domingo, 20 de septiembre de 2020

EL DIOS DESCONCERTANTE DE JESÚS...

Como otras veces, recojo algunas ideas de las reflexiones que suelo leer para preparar la predicación de cada domingo; no busco un mensaje para dar en primer lugar, busco una BUENA NUEVA que recibir, para luego compartirla.Aquí lo referido a la historia del amo que contrata jornaleros a lo largo del día y acaba pagando a todos el mismo salario (Mateo 20, 1-16).

Si se contrasta esta parábola que leemos, con otra rabínica anterior, salta a la vista la novedad del mensaje de Jesús, una novedad que puede resumirse en una palabra: gratuidad.

La parábola anterior –seguramente conocida por el propio Jesús y sus oyentes– era similar en todo a esta evangélica, salvo en el final. Cuando “los primeros” protestan, el amo les replica: “Es cierto, vosotros habéis aguantado toda la jornada, pero estos últimos han trabajado con tanto empeño que en solo una hora han hecho el mismo trabajo que vosotros en todo el día”.

Esta respuesta “deja las cosas en su sitio” y “salva” nuestro sentido habitual de la “justicia”: cada uno debe recibir según su esfuerzo o sus méritos. Porque no es “justo” que “los últimos sean los primeros”.

La idea del mérito colorea todos los ámbitos de la existencia, incluido el religioso, donde ha dado lugar a una “religión mercantilista”, que conduce fácilmente al fariseísmo: el creyente no solo presume de sus buenas obras, sino que se considera “justo” –por encima de los demás, según otra lúcida, elocuente y conocida parábola (Lc 18,9-14)– y merecedor de los favores divinos (o con “derechos” ante Dios). Es la “religión del ego”.

(Enrique Martínez Lozano)


"No es fácil creer en esa bondad insondable de Dios de la que habla Jesús. A más de uno le puede escandalizar que Dios sea bueno con todos, lo merezcan o no, sean creyentes o agnósticos, invoquen su nombre o vivan de espaldas a él. Pero Dios es así. Y lo mejor es dejarle a Dios ser Dios, sin empequeñecerlo con nuestras ideas y esquemas".
(José Antonio Pagola)


Tan desconcertante es el Dios de Jesús, que después de veinte siglos, aún no lo hemos asimilado. Seguimos pensando en un Dios que retribuye a cada uno según sus obras (el dios del AT). Una de las trabas más fuertes que impiden nuestra vida espiritual es creer que podemos merecer la salvación. El don total y gratuito de Dios es siempre el punto de partida, no algo a conseguir gracias a nuestro esfuerzo. Dios da a todos los seres lo mismo, porque se da a sí mismo y no puede partirse. Dios nos paga antes de que trabajemos. Es una manera equivocada de hablar decir que Dios nos concede esto o aquello. Dios está totalmente disponible a todos. Lo que tome cada uno dependerá solamente de él. Si Dios pudiera darme más y no me lo diera, no sería Dios.

La salvación de Jesús no está encaminada a cambiar la actitud de Dios para con nosotros; como si antes de él estuviésemos condenados por Dios y después estuviésemos salvados. La salvación de Jesús consistió en manifestarnos el verdadero rostro de Dios y cómo podemos responder a su don total. Jesús no vino para hacer cambiar a Dios, sino para que nosotros cambiemos con relación a Dios aceptando su salvación.

Con la parábola que leemos este domingo, el evangelio pretende hacer saltar por los aires la idea de un Dios que reparte sus favores según el grado de fidelidad a sus leyes, o peor aún, según su capricho. Por desgracia hemos seguido dando culto a ese dios interesado y que nos interesaba mantener. En realidad, nada tenemos que “esperar” de Dios; ya nos lo ha dado todo desde el principio. Intentemos darnos cuenta de que no hay nada que esperar.

El mensaje de la parábola es evangelio, buena noticia: Dios es para todos igual: amor, don infinito. Queremos decir para todos sin excepción. Los que nos creemos buenos y cumplimos todo lo que Dios quiere, lo veremos como una injusticia; seguimos con la pretensión de aplicar a Dios nuestra manera de hacer justicia. ¿Cómo vamos a aceptar que Dios ame a los malos igual que a nosotros? Debe cambiar nuestra religiosidad, que se basa en ser buenos para que Dios nos premie o, por lo menos, para que no nos castigue.

El evangelio nos propone cómo tiene que funcionar la comunidad (el Reino). ¿Sería posible trasladar esta manera de actuar a todas las instancias civiles? Lo que Jesús pretende es que despleguemos una vida plenamente humana. Si se pretende esa relación, imponiéndola desde el poder, no tendría ningún valor salvífico. Si todos los miembros de una comunidad, sea del tipo que sea, lo asumieran voluntariamente, sería una riqueza humana increíble, aunque no partiera de un sentido de trascendencia.


Meditación

El amor de Dios no se funda en mí, sino en Él.
No tenemos que amar para que Dios nos ame
sino amar como Dios nos ama y porque Él ya nos ama.
Lo que Jesús intenta una y otra vez en el evangelio,
es llevarnos al descubrimiento del verdadero Dios.

Fray Marcos

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