miércoles, 20 de octubre de 2021

EUCARISTÍA: EL MISTERIO DE NUESTRA FE

 

La Eucaristía es el misterio de nuestra fe, tal y como lo proclamamos en cada celebración; es el don por excelencia, el corazón mismo de la vida cristiana. Es también un tesoro escondido, un regalo todavía sin abrir para muchos cristianos que participan con frecuencia de la misa, porque suelen reducir ese "misterio" a un  momento concreto de la celebración, y no a toda ella.  

 Al hablar de eucaristía como  misterio de nuestra fe, es importante primero preguntarnos cómo entendemos la fe. La fe no es la ciega aceptación de verdades doctrinales que no entendemos, sino un encuentro amoroso con todas las personas en las que creemos y a las que amamos, divinas y humanas, vivas y difuntas. La fe es encuentro con el Señor resucitado y, de la mano del Resucitado, es encuentro con cada una de las personas de la familia trinitaria; es encuentro gozoso con la Iglesia terrestre y celeste, que, antes que institución, es comunidad de seguidores de Jesús, de los seguidores que ya llegaron a la meta y de los que aun peregrinamos. Este encuentro se hace realidad en cada celebración de la eucaristía. 

La eucaristía es el misterio de nuestra fe porque es presencia activa del Señor Resucitado; el núcleo esencial de nuestra fe, lo que suscita y avala todo lo que creemos, es la resurrección de Jesús (1Cor 15, 15-17). Lo primero y más esencial de nuestra fe es creer que Jesús resucitó y vive y que, gracias a ello, podemos relacionarnos personalmente con él, y reunirse él con nosotros para cenar juntos. Y eso es la eucaristía: una comida con el resucitado. Cada eucaristía viene a ser como una "aparición pascual", porque eucaristía y presencia viva de Cristo en medio de nosotros vienen a ser lo mismo. 


Volvamos a leer el relato de Lucas, los discípulos de Emaús y su encuentro con el Resucitado, y tocaremos la esencia de cada celebración, al final de la cual también nosotros podemos decir como proclamaron ellos: "Hemos visto al Señor". Él ha estado aquí, nos ha hablado y explicado su Palabra, hemos comido con él.

 Esto que hemos visto y experimentado es el misterio de nuestra fe y no meramente la transformación química del pan y el vino, tema de tantas disputas y enfrentamientos trajo a los teólogos de otros tiempos, católicos y protestantes, como consecuencia de haber cosificado el misterio. Sin fe no podemos ver al Resucitado en la eucaristía; nos pasaría como a los de Emaús que tenían al Señor delante y no se daban cuenta

 De ahí la necesidad de prepararnos para cada celebración, y de prepararla y participar activamente en ellas, de modo que tengamos un verdadero ENCUENTRO y caigamos de rodillas después de cada comunión para decir como Tomás: "Señor mío y Dios mío". Cada eucaristía ha de ser alegre y participada, pero no con una alegría forzada, ni inventando cosas raras para atraer la atención de los participantes; esa ALEGRÍA tiene que nacer de dentro, de la conciencia y la experiencia gozosa de estar reunidos con el Señor resucitado. 

(Notas tomadas de LA EUCARISTÍA, misterio de fe y escuela de solidaridad, de Antonio Vidales, con aportes personales)

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