sábado, 5 de junio de 2021

POR EL PERDÓN SE COMPRENDE EL PECADO

 

El amor de Dios, enteramente gratuito, infinito e incondicional, manifestado en el despojo de la cruz ("Nos amó hasta el extremo"), y en la Resurrección, es redentor y liberador, es salvador.  Es un amor que perdona.Sin reconocimiento y experiencia del amor de Dios no hay posibilidad de atisbar o entender el pecado cristiano o del cristiano.  Por el perdón se comprende el pecado, no al revés. La penitencia cristiana no se centra en el pecado sino en el amor, en el perdón. Expresa que la existencia humana no está bajo el fatalismo o la desesperación, sino perdonada y reconciliada con Dios

Naturalmente, el hecho de que el perdón sea lo primero, no significa que no haya pecado ni culpabilidad. Quiere decirse que lo contrario del pecado no es la moralidad sino la fe. Si el pecado se revela en el perdón, adquiere sentido en relación con la fe, dentro de la reconciliación en Jesucristo. Hay una significación religiosa o cristiana en la falta, distinta de la significación moral. Y solamente cuando se madura en las exigencias de la fe, se comprende desde el perdón de Jesús el pecado del hombre. La moral no es la fe, ni la religión es una moral que sacraliza lo prohibido. 

 Por supuesto que la moral es necesaria y es un patrimonio del ser humano. Para el cristiano, la moral debe situarse dentro de la fe. Dicho de otro modo: la obediencia a la ley justa es necesaria para todo el mundo, pero la obediencia cristiana es obediencia a la fe (es decir, es confianza).  

 El pecado no es meramente, por tanto, transgresión de una ley, sino el intento egoísta del ser humano de ser dueño y señor absoluto de la vida de sus semejantes. De ahí que el pecado sólo puede ser reconocido "delante de Dios", por medio de la fe. Arrepentirse no es tener remordimientos por haber incumplido una ley (a menudo parece que estamos rindiendo cuentas delante de un jefe), sino aceptar las exigencias del Reino de Dios y de las promesas, en cuya construcción nos hemos comprometido

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La figura adámica retrata al hombre universal. El Dios que iba a ser conquistado reaparece como el tú infinito, que con su presencia denuncia el fallo cometido. La excusa y la acusación no ahuyentan la culpa. El ser humano tiene pronosticada una existencia de lucha contra el mal; pero está iluminado por la seguridad de la victoria. Dios lucha en el ser humano con el mal. Será la descendencia de la mujer la que progresivamente obtenga la victoria, y la historia de la salvación verifica esa buena noticia. 

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La esperanza cristiana se demuestra en la audacia de la palabra profética, duela a quien le duela. Ahora bien, esa palabra profética será válida y operante si nace de la fe, y si manifiesta la esperanza cristiana y la confianza en las promesas de Dios, manifestadas en Cristo. Saber relativizar lo que es pasajero, fijando nuestra mirada y fundamentando nuestra vida en lo esencial, lo que no pasa, lo eterno. No dejemos que nuestro profetismo se secularice, ni seamos mensajeros del desánimo de nuestro tiempo

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El pecado puede también presentarse como virtud, o en su nombre. Podemos desconocer que Dios está presente en la historia humana, que estamos y está ella, movidos por su Espíritu. Ese es el pecado contra el Espíritu Santo del que habla Jesús en el Evangelio: cerrarnos al arrepentimiento y al cambio al trastocar la realidad, y llamar pecado a lo que es obra de Dios, porque no encaja en nuestros esquemas religiosos (por eso es necesario formarse, discernir, crecer en la fe). 

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Con su muerte y resurrección, Cristo ha vencido al mal y nos ha alcanzado su poder salvador. Ser de la familia de Jesús es creer en la voluntad salvífica del Padre, en el poder salvador de Cristo y en la presencia del Espíritu. La comunión con Cristo, manifestada en cada eucaristía, es signo de nuestra victoria sobre el pecado y el mal.

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"Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora... Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a su pueblo de todos sus delitos".

Fray Manuel de Jesús, ocd.

(A partir de los comentarios para el domingo X del tiempo ordinario, en el MISAL DE LA COMUNIDAD 


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