sábado, 19 de junio de 2021

PAZ EN LA TORMENTA.

"Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla”. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas los acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!”. El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”. Se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”. 
(Mc 4, 35-41)
 
Marcos concluye su colección de parábolas con una preciosa catequesis centrada precisamente en la confianza. En realidad, simultáneamente, es una catequesis cristológica, en la que Jesús es presentado como poder de vida sobre las fuerzas del mal, simbolizadas en el mar. La barca es imagen de la comunidad en misión

Jesús aparece impulsando a sus discípulos hacia “la otra orilla”, el territorio pagano. Quizás se trate de un interés del propio Marcos que, escribiendo a una comunidad de origen pagano, quiere presentar que fue ya el propio Maestro quien inició ese camino hacia los llamados gentiles. Porque Mateo, por el contrario, le hace decir a Jesús: “No vayáis a regiones de paganos” (Mt 10,5); o: “Dios me ha enviado solo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel” (Mt 15,24). 

La catequesis de Marcos está centrada en la pregunta conclusiva: “¿Quién es este?”. Se trata de una cuestión que va apareciendo de un modo intermitente a lo largo de todo su evangelio, manteniendo vivo el interés del lector. Una pregunta que solo hallará respuesta definitiva cuando, ya muerto Jesús, al pie de la cruz, un pagano exclame: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Mc 15,39). 

En esta narración, la barca-comunidad se ve amenazada (huracán y oleaje); los discípulos se sienten desprotegidos en la dificultad y, entre tanto, Jesús duerme. El contraste entre la inquietud de los discípulos y la calma del Maestro no puede ser mayor. Y hace que el lector se interrogue sobre dónde están unos y el otro. La inquietud nace porque nos identificamos con lo que ocurre; la calma aparece cuando nos situamos y reconocemos en la consciencia de lo que ocurre. Lo que somos –parece decirnos la actitud de Jesús– está siempre a salvo; no puede ser dañado por nada. Por eso, “¿por qué sois tan cobardes?”. La cobardía o el miedo es lo opuesto a la fe-confianza

El viento cesó, y sobrevino una gran calma”…, cuando nos dejamos permanecer en un estar desnudo, amando lo que es, como bien sabía Juan de la Cruz: 

Quedéme y olvidéme, / el rostro recliné sobre el Amado, / cesó todo y dejéme, / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado”.

 ¿Qué es lo que me permite pasar del miedo o de la inquietud a la calma?

Enrique Martínez Lozano

En todos los tiempos hay cristianos cobardes y quejumbrosos, que no hablan más que de crisis de fe y de tragedias religiosas y morales. Si Jesús va en nuestra barca, ¿por qué no lo despertamos con nuestra confianza, nuestra fe robusta y nuestro optimismo esperanzado?

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