sábado, 9 de noviembre de 2019

ESPERAR CON ALEGRÍA Y PAZ EL ABRAZO DE DIOS (Domingo XXXII, C)

 El Evangelio de Lucas presenta el viaje de Jesús con sus discípulos a Jerusalén como un itinerario de aprendizaje, un camino de iniciación, en el que les va instruyendo, para que sean parte activa del proyecto de Dios. Ahora ya Jesús llegó a Jerusalén, entra en ella triunfalmente, expulsa a los mercaderes del templo y llora por el destino de la ciudad; luego polemiza con los diferentes grupos de poder, y en el texto que se propone para este domingo XXXII (C) lo hace con los saduceos, acerca de la resurrección. Pero también estamos llegando al final del año litúrgico cristiano y aparecen en las lecturas propuestas para nuestras celebraciones las realidades escatológicas: resurrección, juicio, vida eterna. 

 En los textos que se proclaman vemos el valor y la confianza de los mártires macabeos, que asumen la muerte sin miedo, sabiéndose en las manos de Dios. Luego, el salmista describe la muerte como un despertar, en el que contemplaremos el rostro de Dios. Pablo, sigue exhortando siempre a vivir en el bien, sabiendo que la fe no es de todos, y por ello el acceso a la vida plena de muchos depende de nosotros. Finalmente Jesús contesta a la pregunta capciosa que le hacen, con una frase lapidaria: Dios es Dios de vivos, no de muertos

Un paréntesis: "Los saduceos conformaban la elite económica, social y religiosa de la sociedad judía en tiempos de Jesús. Colaboracionistas con los romanos y estrictamente conservadores en lo religioso, únicamente aceptaban, como libro sagrado, el Pentateuco. En los relatos evangélicos apenas se narran encuentros de los saduceos con Jesús, pues se movían en ámbitos radicalmente diferentes: el del poder y el de la marginalidad. Los saduceos no creían en la resurrección, quizá porque no concebían una vida mejor que la que ellos mismos llevaban" (E.P.L).

El ser humano conoce su condición frágil y limitada, su anhelo de plenitud y permanencia, y se pregunta: ¿Qué pasará? ¿Todo termina con el morir? La fe nos dice que podemos CONFIAR en el AMOR de DIOS, amigo de la VIDA. El amor es más fuerte que la muerte y que el pecado (es decir, el mal que hay en nosotros, como personas y como humanidad), y por ello podemos ESPERAR (esperanza) en las promesas de vida que nos trajo JESÚS

 Nuestra ansiedad y nuestro temor hacen que queramos saber más sobre el "después", pero debemos recordar siempre que no hay palabras ni imágenes para hablar de lo que no conocemos ni podemos imaginar. Todo eso que decimos, leemos, proyectamos, acerca de una vida más allá de la muerte sería solo un pálido reflejo de la Realidad.  Por ello, lo mejor es abandonarse confiadamente, trabajar por el presente y esperar, con alegría y paz, el abrazo de Dios.


Tres notas complementarias:

1. A muchos, desde nuestra mentalidad presente, les resultará absurdo dejarse matar solo por no comer carne de cerdo; las mentalidades colectivas, ya sean ideológicas o religiosas, convierten en absolutos realidades temporales. Lo importante aquí es la fidelidad y la confianza de los jóvenes a una opción vital. 

2. Dice Pablo que "la fe no es de todos". Esto implicaría que nuestro anuncio del Evangelio no debe hacerse de manera triunfalista o impositiva, ni pensar que podemos "someter" pueblos enteros a la misma fe. El camino de Jesús se ofrece, y el recibido como una opción a elegir por la persona.

3. Recordar que la cultura y religión judaica son básicamente patriarcales, y la mujer es siempre propiedad del padre, el marido o los hijos; es decir, de un varón. Jesús no acepta esto y  sus propuestas van en una línea diferente.  En el pasaje del Evangelio parece que incluso en el Cielo las mujeres deberían tener a un varón como dueño; la respuesta de Jesús va en otra dirección: allí todos seremos iguales ante Dios. 

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