lunes, 7 de enero de 2013

EL ESPÍRITU DE EPIFANÍA.

 "El miedo de Herodes y de los jefes judíos, es también nuestro miedo. El reinado de Dios es una amenaza para nuestro egoísmo. Estaríamos dispuestos a adorar a un Dios que potenciara nuestras seguridades y nuestro poder. Un Dios que reine sin hacernos reinar a nosotros, no nos interesa.

 Los letrados lo saben todo sobre el Mesías, pero no mueven un dedo para comprobarlo. Se quedan con su conocimiento y sus libros. El amor a la verdad crea nómadas, no instalados satisfechos. Cuántas veces los cristianos nos hemos conformado con marcar a los demás la dirección sin mover un dedo para acompañarles.

Como los magos salen de su tierra para buscar, nosotros tenemos que salir de nuestro “ego”, de nuestras seguridades terrenas para buscar. Sin esa actitud, aunque haya nacido el Niño, aunque aparezca la estrella, el encuentro no se producirá.

Todo ser humano tiene la obligación de dejarse iluminar por su estrella, pero también la de ser guía para los demás. No hay que “convertir” a nadie. Nuestra obligación es hacer ver a los demás la bondad de Dios, manifestando con nuestra vida su cercanía. Hacemos presente lo que es Dios, siempre que salimos de nosotros mismos y vamos hacia los demás.

En el momento en que nos sentimos privilegiados o detentadores de la verdad, hemos hecho polvo el mensaje de esta fiesta. Todos recibimos todo de Dios y todos tenemos la obligación de aprender de los demás y enseñar a los demás. Todos tenemos la obligación de encender una luz, en lugar de maldecir de las tinieblas".

(José de Arimatea) 

2 comentarios:

  1. Buena la interpretación del que firma con el pseudónimo del propietario del sepulcro de Jesús. Comparto esta otra reflexión en torno a la Epifanía, es de Pikaza, franciscano coherente y hombre de Dios ejemplar.
    "Los magos que subvirtieron el orden de Herodes y Jerusalén pueden estar presentes, de manera transformada, intentando subvertir nuestro orden de Iglesia. Pueden querer mostrarnos al Dios encarnado que no sabemos reconocer. Afuera de nuestro terrible muro eclesial están los inmigrantes, los emigrantes, los gitanos, los judíos, los musulmanes, los ateos, los trotamundos, los desilusionados con nuestra institución, los desplazados, los ahuyentados, los expulsados. Vienen anunciando que han visto la estrella, que han visto la luz, y que nosotros, por la altura de nuestro muro.

    A lo largo de la historia de la cristiandad, muchos han aplicado y siguen aplicando a Jesús sólo un modelo de experiencia centrípeta, vinculando a Jesús con la cultura dominante de la nueva Jerusalén, en el centro de una iglesia occidental, que tiende a confundir el evangelio con sus intereses culturales o sociales, en Roma o Londres, en Moscú o América. Este ha sido quizá el mayor problema cristológico moderno: la vinculación de Jesús con los poderes dominantes de occidente. Los magos antiguos tuvieron más suerte, pues, con la ayuda de sacerdotes y escribas, hallaron al Rey fuera de la ciudad triunfadora, al exterior de la cultura dominante, como niño perseguidos. Muchos de nosotros (y, de algún modo, la iglesia) hemos secuestrado a Jesús en los muros de nuestra cultura dominante, sea filosófica o social, económica o militar.

    La cristiandad posterior ha sentido miedo de esta universalidad del Cristo, encerrándole de nuevo bajo llaves religiosas de dominio, dentro de estructuras de poder cultural o social; no ha dejado que emerja el Cristo verdaderamente ecuménico, capaz de unificar en amor a todas las naciones de la tierra. Se plantea así uno de los grandes retos de la iglesia ante el siglo XXI: o la cristología se vuelve católica (universal), capaz de recibir a los magos y de abrirse a todas las culturas de la tierra, en respeto fuerte y búsqueda de amor, o ella termina convirtiéndose en ideología particular de un pequeño grupo de cristianos, cada vez más perdidos dentro de una humanidad que busca otros caminos de realización, en clave de violencia".

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  2. Encuentro muy acertada esa interpretación, Manuel. Yo la leí también, en la página de Fe Adulta.
    El texto dice también:
    "No debemos presentarnos como poseedores de la verdad, sino como compañeros en la búsqueda. El verdadero creyente será siempre un buscador de la verdad, no un guardián. Fijaros lo que tiene que cambiar la actitud de los cristianos, sobre todo de sus dirigentes.

    Esta celebración nos tiene que lanzar más allá de los raquíticos planteamientos de una iglesia, “fuera de la cual no hay salvación”. Dios se manifiesta a todos los pueblos de todas las épocas. Todos los hombres están a la misma distancia de Dios. En el momento que nos sentimos privilegiados o detentadores de la verdad, hemos hecho polvo el mensaje de esta fiesta.

    No debemos presentarnos como poseedores de la verdad, sino como compañeros en la búsqueda. El verdadero creyente será siempre un buscador de la verdad, no un guardián. Fijaros lo que tiene que cambiar la actitud de los cristianos, sobre todo de sus dirigentes.

    Esta celebración nos tiene que lanzar más allá de los raquíticos planteamientos de una iglesia, “fuera de la cual no hay salvación”. Dios se manifiesta a todos los pueblos de todas las épocas. Todos los hombres están a la misma distancia de Dios. En el momento que nos sentimos privilegiados o detentadores de la verdad, hemos hecho polvo el mensaje de esta fiesta.

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