martes, 23 de marzo de 2021

LOS RELATOS DE LA PASIÓN DE JESÚS (2)


Para comprender mejor lo que distingue al Jesús de Marcos, en el relato de su pasión (es el texto que leeremos el próximo domingo de Ramos), presento ahora la imagen de Jesús en su pasión, tal y como aparece en los Evangelio de Lucas y Juan, según Raymond Brown (Cristo en los evangelios del año litúrgico, Sal Terrae).


LA PASIÓN DE JESÚS SEGÚN LUCAS:

El retrato de Lucas es diferente al de Marcos. Los discípulos son presentados bajo una luz más positiva, porque han permanecido fieles a Jesús en sus pruebas (22,28). Si en Getsemaní caen adormecidos (una vez, no tres), es por la tristeza. Incluso los adversarios quedan mejor, pues las autoridades judías no presentan testigos falsos y Pilato reconoce tres veces que Jesús no es culpable. La multitud está de parte de Jesús y se lamenta por lo que le han hecho, y el mismo Jesús se angustia más por los demás que por su propio destino. Cura la oreja del siervo en el momento del arresto, y camino al calvario se preocupa por las mujeres. Perdona a sus verdugos y promete el paraíso al “buen ladrón” que se arrepiente. La crucifixión se convierte en una ocasión para expresar la solicitud y el perdón divinos, y Jesús muere tranquilamente orando: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

LA PASIÓN DE JESÚS SEGÚN JUAN:

El relato de Juan presenta a un Jesús soberano que anuncia como un desafío: “Doy la vida para después recobrarla. Nadie me la quita” (10, 17-18). Cuando van a arrestarlo, los soldados romanos y guardias judíos, caen al suelo impotentes en el instante en que él pronuncia el nombre divino: “YO SOY”. En el huerto no ora para ser liberado de la hora de la prueba y la muerte, porque es en esta hora en la que se encuentra la finalidad entera de su vida (12,27). La autoconfianza de Jesús es una ofensa para el sumo sacerdote (18,22) y Pilato siente miedo cuando Jesús le dice: “No tienes ningún poder sobre mí” (19, 8.11). No aparece nadie para llevar la cruz, porque el mismo Jesús carga con ella, y su realeza es proclamada en tres lenguas y confirmada por Pilato. A diferencia de los otros evangelios, Jesús no está solo en el calvario, pues al pie de la cruz están el Discípulo Amado y la Madre de Jesús. Él establece entre estas dos figuras altamente simbólicas un vínculo mutuo, como hijo y madre, dejando tras de sí una familia de discípulos creyentes. No grita: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, porque el Padre, ha dicho, está siempre con él (16,32). Sus últimas palabras son una declaración solemne: “Todo se ha cumplido”, y solo cuando él mismo lo decide, entrega su espíritu. Incluso en el momento de la muerte dispensa vida, con el agua y la sangre que brotan de su interior, y su sepultura no está sin preparar, como en los otros evangelios; al contrario, reposa en medio de cien libras de oleos aromáticos, como corresponde a un rey.


Como vemos, hay notables diferencias entre los relatos que narran la pasión de Jesús; esto no debe molestarnos, ni tampoco preguntar cuál es la más fiel o la más correcta. Cada uno se acerca a Jesús de un modo diferente, resaltando algo esencial de su figura: Marcos presenta a Jesús experimentando las profundidades del abandono para al final ser justificado; en Lucas, Jesús se preocupa por los otros y reparte perdón a su alrededor; en Juan, Jesús reina victorioso desde la cruz, controlando todo lo que sucede. Cada una de estas imágenes, y de estos relatos, nos han sido dados por el Espíritu, y ninguna agota el significado que tiene Cristo para nosotros.

Cada año, en la Semana Santa, leemos dos relatos de la Pasión de Jesús, y así el eco de la historia y sus personajes, resuenan en la mente, el corazón y la vida de los creyentes, que con necesidades espirituales diferentes, encuentran sentido para sus vidas en la cruz de su Señor. Una imagen no excluye a las otras, la complementa, y todas juntas expresan un momento de nuestro propio camino de fe.

Fray Manuel de Jesús, ocd

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