miércoles, 17 de abril de 2019

JUEVES SANTO: EL SACRAMENTO DEL DIOS AMOR

Dios es amor. La manifestación de Dios en Jesús de Nazaret se caracteriza por un amor que llega hasta el extremo, hasta la locura.  Este amor de Dios es pensado como un servicio al hombre y a su mundo, como un compromiso de Dios para ayudar a que el ser humano llegue a vivir dignamente en el mundo. 

Este misterio de Dios revelado en Jesús es, a la vez,  la manifestación de lo que ha de llegar a ser el mundo. El principio animador de toda transformación ha de ser el amor. Este espíritu crea la fraternidad humana y hace que unos estén al servicio de los otros.  Esto supone que el hombre frente al hombre no es un competidor ni un ser que se apropia de lo de los demás y lo acumula en su propio provecho.  La fraternidad conlleva la comprensión, la comunión, la confianza mutua. La alianza de Dios con el hombre empuja, por un lado, a realizar la promoción de la sociedad, superar las estructuras que esclavizan, y estar dispuestos a salir hacia una tierra donde sea posible la libertad. 

La Eucaristía es el sacramento de toda la obra salvadora de Dios y de la vivencia que de esta salvación tiene la comunidad. En ella se hace presente la comunión con Dios y la comunión fraternal. Los gestos del servicio de Cristo exigen que todos los miembros de la comunidad estén dispuestos a poner lo propio en común. Por otro lado, es necesario que al comer la Eucaristía, sacramento de la Pascua, se esté dispuesto a emprender el camino de la liberación; es un signo que manifiesta nuestra decisión de pasar de la esclavitud a la libertad, de un mundo envejecido a la nueva creación.

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La celebración eucarística no es solamente el centro del culto cristiano, sino el espacio esencial de la proclamación evangélica. En el cristianismo, el culto no puede ser exclusivamente litúrgico, sino también profético.

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Jesús, que es el único Señor y Maestro, adopta en el seno dce la comunidad una actitud inequívoca de servicio. De aquí que es incomprensible que pertenezcan a una iglesia cristiana, y mucho menos que ocupen en ella puestos de honor, lo que del ejercicio de la autoridad han hecho una opresión, una explotación o una tiranía.

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Solamente es posible celebrar la Eucaristía si hay en la comunidad una verdadera actitud de servicio mutuo. Para celebrar el sacramento del cuerpo de Cristo es necesario que la comunidad sea por la unidad del cuerpo de Cristo.  Si se vive en comunión, si la fe vivida ha hecho poner en común lo propio, entonces se puede participar en la comunión con  Jesucristo. De lo contrario, es preferible que tomemos más en serio el sacramento de la muerte del Señor. Dejemos la ofrenda en el altar y ocupémonos de hacer surgir la comunidad por la vivencia de la fe. 

(Notas tomadas del MISAL DE LA COMUNIDAD)

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