"Había una vez dos países. En uno corría la leche y la miel,
el otro era árido, desgarrado por luchas y entristecido por inquietudes. Así
pues, al primero le llamaban el "país de la felicidad" y al segundo
el "país de la desgracia". Estaban separados por un caudaloso río,
ancho y peligroso. Muchos se ahogaron tratando de cruzarlo.
.
Un día vino un hombre que, por amor a la humanidad, dijo:
"En verdad, voy a tratar de echar una cuerda que una las dos orillas del
río y, si perezco en el intento, poco importa, ya que otros podrán agarrarse a
la cuerda y atravesar el río con toda seguridad".
Este hombre ejecutó su proyecto. Se preparó una cuerda, fijó
un extremo a un árbol e hizo un nudo corredizo al otro extremo. Y así entró en
el río en medio de la corriente, luchando contra los remolinos. En medio de los
remolinos y de la espuma, unos cazadores le lanzaron unas flechas y lo hirieron
de muerte, tomándolo por un animal.
En un último esfuerzo, antes de hundirse, logró atar la
cuerda alrededor del tronco de un árbol. Perdió la vida, pero realizó su
proyecto a pesar de la insensatez de los cazadores.
A partir de ese instante, los que fueron testigos del
acontecimiento consideraron que este hombre había sido un héroe y lo adoraron
diciendo: "Murió por salvarnos, es digno de nuestro amor".
Todos le rindieron culto, pero muy pocos siguieron su
ejemplo tratando de cruzar el río. Ellos pensaban: no nos ahogaremos si nos
agarramos a la cuerda, pero el agua está tan fría y el río es tan caudaloso que
el peligro de atravesarlo siempre es grande.
Y así, al cabo del tiempo, se olvidaron de la cuerda casi
por completo. Como no se utilizaba, se fue cubriendo de algas y se le enredaron
las ramas, hasta tal punto que no había ya forma de encontrarla.
Pero el culto al héroe perduró. El pueblo levantó monumentos
en su memoria, cantó himnos en su honor y continuó dedicándole oraciones en
recuerdo del gran amor que les había demostrado.
Después vino una segunda, una tercera y una cuarta
generación. Doctores, oradores y sabios predicaron las virtudes del héroe y
dijeron cómo con su muerte había salvado a los hombres; pero nunca más se volvió
a hablar de la cuerda que se tendió por encima del río. Se habían olvidado de
ella totalmente. Los argumentos, los discursos y las enseñanzas de los letrados
acabaron por crear una enorme confusión. Cundieron las supersticiones y fueron
muy pocos los que pudieron distinguir el error de la verdad.
Surgieron discusiones y pleitos. Se organizaron
persecuciones contra los que conservaban aún vestigios de la verdad. La pena y
la inquietud aumentaron en el "país de la desgracia".
.
Por fin, un grupo de oradores declaró: "¿Por qué tanta
disputa? Lo único que hay que hacer es adorar a nuestro héroe y creer que murió
para salvarnos a todos. Y así, cuando muramos, entraremos sin ninguna
dificultad en el "país de la felicidad".
Si nuestro cuerpo nos impide ahora atravesar el río, después
de la muerte nuestra alma volará hacia la otra orilla. El amor, el poder, la
valentía del héroe eran tan grandes que todo lo que pidamos a su espíritu nos
será concedido; y, a cambio, nosotros le demostraremos cumplidamente nuestro
amor".
Cuando el pueblo oyó esto, sintió una inmensa alegría y
cubrió de honores a los oradores diciendo: "Grande es su sabiduría, porque
nos han mostrado un camino fácil. Es muy sencillo adorar, rezar y recurrir a
nuestro héroe para obtener nuestra salvación en el momento de nuestra muerte.
Así pues, ahora comamos, bebamos, divirtámonos y saquemos el mejor partido de
nuestra estancia en este "país de la desgracia".
Mientras tanto, el espíritu de este héroe contemplaba con
tristeza a sus hermanos, escuchando sus oraciones y sus súplicas. Él trataba de
ayudarles diciendo: "Hijos míos, en verdad estáis equivocados. He vivido
para salvaros. Mi muerte no es más que un episodio del esfuerzo que he
realizado. No puedo en ningún caso ser la causa de vuestra salvación.
Desgraciadamente, habéis olvidado la cuerda que lancé por
encima del río entre el "país de la desgracia" y "el de la
felicidad", vine únicamente para eso.
Por amor hacia vosotros, mi espíritu se encuentra presente
para reconfortaros y animaros en la adversidad. Pero me es totalmente imposible
transportaros al otro lado del río cualesquiera que sean vuestras oraciones y
súplicas".
Pero el rumor de esas oraciones y súplicas eran tan grandes
que no dejaban oír la voz de su espíritu. Así pues, se quedaron para siempre en
el "país de la desgracia".
CYRIL SCOTT.
(Citado por Jairo del Agua en su Blog de Religión Digital)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.