sábado, 21 de septiembre de 2013

TODA LA SOLEDAD

Toda la soledad que soy
soledad obligada por mis propias angustias
con la  carga creciente de los años
soledad que jugó conmigo en la niñez
y que me enamoró perdidamente
en la vital admiración
de mi encendida adolescencia.

Toda la soledad que estoy
acariciando ahora en los poemas
escritos desde una ventana que mira
a la ciudad
desde una silla en la que debo sostener
el sueño hasta las doce.
Soledad sorprendida
ante mi colosal descubrimiento.

Toda la soledad que amé
aun sin saber que ella también
 me amaba y sonreía
de ver mi rebeldía  qué inútil
porque destino y soledad
nacen unidos a un mismo corazón.
Soledad que me vio escapar todos los días
y me vio regresar.

Toda la soledad del mundo
guardada en libros y en salas oscuras
encarnando mi orgullo
en multitud de rostros conocidos
y en compañeros de cuarto
a los que vigilaba el sueño
no fueran a morir del otro lado.

Qué soledad entonces
y qué soledad también ahora
para dormir abrazados al recuerdo
de cada instante ocupado
hasta lo eterno.

Qué soledad vencida
únicamente en versos encendidos
qué hallada compañía
en esa soledad que nos llamó
para elegirnos como amantes una vez
y obligarnos a entender que estamos hechos
uno para el otro
que nadie como ella me iba amar.

Toda la soledad del mundo
he querido encerrarla en estos versos
tal y como la experimento yo
niebla que viene desde todas partes
 para ocuparme el interior.
Entonces qué peso tan inmenso
y qué inmenso vacío
qué dolor innombrable e invisible.
Y uno quisiera decir la angustia que provoca
que provoca y no puede
porque la soledad le roba las palabras
y el sueño y la esperanza.

Toda la soledad que yo he cargado
a lo largo de la vida
contra la que he luchado en miles de batallas
en las que siempre fui vencido.
Soledad que me lanzó al vacío
al vicio  a la herejía
soledad que dilató mi abismo interior
hasta tal punto
que me vi  frente a Dios desnudo y transparente
y no pude más que arrodillarme ante Él
sin saber aun su nombre
 y Él sacó un espejo de luz
lo puso frente a mí y era yo mismo.

Yo y Dios  Dios y la soledad  la soledad y yo
revelación salvadora que hace ver
por un instante el infinito.

Soledad en que voy revelándome a mí mismo
semejanza de Dios
soledad que me deja sin amigos
y me vuelve profeta.
Soledad que no acaba
ni escribiendo a raudales un poema
soledad mensajera  grito y mudéz
soledad que persigo con rabia incontenible
y más tarde acaricio
soledad con la que no me reconcilio nunca.

Soledad que ahora intento explicar
y que no entiendo
bendita y maldita soledad.
Soledad que me roba el corazón
soledad que prefiero
soledad solitaria que me hace compañía
si estoy acompañadamente solo.

Toda la soledad que me empuja hasta el lodo
y me hace luego descubrirme puro
genio capaz de transformar el mundo.
La soledad abierta  la soledad cerrada
puta y virgen  la soledad cansada
el pájaro que canta en el jardín
el monje que por dentro no se calla.
Soledad que condena
la soledad que salva
la soledad que no se agota nunca
en las palabras.

Toda esta proclamada soledad.

Manuel Enrique Valls
(Escrito entre 1991 y 1993)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.