sábado, 21 de octubre de 2023

¿DIOS O EL CÉSAR? (Un comentario de Enrique Martínez Lozano)

"En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?”. Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”. Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta cara y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Entonces les replicó: “Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. (Mt 22, 15-21) 

Parece que Jesús era un maestro en desactivar preguntas capciosas…, y en poner en evidencia a quienes urdían trampas con la única finalidad de atraparlo en ellas. Eso ocurre en este caso. También cuando le preguntan sobre la resurrección, apelando a un planteamiento absurdo (Mc 12, 18-27); cuando le presentan a una mujer sorprendida en adulterio, exigiendo su condena (Jn 8, 1-11); o cuando le cuestionan la autoridad desde la que actúa (Mt 21, 23-27)… En el texto que leemos hoy, se trata de una cuestión particularmente sensible para un pueblo dominado por el Imperio romano y sometido a una gravosa presión impositiva

Jesús no solo desenmascara la incongruencia de quienes le tienden la trampa, sino que introduce una afirmación cargada de consecuencias, que trasciende por completo la “anécdota” del debate: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. 

En contra de lo que frecuentemente se ha interpretado, a partir de un literalismo engañoso, no se trata de establecer una separación dualista entre dos ámbitos supuestamente enfrentados. Tal lectura distorsiona la realidad y conduce, entre otras cosas, a un espiritualismo desencarnado. 

No es cuestión de realidades separadas, sino de niveles de profundidad. Quizás podría decirse de este modo: “Retirad al César lo que es de Dios”. Con esta expresión, se apuntaría en la dirección adecuada. Porque lo que hace la respuesta de Jesús es desactivar por completo cualquier absolutismo político, toda absolutización del poder

No se trata de reservar “lo espiritual” para Dios y dejar que de “lo material” se ocupe el César. Porque tal separación entre ambos ámbitos existe únicamente en nuestra cabeza. Se trata de reconocer que solo lo transpersonal es absoluto; lo personal (egoico), incluido el poder, es siempre relativo y su único sentido le viene de ser un servicio a las personas. 

Nadie ni nada puede arrogarse un poder absoluto. Solo Dios es Dios. La palabra de Jesús, por tanto, apunta nada menos que a un modo de vivirse; o, más exactamente, cuestiona acerca del desde dónde nos vivimos: ¿desde el nivel de lo relativo (el César) o desde el nivel profundo (Dios)? Lo espiritual no es lo opuesto a lo material. Porque no tiene que ver con el qué, sino con el desde dónde. No existen cosas que serían “espirituales” (rezar, sacrificarse, servir…), frente a otras que no lo serían (reír, jugar, divertirse, trabajar…). Todo es espiritual…, siempre que lo vivamos desde nuestra verdadera identidad, es decir, desde aquel “lugar” en el que nos reconocemos uno con todo lo que es. 

Por decirlo brevemente: si se entiende bien, podría decirse que no se trata de elegir –de un modo dualista– entre “Dios o el César”, sino de vivir todo lo del “César” desde “Dios”. 

¿Voy superando los dualismos?
 ¿Desde dónde me vivo?

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