. El orden temporal, en todos sus aspectos, debe ser invadido por la crítica y transformación del Espíritu del Resucitado. Afirmar hoy que Jesús ha resucitado, sin embargo, no crea ninguna conmoción. Lo que produce la crisis, la persecución, es revelar y exigir las consecuencias de esta acción de Dios, que ha resucitado a Jesucristo, y quiere que todo y todos participemos de esa resurrección. 

 Nosotros comulgamos con la Palabra que se ha encarnado en el mundo para salvarlo.  Guardar esa Palabra quiere decir hacerla presente en nuestra vida personal y comunitaria, para que, como una levadura, transforme la tierra según el proyecto de Dios.

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Los cristianos no deben imponer su fe a los hombres con orgullosas pretensiones. Solamente deben ser hombres y mujeres de buena conducta y llenos de esperanza, hasta el punto de que sus compañeros queden sorprendidos y les pregunten què esperan y por què. Entonces serà oportuna una respuesta de fe.

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El Espìritu Santo, presente en la comunidad de creyentes, es el ùnico defensor y abogado que Jesùs ha legado a sus discìpulos. La Iglesia no deberà buscar otras apoyaturas de tipo mundano, por muy honorables y respetuosas que sean.


(Notas tomadas del MISAL DE LA COMUNIDAD)

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