sábado, 16 de febrero de 2019

EL SUFRIMIENTO: MEMORIA Y COMBATE


Los hombres sufren de distintos modos y por diversas circunstancias. Hasta tal punto sufren todos los hombres, que el dolor es una especie de segunda naturaleza humana. De hecho, la memoria de un hombre es memoria de sufrimiento.
Al mismo tiempo todos combatimos el sufrimiento con toda clase de remedios. La vida humana parece ser un intento trágico de suprimir o al menos de alejar el sufrimiento. Sufrir por sufrir es absurdo, escandaloso. El sufrimiento debe ser combatido; no tiene sentido desde sí mismo.
Hay, sin embargo, sufrimientos que tienen origen en el acaparamiento por unos pocos de los medios de producción, en las discriminaciones éticas o raciales, abusos de poder, restricción de libertades básicas, etc. Son los sufrimientos típicos de los países menos desarrollados, hacia los que se desplazan las contradicciones de los países opulentos. El combate contra esos sufrimientos insoportables engendra un nuevo tipo de dolor, que deriva de una pasión por la justicia y por la libertad. Es un sufrimiento digno, gratificante y liberador.
 En muchas ocasiones no se analiza el sufrimiento concreto e injusto del pueblo o de ciertos grupos sociales. Con el pretexto de que todos los seres humanos sufren y de que Cristo sufrió por todos, es abstraído el dolor o desplazado ilusoriamente. Surge entonces una serie de ideologías sobre el sufrimiento con unas claras connotaciones religiosas que enmascaran  unas escondidas intenciones políticas.
(Introducción a la liturgia del sexto domingo ordinario, en el Misal de la Comunidad).
Podemos añadir  como colofón a lo anterior:
1.     Dios no quiere el sufrimiento nuestro, no es nunca su voluntad.
2.     El sufrimiento tiene causas inevitables (por nuestra condición humana, finita) y causas evitables (pecado, injusticias).
3.     Nuestra tarea: luchar para eliminar lo evitable, y buscar un sentido a lo inevitable desde nuestra experiencia de fe.
4.     El sufrimiento nunca es “santo” por sí mismo.  

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