jueves, 14 de agosto de 2014

NOVENARIO DE LA TRANSFORMACIÓN

En el libro “ECOSOFÍA. Para una espiritualidad de la tierra”, de Raimon Panikkar (San Pablo, 1994), su autor propone tres NOVENARIOS para nuestra meditación y práctica: de la Transformación, el Cristofánico y finalmente uno Político. Panikkar, nacido de padre hindú y madre española católica es uno de los máximos exponentes de estudios y relaciones interculturales. Doctor en química, filosofía y teología. Le leo desde hace mucho tiempo. Esto es un resumen muy básico de las ideas desarrolladas en este libro bajo el formato de “novenarios”.

NOVENARIO DE LA TRANSFORMACIÓN: intenta responder a la pregunta ¿Cómo actuar? ¿Qué hacer? ¿Cómo se transforma este mundo?

1. La transformación debe empezar por uno mismo: la reforma debe empezar siempre por uno mismo. Predicar a los demás, escribir artículos magníficos para salvar el mundo, libros que pretenden cambiar la mentalidad, y pensar que ahí está sólo la solución, es un engaño. No puedo hablar ni pensar en cambiar cosas, en transformar mi realidad si no empiezo por lo más cercano: yo mismo.

2. Por medio de sí mismos: no debemos esperar cambios desde fuera. Si esperamos una situación favorable, la oportunidad decisiva, no empezaremos nunca. Debo empezar por mí mismo y por medio de mí mismo, sin la ayuda de nadie (Dios, demonio o amigo), encontrando en mí la fuerza. Si viene alguna ayuda de lo alto, mejor; pero debo estar automotivado, encontrando en mí la fuerza para el cambio.

3. Abriendo este mí mismo a toda realidad: perdiendo el miedo de perderme o reconocerme en la realidad; perder mi alma, como diría el Evangelio, implica dejar de ser individuo para ser plenamente persona (relación). El otro no es otro, soy yo mismo, e igual pasa con toda mi realidad.

4. Donde uno se encuentra: no se empieza nunca desde cero, se parte de nuestra situación real a nivel social, cultural, religiosa. Para ir a la lejana montaña, sólo hay que dar el primer paso. Empezar donde uno se encuentra. Rechazar la tentación de esperar que todo responda a mis requerimientos, o que puedo ignorar la realidad e imponer mi visión. No jugar con la transformación de las cosas. Donde estamos, donde uno se encuentra, no donde uno quisiera.

5. Sin pretender prever todas las consecuencias: No supone que una acción deba empezarse ciegamente, sin relacionarla con sus efectos, pero nadie puede prever todas las consecuencias de una acción; la motivación profunda ha de ir más allá de un pragmatismo racional. Yo me propongo algo bueno, pero no puedo prever todo lo que se seguirá de ello. Si fuera así, no podríamos actuar nunca. Hacer las cosas con responsabilidad, purificando previamente nuestro corazón, reflexionando sobre nuestra intención, pero sin pretender conocer todas las consecuencias.

6. Solidariamente: no es un acto individual, buscar cómplices. Distinguir entre aislamiento y soledad: lo primero asfixia, es egoísta, y lo segundo ofrece un espacio de libertad, para ser yo mismo y comunicar a otros. Evitar la cerrazón, un grupo para crecer y compartir, no para levantar muros en torno.

7. La transformación debe ser automotriz: no tiene necesidad de llamada sobrenatural o de programa de grupo o partido. No hace falta saber a dónde vamos. Cuando no sabemos a dónde vamos, se va por el buen camino, estamos abiertos, vulnerables, podemos rectificar, incluso cambiar de camino. Abraham como modelo: “Sal de tu tierra”, o María: “No conozco varón” (Dios le dice: eso no es importante, no hay imposibles para mí). No hay receta. Es actividad libre, empieza en mí mismo, pero no acaba en mí mismo, se abre a los demás. Eso es la vida, lo demás es fanatismo.

8. No violenta: que no es lo mismo que ausencia de fuerza. La violencia es violación de la dignidad del otro, o de las cosas. No violencia es escuchar el ritmo de las cosas. Necesitamos paciencia, tolerancia, pero se valen la presión, el dinamismo, la acción, para asumir y redimir. No excluye el entusiasmo, pero sí la ceguera que busca resultados a cualquier precio. Nada es absoluto en la realidad, sino que se va forjando poco a poco, con nuestra colaboración.

9. Recomenzar desde el principio: no hacer depender toda la vida del fin, sino gozar el instante, la provisionalidad. Todo puede ser siempre mejor, pero el peligro es, buscando lo perfecto no saber disfrutar del presente, del ahora, del hoy. No hay modelo absoluto para alcanzar la transformación, por eso no hace falta universalizar nuestro proyecto, tenerlo como verdad absoluta e imponerlo a todos, o sacrificarlos en nombre de mi ideal. Es la vida la que está en nuestras manos, no el proyecto de aquello que nosotros podríamos hacer con ella. La vida se nos da para vivir, no para construir un imperio. Cada día se justifica a sí mismo sin necesidad de otras cosas; no somos máquinas, sino seres libres, es decir, hijos de Dios.


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