De Lorca a La Rambla
"Alocución a las floristas de la rambla de Barcelona:
Señoras y señores:
Esta noche, mi hija más pequeña y querida, Rosita la
soltera, señorita Rosita, Doña Rosita, sobre el mármol y entre cipreses Doña
Rosa, ha querido trabajar para las simpáticas floristas de la Rambla, y soy yo
quien tiene el honor de dedicar la fiesta a estas mujeres de risa franca y
manos mojadas, donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por
la espina…
La rosa mudable, encerrada en la melancolía del Carmen
granadino, ha querido agitarse en su rama al borde del estanque para que la
vean las flores de la calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a
la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo
desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa
de encuentros, antigua de sangre: Rambla de Barcelona.
Como una balanza, la Rambla tiene su fiel y su equilibrio en
el mercado de las flores donde la ciudad acude para cantar bautizos y bodas
sobre ramos frescos de esperanza y donde acude agitando lágrimas y cintas en
las coronas para sus muertos.
Estos puestos de alegría entre los árboles ciudadanos son el
regalo del ramblista y su recreo y aunque de noche aparezcan solos, casi como
catafalcos de hierro, tienen un aire señor y delicado que parece decir al
noctámbulo:
“Levántate mañana para vernos, nosotros somos el día.”
Nadie que visite Barcelona puede olvidar esta calle que las
flores convierten en insospechado invernadero, ni dejarse de sorprender por la
locura mozartiana de estos pájaros, que, si bien se vengan a veces del
transeúnte de modo un poquito incorrecto, dan en cambio a la Rambla un aire
acribillado de plata y hacen caer sobre sus amigos una lluvia adormecedora de
invisibles lentejuelas que colman nuestro corazón.
Se dice, y es verdad, que ningún barcelonés puede dormir
tranquilo si no ha paseado por la Rambla por lo menos una vez, y a mí me ocurre
otro tanto estos días que vivo en vuestra hermosísima ciudad.
Toda la esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la
insobornable, está en esta calle que tiene un ala gótica donde se oyen fuentes
romanas y laúdes del quince y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se
oyen los acordeones de todos los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de
labios pintados y carcajadas al amanecer.
Yo también tengo que pasar todos los días por esta calle
para aprender de ella cómo puede persistir el espíritu propio de una ciudad.
Amigas floristas, con el cariño con que os saludo bajo los
árboles, como transeúnte desconocido, os saludo esta noche aquí como poeta, y
os ofrezco, con franco ademán andaluz, esta rosa de pena y palabras: es la
granadina Rosita la soltera.
Salud."
Al asistir en Barcelona a una función de Doña Rosita la soltera. Navidad de 1935.
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