lunes, 18 de octubre de 2021

EUCARISTÍA: ¿POR QUÉ LA GENTE NO VA A MISA?

¿Por qué la gente no va a misa, o va a menudo por obligación, e incluso por temor?

1. Por la falta de fe que reina en la sociedad actual: Lo primero que hay que decir es que, si bien un por ciento alto en nuestros países latinos se declara “católico”, en realidad la práctica cristiana no es mayoritaria. No vivimos ya en “cristiandad”, y en nuestras sociedades convivimos con personas de muy diversos credos o de ninguno. Necesitamos presentar la fe de un modo nuevo para un mundo que es diferente al de aquel en que nacieron estas prácticas nuestras, usar un lenguaje nuevo, y volver al Evangelio, volver a Jesús, para que práctica de la fe no sean meras tradiciones o costumbres heredadas. Si no sabes ni entiendes la Eucaristía, o no has experimentado la gratuidad del amor de Dios, te resultará inútil o aburrida. La causa fundamental del abandono de la praxis eucarística, en personas que se declaran cristianas o católicas, es la falta de formación en la fe para poder vivirla en el mundo actual, que se mueve sobre todo por la utilidad y el bienestar. Si en la misa no lo paso bien, ni le veo utilidad, no le veo sentido a participar.

2. Porque la fe que algunos católicos dicen tener no es cristiana: Falta una fe verdaderamente cristiana, que ponga en el centro a Jesucristo; que crea que Jesús resucitó y que vive, que manifieste el deseo de encontrarse con el Resucitado de alguna manera. Jesús no es un héroe del pasado, sino que vive en un eterno presente, y puede ser nuestro hermano y amigo, puede invitarnos a su mesa y cenar con nosotros, como hizo con los de Emaús. Sin fe en el Resucitado, no hay eucaristía, porque es él quien nos convoca; sin embargo, para muchos esa es la principal razón para no sentirse conectados: no se han encontrado con el Cristo vivo.

3. Por desconocimiento de lo que es la eucaristía: Aquí hablamos de un problema con la trasmisión de la fe, ya sea en la familia o en la catequesis. No trasmitimos vida, sino costumbres o doctrinas. Suelen ser muy deficientes nuestras catequesis; preparamos para recibir sacramentos, no para vivir y formar parte de una comunidad. El catequista no es un maestro, es un testigo; no enseña meramente una doctrina, sino que comparte una experiencia de vida.

4. Por la falta de testimonio de los que participan en la eucaristía: ¿Qué ve la gente en quienes participamos regularmente en la eucaristía? A menudo ven carencia de madurez espiritual, de valores humanos, de sensibilidad social. Motivaciones utilitarias: siempre vamos a misa buscando algo, cumpliendo. A menudo la gente solidaria no quiere saber de religión y de Dios, porque los que saben de esas cosas no son solidarios. La eucaristía es escuela de solidaridad, de comunión, de compasión.

5. Por la carencia de una comunidad celebrativa: La eucaristía es una celebración de la comunidad y, si no somos comunidad, ¿cómo vamos a vivirla con gozo? El desafío está en desarrollar unas relaciones comunitarias que permitan a los cristianos encontrarse, orar juntos, compartir y asumir compromisos. Por ahí es que nos ganan las sectas: un culto comunitario centrado en la Biblia y los cantos; frente a eso, nuestras celebraciones pecan de rutinarias, incomprensibles y aburridas para muchos. No se trata de hacerla divertida, inventando cosas raras, sino de hacerla comprensible, con calor de familia. Nos falta a menudo recogimiento para vivir el encuentro con y en Jesús. Nos falta alegría; no es cantar para alegrar la misa, sino cantar porque la misa nos alegra, al encontrar en ella, con los hermanos, al Señor resucitado.

6. Por falta de preparación para celebrar la eucaristía: La eucaristía no se improvisa; debemos prepararla y prepararnos nosotros para ella. Estamos y no estamos presentes, porque a veces no seguimos cada momento de la celebración desde lo hondo. No somos meros espectadores pasivos, desde nuestro sacerdocio bautismal somos parte activa de cada eucaristía. Por eso necesitamos conocer sus diferentes momentos y su sentido y significado. Necesitamos tener buenos comentadores y animadores de nuestras misas dominicales, y ayudar de verdad a comprender la Palabra compartida.

7. Por la rutina de muchas celebraciones eucarísticas: La rutina es un serio enemigo, tanto para los fieles como para el sacerdote que preside la celebración. A veces el sacerdote tiene muchas misas en un día o el celebrar diario se le hace rutina: gestos y palabras de memoria. Hemos de cuidar mucho eso, no dejar que lo cotidiano se haga rutina, mera exterioridad, con recursos personales apropiados. Cada eucaristía es un momento único y especial para conectar con Jesús; importante encontrar el equilibrio para no detenernos mucho rato en una parte y luego pasar de prisa por las otras.

(Lo anterior tiene como base un libro de ANTONIO VIDALES, La Eucaristía. Misterio de fe y escuela de solidaridad; es un resumen personal con aportes propios de mi experiencia pastoral)

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