domingo, 26 de enero de 2020

A VINO NUEVO, ODRES NUEVOS

"Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres, y se pierde el vino y los odres. A vino nuevo, odres nuevos" (Marcos 2, 20-22). 

 
Jesús y los suyos son recriminados por los más piadosos, por no cumplir los preceptos que establecía la religión, respecto al ayuno. Su respuesta, revolucionaria, permite vislumbrar la novedad que aporta el Maestro, respecto a lo establecido por una lectura rígida de la Escritura y las tradiciones. 

La diferencia entre la religión, el vestido viejo, y la propuesta de Jesús, el paño nuevo, es tal que no permite componendas. Lo que Jesús aporta no es un "arreglo" para que todo siga igual en una religiosidad rutinaria y deteriorada, sino una propuesta nueva que trasciende toda religión. Jesús nos regala un "vino nuevo", que es imposible de contener en los "odres" ya conocidos. 

 Jesús, identificándose a sí mismo con la imagen del novio, sustituye la "mortificación" por la "alegría", y de una religiosidad de tonos sombríos nos invita a pasar a una fiesta de bodas, en la que además, el novio ya está dentro, en medio de nosotros. 

Mientras que la religión organiza una práctica que pretende algún día alcanzar a Dios, Jesús proclama la buena noticia de que todo está ya alcanzado, todo es presente; se trata entonces de aprender a vivir en el aquí y el ahora, donde siempre está Dios

 A menudo la la novedad y el frescor de la propuesta de Jesús se sustituyen por la rutina, la reiteración cansina y estéril, y así se corre el riesgo de perder el vino nuevo. El vino es siempre el mismo, pero los odres son inevitablemente relativos y habrá que irlos reponiendo cada cierto tiempo. Cuando confundimos el odre con el vino, el recipiente con el contenido, corremos el riesgo de perder los dos. Así, absolutizamos lo relativo,  y corremos el riesgo de perder lo valioso. 

¿Cómo podemos rescatar y vivir la novedad y el frescor del Evangelio?

(Interpretación personal de un texto de Enrique Martínez Lozano)


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