domingo, 11 de septiembre de 2022

EL PERDÓN DE DIOS ES ANTERIOR AL PECADO

"El dios que nos hemos fabricando a nuestra imagen tiene que saltar por los aires. Atreverse a romper el ídolo es la tarea más complicada de todo ser humano. El Dios de Jesús se identifica con cada una de sus criaturas haciéndolas participes de todo lo que él es... El Dios de Jesús es, sobre todo, Abba, padre y madre que se entrega incondicionalmente a sus criaturas. Es amor, misericordia y compasión. No el ser poderoso que espera de nosotros vasallaje. Nada del juez que analiza con meticulosidad nuestras acciones. Nada del impasible que defiende su honor por encima de todo… Dios no es un ser, ni siquiera el más sublime de todos los seres. Lo que es, lo ha dejado plasmado en cada una de sus criaturas. Dios no puede ser aislado de la creación. No es ni cada criatura ni el conjunto de lo creado; pero tampoco es algo al margen, que se encuentra en alguna parte fuera de la creación. El concepto de creación que hemos manejado hasta la fecha debemos superarlo. La creación es la manifestación de Dios que no exige un principio temporal.

El Dios de Jesús es don absoluto y total. No un don como posibilidad, sino un don efectivo y ya realizado, porque es la base y fundamento de todo lo que somos. Al decir que es Amor (ágape) estamos diciendo que ya se ha dado totalmente y que no le queda nada por dar. 

 Jesús no vino a salvar, sino a decirnos que estamos salvados. Un lenguaje sobre Dios, que suponga expectativas sobre lo que Dios puede darme o no darme, no tiene sentido… La actitud de Dios no puede ser diferente para cada uno de nosotros, porque es anterior a lo que cada uno puede hacer o no. El Dios que premia a los buenos y castiga a los malos es una aberración incompatible que el espíritu de Jesús. Dios no nos ama porque somos buenos, al contrario, somos “buenos” porque hemos descubierto lo que hay de Dios (Amor) en nosotros. Somos “malos” porque no hemos descubierto a Dios.

Alguno puede pensar que aceptar la misericordia de Dios invita a escapar de la responsabilidad personal. Si Dios me ama igual cuando soy bueno que cuando fallo, no merece la pena esforzarse. Esta reflexión indica que no hemos entendido nada del evangelio. Nada más contrario a la predicación de Jesús. La misericordia de Dios es gratuita, infinita y eterna, pero no puede afectarme hasta que yo no la acepto. Creer que puedo acogerme a la misericordia sin responder a su bondad, es entender la relación con Dios de una manera jurídica y externa. La actitud de Dios para conmigo debe ser el motor de cambio en mí.

Entender el perdón de Dios tiene una dificultad casi insuperable, porque nos empeñamos en proyectar sobre Dios nuestra propia manera de perdonar. Nuestro perdón es una reacción a la ofensa del otro. En cambio, el perdón de Dios es anterior al pecado. Dios es solo amor, pero ese amor llega a nosotros como perdón cuando nos sentimos perdonados, por eso para nosotros está siempre unida al pecado.

Dios solo puede amar. Decimos que Dios ama porque Él es amor, no porque las cosas o las personas sean amables. Dios no ama las cosas porque son buenas, sino que las cosas son buenas porque Dios las ama. El perdón en Dios significa que su amor no acaba cuando nosotros fallamos, como pasa entre los hombres. Si nosotros amamos unas criaturas y no otras, se debe a nuestra ceguera, a nuestra ignorancia. Ahora comprenderéis lo equívoco de nuestro lenguaje sobre Dios cuando hablamos de su perdón como un acto puntual.

Es ridículo pensar que podamos ofender a Dios. La incapacidad de los cristianos para aceptar los fallos se debe a que los identificamos con la persona misma. La persona es una cosa y sus acciones otra. El pecado es siempre fruto de la ignorancia. Para que la voluntad se incline a un objeto, tiene que presentarse como bueno. El entendimiento puede ver una cosa como buena, siendo en realidad mala. Esta es la causa de nuestros fallos. Para superar una actitud de pecado, no debemos apelar a la voluntad, sino al entendimiento” 

(Fray Marcos)

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