sábado, 30 de octubre de 2021

EL VERDADERO PUEBLO DE DIOS (Domingo XXXI-B)

 

La distinción y separación entre minorías y masas ha sido y es una realidad constante en la sociedad. Así lo era también en los tiempos de Cristo. Jesús no se identifica con los saduceos, pertenecientes a la institución sacerdotal; ni con los zelotes, revolucionarios violentos; ni con los esenios,ascetas religiosos; ni con los fariseos, moralistas piadosos; ni con los escribas, minorías de tipo intelectual. Salió fuera de estos círculos. Optó por los pobres y desesperados, mayoría en su tiempo, por no decir en todos los tiempos. 

 Cristo propone para la futura comunidad un nuevo tipo de relaciones. Es fundamental en la Iglesia el título de hermano, que corresponde al fiel bautizado, confirmado y eucaristizado. Los otros títulos, secundarios, son de servicio, de ministerio. Nunca deben reproducirse en la comunidad las relaciones existentes entre amos y esclavos. Las relaciones de dependencia no son rigurosamente cristianas; han de ser siempre fraternales. Sólo así es posible el verdadero pueblo de Dios, comunidad de fieles presidida, con actitud de servicio y no de honor, por los presbíteros y obispos. 

La Iglesia tampoco es, frente al mundo, una minoría distinguida y notable que ejerce poderes, que posee derechos. Los cristianos son hijos de los hombres con una fe y una convicción: solo hay un Padre común a todos los hombres de este mundo, y un solo Señor, Jesucristo, adelantado a la humanidad en el Reino definitivo. 

(Misal de la Comunidad)

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