lunes, 22 de marzo de 2021

LOS RELATOS DE LA PASIÓN DE JESÚS (1)

El próximo domingo, al abrir la Semana Santa, leeremos en nuestras eucaristías el relato de la Pasión de Jesús, según el Evangelio de San Marcos. En cada ciclo litúrgico, son tres para los domingos, leemos uno de los sinópticos, y luego el Viernes Santo leemos siempre la pasión según San Juan. Aunque los cuatro relatos refieren al mismo acontecimiento, lo narran de modo diverso, según la visión teológica del autor y de la comunidad en la que escriben. 

La predicación cristiana primitiva prestó atención ante todo a la crucifixión y a la resurrección, y solo más adelante surgieron relatos sobre el ministerio de Jesús, y más tarde, en Mateo y Lucas, sobre su nacimiento. Los relatos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo son el núcleo de cada Evangelio, y de toda la predicación cristiana.

¿Qué es lo que distingue y singulariza el relato de la pasión en el Evangelio de Marcos?

Según refiere Raymond Brown, Marcos describe en su relato el profundo abandono de Jesús, que Dios cambia dramáticamente al final. Desde el momento en que Jesús se dirige al monte de los Olivos, el comportamiento de los discípulos es presentado negativamente. Mientras Jesús ora, ellos se duermen hasta tres veces. Judas lo traiciona y Pedro lo niega y reniega de él. Todos huyen y el último, suelta incluso la sábana que lo cubría para escapar de Jesús (lo contrario de dejarlo todo para seguirlo). Los jueces, tanto judíos como romanos, son presentados como cínicos. Jesús permanece en la cruz seis horas: en las tres primeras se burlan de él, y en las tres siguientes la oscuridad cubre la tierra. Las únicas palabras que Jesús pronuncia desde la cruz son: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", e incluso ese grito angustiado es objeto de burlas. Sin embargo, cuando Jesús exhala el último aliento, Dios actúa para confirmar a su Hijo. El proceso en el sanedrín judío se había centrado en la amenaza de Jesús de destruir el templo y en su pretensión de ser el Hijo mesiánico del Bendito. En el momento de la muerte de Jesús, el velo del templo se rasga y un centurión romano confiesa: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Después de la cruz es posible, por tanto, ver que Jesús no era un falso profeta, como pretendían sus acusadores.

Los estudiosos actuales están de acuerdo en que los evangelios fueron el producto de un desarrollo durante un largo período de tiempo, que no son crónicas literales de los dichos y hechos de Jesús, aunque se basan en recuerdos y tradiciones de tales palabras y acciones. La fe y la predicación apostólicas remodelaron aquellos recuerdos, y eso mismo hizo cada evangelista cuando recogió, sintetizó y modeló las tradiciones que había recibido. Esto significa que, aun cuando hay un solo Jesús en la fuente de los cuatro evangelios canónicos, cada evangelista conoce una faceta diferente de él y presenta una imagen distinta.

En el caso de Marcos y Mateo las diferencias son muy pocas en esta parte, pues al parecen comparten una misma tradición; Lucas y Juan, en cambio, presentan una visión diferente.

Fray Manuel de Jesús, ocd.

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